Profesionales y trabajadores de la salud en riesgo inminente

Los gobiernos de turno han utilizado los recursos de la salud a su acomodo, pues el ente encargado para para su vigilancia, la Superintendencia de Salud, politizada y débil, ha sido oscura y laxa en su función.

Por Edisson Quiroz Caro  y Antonio José Mendoza Santiago

Médicos, profesores universitario y directivos de Asmedas

La actual Crisis Sanitaria, causada por la Pandemia de un nuevo Coronavírus Covid-19, que atraviesa el mundo, ha desnudado la inequidad y falencias reales en sistemas de salud en muchas partes del planeta y particularmente en nuestro país. El manejo de la misma en muchos países del mundo, se apega a la implementación de la doctrina neoliberal, en el cual prevalece la rentabilidad económica por encima de la social, sin importar las consecuencias para las personas que los habitan, cual actúa el capitalismo salvaje, evidenciado en Colombia por la crisis previsible que se desencadeno en el sistema de salud a partir del 1 de abril de 1994 cuando entró en vigencia la nefasta Ley 100.

La mencionada ley convierte la salud de derecho fundamental del individuo, en mercancía bajo el sistema de aseguramiento e intermediación, a la cual solo se puede acceder si se tiene capacidad monetaria. Mercancía esta, amparada por la Constitución de 1991, que les permitió a los particulares ofertarla, como corresponde al modelo capitalista, por tanto, un capital invertido debe generar ganancias, que entre mayores sean mejor. Este hecho  se manifiesta en las  EPS con poca o nula inversión en la promoción y prevención de la salud, creación de centros médico hospitalarios, negación de servicios, no pagos o con demoras excesivas a la Red Hospitalaria Pública, abaratamiento de la mano de obra, al ser contratado los profesionales y trabajadores del área por prestación de servicios o por eventos, sin ninguna estabilidad laboral y sin autonomía para aplicar los conocimientos adquiridos en universidades y en muchas ocasiones con el robo de los dineros girados especialmente a las EPS del régimen subsidiado, manejadas en la casi totalidad por los corruptos del sistema.

Los gobiernos de turno han utilizado los recursos de la salud a su acomodo, pues el ente encargado para para su vigilancia, la Superintendencia de Salud, politizada y débil, ha sido oscura y laxa en su función. En el Fosyga, que maneja alrededor de 50 billones de pesos del sistema, también cunde la corrupción y la politiquería. Este dinero importante, aunque escaso, para las necesidades de salud de la nación ha sido despilfarrado y desviado a enriquecimientos ilícitos y campañas políticas de las castas regionales que sustentan la elección de alcaldes, gobernadores y presidentes del sistema, negando de manera delictiva el derecho de la salud para la población.

Las medidas emanadas por la emergencia sanitaria no han resuelto los problemas centrales de los trabajadores del servicio de salud. Los elementos de bioseguridad para enfrentar, sin riesgo de contagio, la pandemia. La inestabilidad laboral y la tercerización. Los bajos salarios y la demora de meses en su pago. El mal estado de las instalaciones hospitalarias. Y de contera el gobierno expide el decreto 558, que, deformando el juramento hipocrático, intenta obligar a los profesionales de la salud a prestar el servicio, sin definir las condiciones laborales y condiciones de seguridad en las que se desempeñará este servicio.

El capital exige al gobierno medidas para acabar con la cuarentena, pues esta es dañina para sus ganancias. Todavía no tenemos el pico de la enfermedad, ni lo habrá pronto, estamos a la espera de lo peor. “En el país de ciegos, el tuerto es rey”, No se han podido tomar las pruebas de laboratorio para los contactos de enfermos definidos, mucho menos para la población en general. Aparte de lo complicado del muestreo generalizado, cuando se realicen en un número importante podremos acercarnos al verdadero diagnóstico. En este momento de crisis de la salud, agudizada por la pandemia, no estamos preparados, por eso es definitivo mantener el confinamiento social exigido por los epidemiólogos, y numerosos mandatarios locales.

La protesta de los gremios y sindicatos del sector salud los podemos señalar en los siguientes puntos:

  • Obligan a los profesionales y trabajadores de la salud a trabajar sin elementos adecuados de protección personal EPP y en muchas ocasiones sin ellos. Vamos a la guerra en primera línea sin ninguna defensa.
  • Las ARL y las IPS se escudan unas con otras para no cumplir con las normas de bioseguridad. La desfachatez llega hasta exigirle a un profesional o trabajador de la salud, para que ellos mismos compren los elementos, pues sus contratos son por órdenes de prestación de servicio OPS, y esto no obliga al contratante a asumirlos.
  • Que los dineros orientados para atender la crisis de pandemia sean girados directamente a las IPS y no a las EPS que son solo intermediarias y se quedan o demoran el traslado de estos dineros.
  • Hay muchas palabras “alentadoras”: héroes, apóstoles..., pero son superfluas, con lo cual se promueve una cultura de acatamiento de que nos consideremos mártires y la sociedad ni nosotros exigimos, que se nos considere como trabajadores normales: pago al día y adecuado por nuestros servicios, estabilidad laboral, seguridad social, protección para los riesgos profesionales. “Ave César, los que van a morir te saludan”.
  • Esa misma sociedad que alaba a los profesionales y trabajadores de la salud, entre ellos a los médicos; no les permite la utilización de transporte público, caminar por donde hay humanos y lo más grave visto últimamente: desalojarlos de su sitio de residencia. Para completar el gobierno exige y hasta amenaza en un decreto de suspensiones de licencias y hasta encarcelamiento a quienes se opongan a trabajar en condiciones de inseguridad; no menciona en absoluto el pago de salarios, jornadas laborales, estabilidad laboral.
  • La sociedad que todavía no ha entendido la gravedad del momento y muchos de sus integrantes no les importa cumplir con recomendaciones, para evitar males mayores.
  • Y lo más grave, nosotros los profesionales y trabajadores de la salud que aceptamos trabajar, sin pedir que se nos cumpla lo mínimo como cualquier trabajador. No somos elites, somos simplemente trabajadores.
  • Cuanto está haciendo falta que se cumpla lo establecido en la Ley Estatutaria de la Salud de 2015; la cual reivindica la autonomía del médico y la salud como derecho fundamental para la vida.
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