El descubrimiento de América reviste doble importancia
"Si el descubrimiento europeo le trajo a nuestro continente elementos más avanzados de civilización, América los pagó con creces y su aporte propio al progreso del mundo fue igualmente colosal y así debe ser reconocido".
Por Marcelo Torres
Notas desde la cárcel. La Picota, Bogotá, octubre 12 de 2018
El descubrimiento de América reviste doble importancia, trajo a nuestro continente la base de los elementos de civilización que posibilitaron el inicio de la época de la modernidad en América, en Europa y en el mundo entero. El acontecimiento constituyó un extraordinario salto adelante para el continente americano y para el denominado Viejo Mundo.
América realizó una contribución grandiosa a ese gran progreso de la humanidad en su conjunto y de modo mayúsculo al de Europa occidental.
Para América significó la recepción de los instrumentos de producción de hierro y acero, de la rueda y el caballo, de un más alto nivel de la escritura, y en consecuencia del acceso, así fuese restringido a las élites y a cuentagotas, de la ciencia adentrada en la modernidad.
Sobre tales fundamentos, que se incorporaron a las sociedades surgidas de la conquista y la colonización, se gestaron, nacieron y se independizaron las naciones americanas, entre ellas la nuestra, y se dieron la forma de repúblicas.
Descomunal y despiadado fue el precio que América hubo de pagar por ello. Desde el descubrimiento, en poco más de una centuria, los conquistadores y colonizadores perpetraron una espantosa carnicería sin parangón, antes y después, en términos relativos, en la historia de la especie humana. El grueso de la población nativa de América descendió en ese lapso en términos absolutos merced a la cacería implacable, la mortandad en minas, encomiendas y obrajes y a las epidemias por las nuevas enfermedades traídas por los europeos. La población nativa que sobrevivió al genocidio fue esclavizada y reducida a la servidumbre. Su cultura fue desarticulada cuando no destruida y en adelante sus integrantes víctimas del racismo colonial y la discriminación social que aún perviven.
Tanto en el Norte como en el Sur, hasta adentrado el siglo XIX, la cacería y el exterminio de las tribus nativas de América, como el despojo de sus tierras y el destierro siguieron siendo los métodos empleados en vasta escala por los descendientes de conquistadores y colonizadores para terminar de tomar posesión del interior de las nuevas naciones.
Y al lado de la gigantesca sangría, torrentes de oro y plata, piedras preciosas y muchas otras riquezas, fluyeron como tributo forzado de la América esclavizada sin los cuales no habría sido posible la enorme acumulación de capitales de la casta dorada de banqueros de Sevilla, de Augsburgo, de Amsterdam y de Londres. Ni tampoco la aceleración del tránsito de la Europa feudal al floreciente y pujante capitalismo que le permitió jugar el papel de zona central y dominante del planeta durante varios siglos. Hasta que sus vástagos de la opresión y el pillaje, los Estados Unidos, vinieran a reemplazarla.
África negra acompañó a América en este viacrucis y desventuras, pero a la vez imprimió un sello indeleble, tanto en el Sur como en el Norte a todo lo americano. Del trabajo esclavo en minas y plantaciones, como del tráfico negrero transatlántico no sólo le nutrió con un enorme filón al ascendiente capitalismo europeo, sino el gran mestizaje del Nuevo Mundo y su cultura maravillosa que hace del nuestro, el continente de los 7 colores, como dijera Arciniegas, o el de la raza cósmica como lo denominó Vasconcelos.
La otra importancia del descubrimiento de América reside en que antes de éste, la historia circunscribía su magnitud a una esfera regional o local, a la extensión de la civilización alrededor de grandes ríos y puertos de mar en África, Asia y por último en torno al mar Mediterráneo. Con el grito avistando tierra del vigía de una de las carabelas de Colón, la historia adquirió por primera vez, dimensión universal, planetaria.
De modo que si el descubrimiento europeo le trajo a nuestro continente elementos más avanzados de civilización, América los pagó con creces y su aporte propio al progreso del mundo fue igualmente colosal y así debe ser reconocido.