Declaración del PTC. En el conflicto de Ucrania: El agresor no es Rusia sino los Estados Unidos
Una gigantesca y monstruosa operación planetaria de engaño adelanta el aparato mediático de Occidente. Se oculta y tergiversa de plano el fondo de los acontecimientos en desarrollo derivados del conflicto entre Rusia y Ucrania. La gran conmoción mundial fue planeada y provocada, y aspira a ser aprovechada, por el superpoder que funge como abanderado de la libertad y de la paz del mundo, Estados Unidos.
La causa real del conflicto es la agresiva e irracional expansión del ámbito territorial de la OTAN operada luego de la desintegración de la Unión Soviética, cuyo fin ostensible es tender un cerco político-militar en la frontera occidental de la actual Rusia. La administración estadounidense de entonces, en cabeza de su presidente George H.W. Bush y su secretario de Estado James Baker, se comprometió a no expandir “ni una pulgada hacia el Este” la alianza militar euro-norteamericana.
En desarrollo de una política diametralmente opuesta, los gobiernos de Estados Unidos no sólo lideraron la incorporación de los países de Europa Oriental a la OTAN, sino que patrocinaron el golpe de Estado de la corriente neonazi en Ucrania en 2014, apoyaron la violación del Protocolo y el Acuerdo de Minsk de 2014-2015 que establecía una relativa autonomía a los territorios de Donetz y Lugansk, respaldaron la política oficial de los gobiernos ucranianos de discriminación y persecución a la población rusa del país, en especial en la región sureste del Donbass, han provisto de fondos, armas y asesores militares a los destacamentos fascistas de su ejército, y desconocido el referendo con el que la población de Crimea se pronunció por la incorporación a Rusia. El reconocimiento de las dos repúblicas proclamadas en esta región en los mencionados territorios autónomos, la decisión de Putin de acudir en socorro de la población rusa que las habitan y las acciones derivadas, son la consecuencia de esta cadena de hechos de provocación y agresivo cerco a lo largo de casi dos décadas.
Como se ha dicho con absoluta razón, es como si un poder hostil a Washington instalara ojivas nucleares en la frontera norte mexicana. Estados Unidos respondería en la hipotética eventualidad con toda su potencia bélica pero cuando otro país es colocado en esta misma situación por iniciativa del Tío Sam, vocifera condenando su reacción como crimen de lesa humanidad. Es el Orden Mundial de hegemonía unipolar instaurado por la superpotencia gringa desde 1991, que en nombre de esa fantástica Nación Excepcional autoproclamada exige al mundo entero que se someta a su dominio y explotación imperial.
La cuestión es que el hegemonismo que imponía tal orden periclita a ojos vista, que el “Siglo Americano” que anunciaron sus ideólogos amenaza ser reemplazado por el nuevo eje económico mundial que se desplaza al Asia y al Pacifico, cuyo núcleo es el enorme PIB chino −el mayor del mundo desde noviembre de 2019, según el FMI−, que “la mayor democracia del mundo” arrastra una crisis sin precedentes, desindustrializada, dividida y polarizada por una gran desigualdad social, y cuyo viejo poder pronto será desportillado en mil lugares del orbe.
Biden ha anunciado que Estados Unidos no afrontará el conflicto con sus fuerzas militares sino con la OTAN, y con suministro de recursos, armas y asesores militares norteamericanos a Ucrania. Es decir, que la carne de cañón de la agresora política adelantada en aras de la hegemonía gringa, la proveerá la mayor parte de los pueblos de Europa. Y no obstante la renuencia explícita de Alemania a participar en la carnicería por su repercusión negativa en el suministro del gas ruso, Washington confía en arrastrar, una vez más, los gobiernos europeos a su redil bélico. Como en la segunda guerra mundial, el imperio norteamericano busca que el horror de la guerra europea, que azuza y se precipita, −como el conflicto que fragua en el Mar de China−, trabaje en su beneficio pues esta no la librará principalmente con sus soldados ni la padecerá en su propio territorio. Y a sabiendas que se expone la humanidad al catastrófico riesgo de que la contienda bélica desemboque en el holocausto nuclear.
La actitud guerrerista y agresiva del Pentágono ha rechazado todo entendimiento diplomático, incluso el que propuso el gobierno ruso en diciembre pasado, y optado por la guerra en los hechos. El arsenal de falacias con la que encubre su real política agresiva incluye, para embaucar y atemorizar incautos, la gran mentira que atribuye al comunismo la actuación de la dirección del Kremlin. Cabe seguir apoyando, por tanto, el clamor democrático mundial que demanda la solución pacífica del conflicto basada en que se detenga la expansión imperial de la OTAN.
A los pueblos de la periferia atrasada del mundo se les exigirá, como a los esclavos del Circo romano, que aplaudan la élite esclavista apoltronada en el palco por sus pretendidas hazañas guerreras. Nunca los genuinos demócratas del mundo nos prestaremos a semejante infamia. Que lo hagan los gobiernos como el que por desgracia sufre Colombia, el peor, el más inepto y servil ante la dominación gringa que haya padecido el país, con su caudillo detrás del trono y su feligresía oscurantista, explotadora y represiva. Nosotros, en cambio, proclamamos que a Colombia, como a los pueblos del mundo entero, les conviene el hundimiento de la hegemonía norteamericana, que debemos procurar que se acelere y que procede aunar esfuerzos con todos cuantos contribuyan a ella.