¡Yo sí marcho!

Por Absalón Cabrera

Comité de redacción de La Bagatela

A poco más de un año de gobierno, es evidente que las decisiones de Iván Duque no han sido pertinentes ni suficientes para responder a las problemáticas del país, por el contrario, han llevado a un empeoramiento en aspectos estructurales para su funcionamiento. Comenzando con un elemento puramente administrativo, el jefe de gobierno ha demostrado incapacidad para delegar en su gabinete a personas idóneas para el cargo, tal como lo prometió en campaña. La contratación de personas que no cuentan con los estudios y experiencia requerida como ha sucedido con la directora de la Agencia de Desarrollo Rural, o personas con delicados cuestionamientos por corrupción como la directora del Departamento para la Prosperidad Social, entre muchos otros nombramientos, además del nombramiento de diplomáticos como el cónsul de Miami, el embajador en República Dominicana, y la embajadora de Colombia en Egipto, evidenciando así una práctica que se aleja de su discurso de campaña cuando decía “gobernaré sin ningún tipo de mermelada”.

La incoherencia del discurso de campaña con la realidad de su administración se refleja en la tozudez por mantener en las principales carteras a personas que están más preocupados por sus negocios personales, como en el caso del Ministerio de Hacienda. Una persona comprometida en actuaciones dudosas en el pasado, como se puso en evidencia en la moción de censura que se adelantó en su contra en el Senado, con los ya conocidos Bonos de Agua y que endeudó a más de cien municipios del país. El respaldo del presidente al ministro continúa pese a que ha mostrado su incompetencia para sacar adelante un trámite gubernamental, la Ley de Financiamiento. Además de lo anterior, los resultados económicos del país no son alentadores; la tasa de desempleo aumenta progresivamente, ya en dos dígitos, en comparación con el año anterior, según datos del Dane.

En materia de garantías laborales, el caso no es alentador. Aunque el gobierno lo niegue para restarle argumentos al paro convocado para el 21 de noviembre, desde diferentes carteras como los ministerios de Trabajo y Hacienda, se ha anunciado una reforma pensional, por lo que el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo ha sugerido fuertes cambios en dicho esquema. El ministerio de Trabajo ha manifestado que “se llegará a un acuerdo en la mesa de negociación” pero que no resulta ser garantía concreta para los derechos del trabajador.

Vale precisar que el partido de Gobierno intenta convencer a la opinión pública que no van a hacer reforma tributaria ni pensional, y con ello desacreditar las protestas que se han anunciado desde los sindicatos y otros movimientos políticos y sociales, desconociendo de manera descarada que la ley de financiamiento fue presentada nuevamente luego que la Corte Constitucional la declarase inexequible. Sin ningún escrúpulo intentan deslegitimar la protesta social con verdades a medias que entorpecen el ejercicio democrático de manifestar la desaprobación al gobierno.

Si la economía va mal, en materia de orden público es peor. Iván Duque ha mantenido a un nefasto ministro de Defensa (hoy ya fuera del cargo) que demostró en cada acción su incompetencia; un ministro elegido a la medida de los gremios económicos que se benefician con la guerra. Su política consistió en evitar el diálogo, fomentar la aspersión con glifosato desconociendo el daño que causa a la salud de las personas, afectando de manera directa a los indígenas y campesinos, además de dejar a las fuerzas armadas en una grave crisis de credibilidad. Implementó una política que fomentó el asesinato sistemático de excombatientes, además de desconocer el accionar paramilitar y asesinato de líderes sociales, tal como lo pudo comprobar el país entero en la moción de censura que se le adelantó en el Senado. Dejó al Cauca en una situación adversa por el resurgimiento de la violencia y cuya solución fue atizar el fuego enviando más militares. Poco a poco se abandonó la sustitución de cultivos ilícitos y las disputas por el territorio desplazan y asesinan a nuestros campesinos.

Con este panorama, el país pareciera estar caminando en reversa, simbolizando el discurso del miedo, al punto de parecer normal la proliferación de masacres y asesinatos a sectores específicos de la población. Discurso con el que intimidan a través de los medios de comunicación a cualquiera que ose fomentar la crítica, y es por esto que el paro convocado por las centrales obreras, sindicatos y un sinnúmero de movimientos alternativos ha tenido tanto rechazo del gobierno y el intento de desvirtuar sus razones.

Con los anteriores argumentos quiero expresar mi indignación por un gobierno mediocre, inoperante y hecho a la medida del hampa y la corrupción. La sociedad colombiana no merece que se retroceda hacia la guerra, la proliferación de guerrillas y el paramilitarismo. Los colombianos nos merecemos un país en paz que llegue con todas sus instituciones a todo el territorio, y que no sea una política de gobierno el asesinato sistemático de los líderes sociales. Las marchas convocadas para el 21 de noviembre deben ser categóricas al mostrar el descontento frente al gobierno mediocre que desconoció los acuerdos de La Habana, se coligó con la corrupción, y se perpetúa con mentiras y la manipulación de los miedos.

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