La Hoja 45

Eso que llaman amor... es trabajo no pago

El 8M: auténtico reconocimiento a las mujeres trabajadoras

Por Sonia Liliana Vivas Piñeros [1]

La emblemática fecha del 8 de marzo tiene un contexto histórico enmarcado en las luchas por la igualdad de derechos. Por ello configura un espacio de reflexión y de denuncia alrededor de las condiciones de vida de las mujeres en el mundo que, por cuenta del sistema patriarcal arraigado en el capitalismo, se hallan con mayores niveles de opresión, discriminación, marginación y exposición a todo tipo de violencias.

La fuerza de trabajo que proporcionan las mujeres en las actividades cotidianas no ha contado con reconocimiento social ni mucho menos económico. Y es importante recordar que cuando hablamos de trabajo no solamente se hace referencia a aquel que es remunerado por medio de un salario; también está ese que incluye labores domésticas como cocinar o limpiar y también al cuidado de personas ya sea por cuestiones de edad (desde bebés hasta personas mayores) o por condiciones médicas. Este tipo de trabajo es esencial para la vida diaria de los hogares y de la sociedad en general y es desarrollado en su inmensa mayoría por mujeres. Muchas de ellas, además de realizar este tipo de trabajo, tienen otras cargas laborales que, aunque pueden ser remuneradas, según datos recientes del DANE, se ubican principalmente en sectores de la economía informal por lo que no se cuenta con condiciones laborales dignas.

bogota mujer

Como todo trabajo, requiere esfuerzos físicos y mentales y, por tanto, deja consecuencias a corto, mediano y largo plazo en las vidas de las mujeres, a quienes se les desconoce el legítimo derecho a gozar de tiempo para actividades educativas, recreativas o de descanso; y por supuesto, a una remuneración económica y a un sistema de salud que las apoye con planes y programas de prevención y atención de enfermedades por las labores domésticas que desempeñan. Cada vez que las narrativas e imaginarios sociales reproducen estereotipos que ubican a las mujeres en las labores del cuidado las brechas de género aumentan y más cuando se justifican en el amor al hogar, a la necesaria dedicación a la gente amada, a la responsabilidad en la crianza de hijos e hijas y, en renunciar a tener como prioridad los proyectos profesionales o laborales.

Las mujeres trabajadoras, más que una fecha que mundialmente visibilice su situación, requiere de políticas y acciones para que la sociedad reconozca económica y socialmente su labor. Que las sociedades comprendan que este tipo de labores deben desempeñarse por cualquier persona; que los hombres no ‘ayudan’ sino que desarrollan estas tareas como parte de la responsabilidad de vivir con un proyecto alternativo a la explotación y a la sumisión. Porque eso que llaman amor, es trabajo no pago.

Referencia bibliográfica

https://colombia.fes.de/fileadmin/user_upload/ECONOMIA-DEL-CUIDADO-digi… (Consulta el 4 de marzo de 2025 15:00 hrs).


[1]  Licenciada en Educación Básica con Énfasis en Ciencias Sociales (UPN). Magíster en Desarrollo Educativo y Social (CINDE-UPN). Docente de la sede rural Torca del Colegio Nuevo Horizonte IED. Integrante del Colectivo de Mujeres de Malú. Creadora y conductora del espacio de El Rincón de Apolonia. Integrante del equipo de trabajo docente y sindical Renovación Magisterial. Correo-e: rincondeapolonia@gmail.com

cenefa 1

La carga invisible de las mujeres. ¿Cómo estamos avanzando en el Gobierno del cambio?

Por Ximena Palacios
Abogada y dirigente sindical, feminista, integrante del Colectivo de Mujeres Malú

Santa Marta mujer

La lucha histórica de las mujeres

Es fundamental reconocer que históricamente las mujeres han enfrentado roles y estereotipos de género que han limitado su participación plena y equitativa en el mercado laboral. La división sexual del trabajo ha sido una barrera significativa para el desarrollo profesional, laboral y económico de las mujeres.

La Revolución Industrial marcó un punto de inflexión en la explotación laboral de las mujeres, niñas y niños, quienes fueron incorporados al trabajo asalariado bajo condiciones de absoluta precariedad. A las mujeres se les asignaron tareas vinculadas a las labores domésticas, mientras los hombres desempeñaban trabajos de fuerza, perpetuando la división sexual del trabajo.

A pesar de recibir una remuneración, esta nunca fue equitativa y, además, debían continuar con el trabajo no remunerado en el hogar, asumiendo una doble carga laboral. Los dueños de los medios de producción se beneficiaron enormemente de esta desigualdad, pagando salarios ínfimos y estableciendo jornadas laborales extenuantes de hasta dieciséis horas diarias, reforzando la opresión económica y social de las trabajadoras.
El acceso de las mujeres a la educación en el siglo XX no significó un cambio inmediato en sus oportunidades laborales, pues continuaron enfrentando barreras de género que las relegaban a roles de cuidado y les negaban el acceso a empleos calificados.

Sin embargo, la conciencia de su explotación impulsó un movimiento global de resistencia que, a lo largo del siglo, logró conquistar derechos fundamentales en el ámbito laboral y educativo. Estas luchas, encabezadas por mujeres organizadas en sindicatos y movimientos feministas, han venido permitiendo la promoción en la igualdad de género.

Desigualdades de género y trabajo de cuidado no remunerado

El trabajo del cuidado, que mayoritariamente recae en las mujeres y las niñas de manera no remunerada, ha sido invisibilizado y subvalorado en la esfera laboral, social y económica. Esta situación ha contribuido a perpetuar desigualdades de género, limitando el acceso de las mujeres a oportunidades laborales remuneradas, así como en la participación pública en otras esferas.

Este tipo de labor implica la responsabilidad de sostener tanto los hogares como la sociedad en general, y recae en un 70% sobre las mujeres y las niñas. Esta situación resulta en una significativa pobreza de tiempo, ya que las mujeres se ven obligadas a asumir dobles e incluso triples jornadas laborales, esto incluye el trabajo remunerado fuera del hogar, así como el trabajo de cuidado y doméstico, que demanda tiempo y energía, pero no se compensa económicamente.

De acuerdo con la Encuesta nacional de uso del tiempo del DANE (2022), durante el periodo 2020-2021 a nivel nacional, solo el 63,0% de los hombres y el 90,3% de las mujeres de 10 años o más realizaron actividades de trabajo no remunerado, además, las mujeres dedicaron “en promedio, 7 horas 44 minutos diarias a estas actividades mientras que los hombres dedicaron 3 horas 6 minutos en promedio” (p .6).

Por lo anterior, se ha hecho necesario posicionar en las agendas públicas, políticas y laborales, la conciliación de la vida personal, familiar, laboral y social de los cuidados, que sensibilice sobre la corresponsabilidad del hogar y del Estado en las cargas de cuidado familiares, las que se insiste una vez más, recaen desproporcionadamente en las mujeres, lo que dificulta su plena participación en el mercado laboral, ya que gran parte de su tiempo y de su vida económica ha estado siendo ocupada en labores de cuidado y trabajo doméstico.
Hasta tanto las mujeres no se vean descargadas en el trabajo de cuidado y doméstico que mayoritariamente deben asumir, seguirá existiendo desigualdad en el mundo laboral y se seguirán manteniendo los techos de cristal o barreras invisibles.

De los retos históricos al Gobierno del cambio

Gracias al Gobierno del cambio, en cabeza del Presidente Gustavo Petro y la Vicepresidenta y ex Ministra de la igualdad Francia Márquez, dando cumplimiento a una promesa de campaña, se creó en Colombia, el Sistema Nacional de Cuidado.
Este Sistema tiene como objetivo articular: “servicios, regulaciones, políticas y acciones técnicas e institucionales existentes y nuevas, con el objeto de dar respuesta a las demandas de cuidado de los hogares de manera corresponsable entre la nación, el sector privado, la sociedad civil, las comunidades y entre mujeres y hombres en sus diferencias y diversidad para promover una nueva organización social de los cuidados del país y garantizar los derechos humanos de las personas cuidadoras”.

El pasado 14 de febrero de 2025 fue aprobada la Política Nacional del Cuidado contenida en el documento CONPES 4143 aprobado, “para los próximo 10 años, en el que 15 Entidades trabajarán en 134 acciones, con una asignación presupuestal de 25 billones de pesos para transformar el cuidado en el país, garantizar el goce efectivo de los derechos de las personas cuidadoras y quienes necesitan cuidados y reconocer las prácticas de cuidado colectivo y comunitario”.

Esta política Nacional reconoce que el cuidado es la esencia de la vida y el acto cotidiano que sostiene los hogares, comunidades y territorios y sus acciones concretas, garantizarán los derechos de las personas cuidadoras (que como ya se indicó líneas arriba en su gran mayoría son mujeres y niñas) y de quienes requieren cuidados, reduciendo la sobrecarga de trabajo de cuidado no remunerado.

Lo anterior permitirá que las mujeres tengan más oportunidades de desarrollo profesional, educativo y personal, dejando de estar relegadas a roles tradicionalmente impuestos, permitiendo su acceso de una manera más equitativa a empleos dignos y a espacios de toma de decisión en sindicatos, movimientos sociales y política.

Cuidados y agenda sindical

Como una última reflexión, es necesario también que, los escenarios laborales sean más compatibles con las cargas de cuidado, a través de la implementación de instrumentos que tiendan a generar relaciones laborales más equitativas y que también deberían ser pensadas por las organizaciones sindicales al momento de negociar sus pliegos de cara a la reivindicación de los derechos laborales con un contenido de género.
Algunas de las cláusulas de cuidado que pueden implementarse al momento de la negociación colectiva son las relacionadas con:

  •  La formación y diagnóstico que socialicen la importancia de la responsabilidad compartida del cuidado, superando los estereotipos de género
  • Cláusulas de tiempo para cuidar: Licencias, permisos, reducciones y acumulaciones de jornadas y, flexibilización de jornadas laborales.
  • Servicios para el cuidado: Guarderías y centros para quienes requieran cuidado.
  • Asignaciones económicas: Subsidios, apoyos y complementos salariales para el cuidado.
  • Cuidado a cuidadores: Actividades de respiro para trabajadoras(es) con cargas de cuidado.
    La conquista de los derechos de las mujeres no es una concesión de los Estados, sino el resultado de la movilización constante.

cenefa 1

¿Cómo construir espacios seguros para las mujeres en instituciones, movimientos y partidos?

Con motivo de la conmemoración del 8 de marzo Día Internacional de los Derechos de las Mujeres Trabajadoras, en un contexto mundial donde enfrentamos la arremetida del más regresivo conservadurismo de la ultraderecha global contra los derechos que las mujeres hemos venido conquistando históricamente. Y, como nuestras organizaciones deben ser esos lugares seguros desde los que podemos seguir construyendo una sociedad más igualitaria, nos preguntamos ¿Cómo construir espacios seguros para las mujeres en instituciones, movimientos y partidos?

bogota mujer 1

Blanca Corredor, integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Cartagena. 

Debe partir de la construcción de espacios donde participemos todos y todas en los que, desde el respeto por la diferencia, se busque brindar conocimiento sobre estos temas. Con el propósito de equilibrar la tenencia del poder y ampliar nuestras bases. Sí lo hacemos buscando alianzas en el escenario político debemos lograrlo en el seno del partido, sindicato o grupo de trabajo

Damarys del Carmen Caro Chávez, coordinadora del Colectivo de Mujeres Malú y del trabajo de mujeres en el PTC en Bogotá

En la construcción de espacios seguros para las mujeres en instituciones y movimientos o partidos es importante tener en cuenta el contexto particular estructural de las entidades, sin embargo, hay elementos transversales a cualquier espacio, como son; medidas preventivas, identificación, atención y de protección para todas las violencias contra las mujeres. Esto en términos de procedimiento. Otros aspectos relevantes son estructurales dentro de las organizaciones, lo cual incluye tener dentro del organigrama las instancias, conductos y mecanismos establecidos, para promover y atender la seguridad en los espacios de desarrollo de las actividades para las mujeres. También se aporta a la construcción con procesos educativos y participativos institucionales, que propendan por la seguridad de las mujeres, con temas incluyentes para toda la sociedad involucrada. En el tema político los espacios para mujeres aumentan en seguridad si los partidos o movimientos consideran relevantes las capacidades, habilidades y destrezas requeridas para el ejercicio del servicio social y público, independiente del género. Para lo cual se necesita un proceso de aplicación de leyes ya instituidas y la creación de nuevas normativas que las viabilicen. Para así hacer real los avances en derechos y posibilidades logrados por las mujeres históricamente en nuestro país y el mundo.

Jaqueline Rodríguez, integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Bogotá. 

Para construir espacios seguros para las mujeres en instituciones, movimientos y partidos, creo que es fundamental que la base de estas estructuras esté cimentada en políticas de género claras y bien definidas. 
Estas políticas deben ser más que un conjunto de reglas, deben ser un compromiso genuino por parte de las organizaciones hacia la equidad y la inclusión. Es crucial que se establezcan lineamientos de participación que aseguren que las mujeres no solo tengan voz, sino que también tengan poder de incidencia. Además, es necesario que dentro de estos espacios se integren temas estratégicos sobre la reivindicación de los derechos de género. Esto implica reconocer y abordar las problemáticas específicas que enfrentan las mujeres como: la violencia de género, trabajo digno cerrando la brecha salarial, el acceso a la educación y la salud, entre otras. Al incorporar estos temas, se facilita una construcción colectiva que fortalece y visibiliza las capacidades de las mujeres y su papel en la transformación social. Promover espacios para el desarrollo personal y profesional también es clave. Estos espacios no solo deben permitir el crecimiento de las mujeres como individuos, sino también como agentes de cambio dentro de sus comunidades y sectores. La inclusión de las mujeres debe ser vista como una oportunidad para enriquecer el trabajo colectivo, no solo como un cumplimiento de cuotas, sino como un acto fundamental para lograr transformaciones progresistas.

Aceb mujer

Jeanet García, dirigenta sindical de ACEB, militante del PTC e integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Bogotá. 

Con políticas, formación, educación y sensibilización. 

Mabel Jaraba, integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Cartagena. 

Los espacios se construyen en la medida que se tenga la voluntad de apertura dentro de las organizaciones
Por otra parte, los construimos nosotras siendo conscientes de la importancia de nuestra participación en todos los espacios no sólo políticos sino sociales, sindicales, entre otros.  No es tarea fácil, pero debemos considerar que de nuestra voluntad de participación nacen las oportunidades de ocupar un lugar como mujeres en movimientos, partidos, instituciones, etcétera.

Mariela Vásquez, dirigenta sindical del sector informal e integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Bogotá. 

Las mujeres informales en la economía popular son ellas la parte fundamental en este espacio. Su fortaleza perseverancia las hace ser fuertes y guerreras, muchas de ellas según su cultura territorial prefieren ser madres solteras otras, desconocen por completo sus derechos y prefieren callar y someterse a las violencias basadas en género del sistema patriarcal. Tenemos hoy la ventaja de luchar por nuestros ideales a través de los múltiples medios de información y poder ayudar a que esa ideología arraigada, discriminatoria y machista. Sin embargo, dentro de las familias vulnerables, especialmente las de los territorios apartados de las grandes ciudades y municipalidades, las mujeres NO tienen voz. Es lo que más queremos, llegar a todas ellas y apoyarlas para que sean libres, empoderadas, escuchadas y reconocidas. Este es mi mejor deseo para todas las mujeres de mi amada Colombia, uno de los países más hermosos del mundo por el que luchamos incansablemente, porque algún día tengamos las reformas sociales por las que tanto luchamos los que en verdad creemos en nuestro gobierno del cambio.

Marta Elena Borja, dirigenta del PTC.

Considero que la principal herramienta para abordar de manera seria y concreta este tema es la formación y capacitación a los miembros de un núcleo específico sin distingo de género. Es una invitación abierta. 
Los unos y los otros expresamos en diferente grado la cultura patriarcal y machista. Es una cultura que llega a la sociedad. Y, como se trata de cambiar esa CULTURA, se deben definir rutas de formación y capacitación serias, específicas y amplias.

Orlando Ardila Ardila, dirigente sindical del sector público y militante del PTC. 

No hay espacios seguros sin lucha, sin romper las causas que generan las violencias contra las mujeres.

Sonia Lilia Vivas Piñeros, docente rural, creadora y conductora del espacio de El Rincón de Apolonia, miembro del equipo de trabajo docente y sindical Renovación Magisterial e integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Bogotá.  En primer lugar, con el compromiso de construir e implementar de manera efectiva un protocolo de atención a todo tipo de violencias de género. En segundo término, con un compromiso personal de cada compañero y compañera de revisar en su historia de vida qué tipo de discursos y prácticas machistas y patriarcales ejercen porque les parecen naturales. Como tercer punto, con la convicción de hacer caer en cuenta a cada camarada cuyos chistes o comentarios sexistas le parecen graciosos, que es hora de superar ese tipo de acciones.

Pastp mujer

Ximena Palacios, abogada y dirigente sindical, Feminista e integrante del Colectivo de Mujeres Malú en Pasto. 

1. Políticas y protocolos claros: Es fundamental que las instituciones, movimientos y partidos cuenten con protocolos de prevención y atención a la violencia de género, así como mecanismos efectivos de denuncia y sanción.

2. Participación y liderazgo de mujeres: Asegurar que las mujeres, en toda su diversidad, ocupen espacios de decisión y liderazgo para que las políticas de género no sean solo simbólicas, sino transformadoras.

3. Perspectiva de género en la estructura organizativa: Incluir la perspectiva feminista en normativas internas, reglamentos y códigos de conducta, así como garantizar condiciones equitativas en términos de acceso a recursos, participación en debates y oportunidades de crecimiento.

4. Formación y sensibilización: Implementar programas de formación en género y derechos humanos para erradicar violencias normalizadas y promover una cultura de respeto e igualdad.

5. Redes de apoyo y sororidad: Construir espacios de contención y apoyo entre mujeres, fomentando redes seguras donde puedan compartir experiencias, denunciar sin miedo y encontrar respaldo, reconociendo los tiempos propios de cada mujer en su proceso de sanación.

6.  Rendición de cuentas y evaluación constante: No basta con crear políticas, sino que es clave monitorear su aplicación, evaluar su impacto y corregir lo que no funcione, siempre con la participación de las mujeres afectadas.
La seguridad no es solo la ausencia de violencia, sino la garantía de espacios donde las mujeres puedan participar en igualdad de condiciones, sin temor a represalias ni discriminación.

Mosquera mujer