“Si la gente no se rinde, existe la posibilidad de crear una internacional progresista”. Entrevista a Noam Chomsky

Resulta importante conocer el contexto geopolítico en el que tiene lugar la emergencia provocada por el coronavirus, contexto que nos ayudará a comprender las distintas tensiones que esa emergencia produce en las relaciones internacionales y en el ámbito global.

Noam Chomsky opina sobre la COVID-19, la OMS, China, Gaza y el capitalismo mundial

Por Amy Goodman (Democracy Now) 24/04/2020

Esta entrevista se emitió en Democracy Now. Traducción de Paloma Farré.

Amy Goodman: Hablamos con Noam Chomsky justo después de que el presidente Donald Trump anunciara lo que finalmente ha hecho el 15 de abril al retirar el apoyo de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud. Así se dirigía Trump a los periodistas la semana pasada:

“Periodista 1: ¿Es el momento de interrumpir la financiación a la OMS con una pandemia de esta envergadura?

Donald Trump: No, tal vez no. Es decir, no estoy diciendo que lo vaya a hacer, sino que vamos a estudiarlo.

Periodista 2: Ha dicho que iba a hacerlo.

Donald Trump: Le estamos dando un enorme… no, qué va. He dicho que íbamos a estudiarlo. Vamos a analizarlo. Vamos a estudiarlo.”

A.G. ¿Puede hablarnos de lo que Trump amenaza con hacer en estos momentos? Primero rechazó los test de la OMS, que habrían sido cruciales, y ahora dice que va a retirar la financiación a la Organización Mundial de la Salud.

N.C. Es el comportamiento típico de los autócratas y dictadores. Cuando cometes unos errores tan descomunales que están matando a miles de personas, siempre se busca un culpable. Y en Estados Unidos, lamentablemente, se lleva dando el caso desde hace más de un siglo, siglo y medio; culpar siempre al “peligro amarillo” es fácil. “Los amarillos vienen a por nosotros”. Llevamos toda la vida viéndolo, de hecho, viene de lejos. Así, culpar a la Organización Mundial de la Salud, culpar a China y afirmar que la OMS mantiene una relación insidiosa con China, en la práctica, les funciona. Y convence a una población que lleva mucho tiempo tremendamente adoctrinada, ya desde la Ley de Exclusión de los chinos del siglo XIX, que dice: “Sí, esos salvajes amarillos vienen a acabar con nosotros”. Es algo casi instintivo.

Y está respaldado por el altavoz digamos, por ejemplo, de Rush Limbaugh [locutor de radio y analista político conservador]. La ciencia es uno de los cuatro recodos del engaño, junto con los medios de comunicación, el mundo académico –he olvidado uno, pero hay cuatro recodos del engaño–. Viven del engaño. Se va metiendo en la cabeza de la gente. Y dicen: “¿Por qué vamos a creérnoslo? ¿Por qué vamos a creer las noticias? Solo son fake news. Intentan acaban con nuestro salvador, nuestro presidente, el mejor presidente de la historia”.

Tengo edad suficiente para recordar que de niño escuchaba los discursos de Hitler en la radio, los mítines de Nuremberg. No entendía las palabras, pero el tono y la reacción de la multitud, una multitud fervorosa, era verdaderamente patente y aterrador. Sabemos a lo que dio lugar. Es difícil… –enseguida me viene a la mente al escuchar los desvaríos de Trump y la multitud–. No estoy insinuando que sea como Hitler. Hitler tenía ideología, una ideología espantosa, la de masacrar a todos los judíos y a 30 millones de eslavos y romaníes, y la de conquistar gran parte del mundo, pero, además, tenía un ideario interno: el Estado, bajo el control del Partido Nazi, debía controlar todos los aspectos de la vida, incluso el sector empresarial. Nosotros no vivimos en ese mundo. De hecho, es más bien a la inversa, las empresas son las que controlan a los gobiernos. Y en lo que respecta a Trump, la única ideología perceptible es puro narcisismo. Es la ideología del “yo”. Mientras seas lo bastante inteligente como para seguir sirviendo a los verdaderos amos, colocando el dinero en los bolsillos de los más ricos y del sector empresarial, dejarán que sigas con tus payasadas.

Es bastante llamativo lo que ocurrió en la conferencia de Davos el pasado mes de enero. Se trata de la reunión de las personas que llaman “amos del universo”: los consejeros delegados de las empresas más importantes, es decir, las principales estrellas mediáticas. Se reúnen en Davos una vez al año, se felicitan mutuamente por lo maravillosos que son, adoptan la pose de humanistas comprometidos que hacen lo que pueden, totalmente entregados al bienestar de los pueblos del mundo. “Estáis a salvo dejando vuestro destino en nuestras manos porque somos muy buena gente”.

Trump acudió a Davos y dio el discurso de apertura. Trump no les gusta. Su vulgaridad es incompatible con la imagen de humanistas cultivados que intentan proyectar. Pero le aplaudieron frenéticamente, aplaudieron cada palabra con entusiasmo porque saben que distingue los bolsillos que hay que llenar de dólares y el modo de hacerlo. Mientras siga haciéndolo, mientras sirva a su principal electorado, le dejarán que siga con sus payasadas –de hecho, les gusta porque moviliza a muchísima gente que apoyará sus políticas, como sus logros en materia legislativa–. El principal es una estafa fiscal que pone el dinero en manos de las arcas empresariales y perjudica a todos los demás. La desregulación es fantástica para los negocios. Les encanta. Pueden destrozar el medioambiente y perjudicar a la gente todo lo que quieran. Es muy perjudicial para la población.

¿Qué ocurre si se reducen las limitaciones para contaminar, las disposiciones sobre las emisiones? La gente muere a causa de la contaminación, de envenenamiento por mercurio. Las aguas están contaminadas. Y el mundo, obviamente, se enfrenta a la catástrofe. la catástrofe se acelera. Y como he dicho, incluso en los presupuestos presentados el 10 de febrero, a la vez que recortaba en protección frente a enfermedades en medio de una pandemia salvaje, aumenta la financiación de la producción de combustibles fósiles, que va a acabar con todos nosotros. Por supuesto, destina muchísimo más dinero al Pentágono y a su famoso muro. Pero este es el mundo en el que vivimos –aquí y no en otro lugar–. Como he dicho, los países asiáticos han estado actuando con sensatez. De hecho, Nueva Zelanda parece que también le ha puesto fin. Taiwán lo está haciendo muy bien. En Europa, quizá Alemania tiene el menor índice de mortalidad del mundo, Noruega también. Hay formas de reaccionar.

Y hay formas de intentar destrozarlo todo –a lo que el presidente Trump nos está abocando con la ayuda del altavoz de Murdoch, Fox News y otros–. Y, de un modo sorprendente, este ejercicio de prestidigitación está funcionando. De modo que, por una parte, alzas la mano hacia el cielo y dices: “Soy el escogido. Soy vuestro salvador. Voy a reconstruir América, voy a devolverle la gloria porque yo soy el sirviente. Soy el fiel servidor de la clase trabajadora”. Mientras tanto, por otra parte, les apuñalas por la espalda. Y para llevar esto a cabo hace falta una actuación política genial. Hay que reconocer que es necesario verdadero talento, ya se trate de algo intuitivo o planificado deliberadamente. Es demoledor. Lo hemos visto antes. Lo vemos ahora en dictadores, autócratas, sociópatas que acaban ocupando cargos de responsabilidad. Y ahora está ocurriendo en el país más importante y rico de la historia universal.

 Así, Estados Unidos se encuentra en una situación en la que la economía se ha paralizado debido a la catástrofe absoluta que supone esta pandemia, en la que la gente tiene que aislarse –aunque el aislamiento en un lujo–. Muchos trabajadores de servicios esenciales tienen que exponerse a esta pandemia y enfrentarse a una enorme amenaza para sus vidas. Coméntenos si considera que esta pandemia puede poner en peligro el capitalismo mundial en términos generales o lo va a apuntalar, y si los miles de millones de dólares que se están invirtiendo en estos planes de reactivación económica simplemente van a intensificar la desigualdad o realmente van a ayudar a los de abajo.

Es una elección, no algo inevitable. Es decir, el sector empresarial está trabajando mucho para planificar un futuro del tipo que describes. La cuestión es si las organizaciones populares serán capaces de imponer suficiente presión para asegurarse de que eso no ocurra.

Y hay formas de hacerlo. Mira el sector empresarial –lo que acabas de describir–. En estos momentos las empresas están escondiendo sus ejemplares de Ayn Rand y yendo detrás de papá Estado para solicitar prestaciones de financiación pública para sobreponerse a los resultados de su comportamiento delictivo. ¿Qué han estado haciendo estos últimos años? Los beneficios se han disparado. Se les ha consentido una orgía de recompra de acciones, que son mecanismos para aumentar la riqueza de ricos accionistas y directivos, mientras socavan la capacidad productiva de la empresa a gran escala al establecer sus despachos en alguna pequeña sala de Irlanda para no tener que pagar impuestos y utilizar paraísos fiscales. No se trata de calderilla. Se trata de decenas de billones dólares que se roban al contribuyente. ¿Tiene que ser necesariamente así?

Mira la actual dádiva a las empresas. Debería ir acompañada de condicionalidades –término con el que nos hemos familiarizado por el FMI–. Se les debería exigir para asegurarse de que no se utilizarán más paraísos fiscales, de que no habrá más recompra de acciones, punto final. Si no lo hacen con una garantía firme, no hay dinero público.

¿Es una utopía? En absoluto. Así era la ley que se hizo cumplir hasta Ronald Reagan, que abrió el grifo para que se robara todo lo que se quisiera, junto con Milton Friedman y otras lumbreras que, en segundo plano, le decían: “Eso es la libertad”. “La libertad” significa robar lo público a gran escala a través de engranajes como los paraísos fiscales y la recompra de acciones. De modo que no hay nada de utópico acerca de dichas condiciones. Dice: “Volvamos a la época en la que el capitalismo estaba bastante más reglamentado”, que se desarrolló a partir de Roosevelt, se llevó a cabo durante la década de 1970, cuando empezó a deteriorarse, y se acabó con Reagan.

Debería haber nuevas condicionalidades, los trabajadores deberían estar… en la gestión de las empresas debería haber representantes de los trabajadores. ¿Es imposible? No, se ha hecho en otros países, por ejemplo, en Alemania. Se debería exigir que garantizaran un salario mínimo vital –no solo un salario mínimo, sino un salario mínimo vital–. Una condicionalidad que se puede imponer.

Ahora bien, podemos avanzar y reconocer los hechos, hay que tener en cuenta que todo esto es anterior a Trump. Trump está cogiendo un sistema fallido, letal y lo está convirtiendo en una monstruosidad, pero las raíces ya estaban antes. En primer lugar, basta recordar la razón por la que se ha dado la pandemia. Las empresas farmacéuticas siguen la lógica capitalista. No hay voluntad de hacer nada. El azote neoliberal dice que el gobierno no puede hacer nada como en el pasado. Entonces llega Trump y lo empeora de un modo incomparable. Pero las causas de la crisis son anteriores a Trump.

Lo mismo ocurre con el sistema sanitario. Del mismo modo que nosotros lo sabemos –todo el mundo sabe–, ellos deberían conocer los datos básicos. Es un escándalo internacional: el doble de gasto que en países similares y uno de los peores resultados. The Lancet, una de las principales revistas médicas del mundo, recientemente ha llevado a cabo un estudio sobre el gasto. Calcularon que el gasto anual de los estadounidenses se acercaba al medio billón de dólares y se habían perdido 68.000 vidas. No es una cifra tan baja.

¿Puede hablarnos, globalmente, de lo que está ocurriendo respecto a un asunto que le toca muy de cerca desde hace décadas, los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, lo que supone para un lugar como Gaza, a la que la ONU y personas de todo el mundo han calificado de especie de “cárcel al aire libre” de casi dos millones de personas?, ¿qué podría significar la pandemia allí?

Cuesta lo indecible pensar en ello. Gaza es 2 millones de personas viviendo en una cárcel al aire libre objeto de ataques constantes. Israel, que es la fuerza de ocupación –algo reconocido por todos los países del mundo excepto Israel–, Israel está imponiendo, ha estado imponiendo sanciones muy duras desde que los palestinos cometieran el error de llevar a cabo las primeras elecciones libres en el mundo árabe y eligieran a las personas equivocadas. Estados Unidos e Israel cayeron sobre ellos como una tonelada de ladrillos.

La política de Israel, como explicó Dov Weissglas, la persona a cargo de la retirada de las tropas israelíes, la retirada de los colonos y la imposición de un nuevo régimen, lo explicó con franqueza: “Vamos a poner a la gente de Gaza a dieta, les daremos lo suficiente para que sobrevivan”, lo cual significaba que no estaría bien que murieran todos, pero nada más que eso. Es decir, ni un trozo de chocolate o un juguete para un niño. Ni hablar. Solo lo suficiente para sobrevivir. Y si tienes un problema grave de salud, quizá puedas hacer una solicitud para ir al hospital de Jerusalén Este. Tal vez en un par de semanas te permitan ir. Tal vez a un niño le permitan que vaya, no así a su madre.

Si la pandemia se extiende –ahora hay un par de casos en Gaza–, será un desastre absoluto. Varias organizaciones internacionales han señalado que en 2020, es decir, ahora, Gaza probablemente será un lugar apenas habitable. Aproximadamente el 95% del agua está completamente contaminada. El lugar es un desastre. Y Trump se ha asegurado de que vaya a peor. Retiró la financiación de los sistemas de ayuda a los palestinos en Gaza y Cisjordania: la UNRWA (la Agencia de la ONU para los Refugiados palestinos) eliminó la financiación; los hospitales palestinos eliminaron la financiación. Y lo hizo por una razón. No le elogiaban suficientemente. No respetaban al dios y, por lo tanto, los estrangularemos, aunque apenas sobrevivan bajo un régimen severo y brutal.

Por cierto, que esto también es extensivo a los palestinos de Israel. Los activistas pro derechos humanos que están en Israel señalaron recientemente –hay artículos sobre el tema en Haaretz– que Israel finalmente empezó a instalar unos cuantos puntos móviles para hacer test únicamente en las zonas judías, no en las zonas con población palestina. Y para asegurarse de que todo salía como estaba previsto, lo anunciaban solo en hebreo, y no en árabe, de modo que los palestinos no se enteraran. Y eso es dentro de Israel. En los territorios ocupados, aún peor.

Y el azote de Trump apareció para decir: “No os vamos a dar ni un céntimo porque no sois suficientemente respetuosos conmigo”. No sé cómo describir este tipo de cosas. No tengo palabras.

Noam Chomsky, ¿qué respuesta internacional cree que se requiere para detener el auge del autoritarismo que ha surgido en respuesta a esta pandemia? Por ejemplo, en Filipinas, donde Duterte, el líder autoritario aliado de Trump, habla de matar gente; la represión masiva, sin el apoyo de los ciudadanos de India, 1.300 millones de personas, con Narendra Modi. El presidente Trump estuvo en India cuando la pandemia empezaba a aparecer, no dijo una palabra al respecto y llenó un estadio con 100.000 personas. Tenemos a Orbán en Hungría, que hoy gobierna por decreto. ¿Qué sería necesario para darle la vuelta a eso y convertirlo en una respuesta progresista?

 En efecto, en lo que está ocurriendo, si es que se puede hallar algo de coherencia política en la locura de la Casa Blanca, hay algo que se manifiesta con bastante claridad: en concreto, un esfuerzo por construir una internacional de los Estados más reaccionarios y opresivos que existen, dirigida por el gánster de la Casa Blanca. Y está tomando forma.

Podría pasar por encima, pero como has mencionado India, Modi, que es un extremista nacionalista hindú, sistemáticamente toma medidas para acabar con la democracia secular india y aplastar a la población musulmana. Lo que está ocurriendo en Cachemira es espantoso. Ya estaba bastante mal y ahora va a mucho peor. Lo mismo con la población musulmana, que constituye una población enorme en India. El actual confinamiento casi se puede calificar de genocida. Creo que Modi avisó con cuatro horas para cumplir con un confinamiento total. Son más de mil millones de personas. Algunas no tienen adónde ir. La gente que vive de la economía sumergida, una enorme cantidad de personas, simplemente ha sido expulsada. “Vuelvan a su pueblo”, que puede estar a miles de kilómetros. “Muéranse en el camino”. Es una enorme catástrofe en ciernes, que se añade a los grandes esfuerzos por imponer las doctrinas del movimiento hindutva de ultraderecha que están en el centro del pensamiento y bagaje de Modi.

El actual confinamiento en India casi se puede calificar de genocida. Es una enorme catástrofe en ciernes

Lo que está ocurriendo en general en el sur de Asia –aparte de esto que ocurre en India– es que se va a convertir en un lugar inhabitable bastante pronto, si se mantienen las actuales políticas climáticas. El verano pasado, la temperatura en Rajastán alcanzó los 50 grados centígrados. Y sigue aumentando. En India hay cientos de millones de personas que no tienen acceso a agua. Y va a empeorar enormemente, podría dar lugar a una guerra nuclear entre las dos potencias que básicamente dependen de los mismos recursos hídricos, que están en retroceso por el calentamiento global: Pakistán e India. Es decir, la historia de terror que se está gestando, una vez más, es inenarrable. No hay palabras para describirlo. Y hay gente que está entusiasmada con ello, como Donald Trump y su amigo Bolsonaro en Brasil, otro par de sociópatas.

¿Pero cómo enfrentarse a una internacional reaccionaria? Creando una internacional progresista. Y se están dando pasos para hacerlo. No reciben mucha publicidad, pero creo que el próximo mes de diciembre se anunciará formalmente lo que lleva en marcha desde hace tiempo. Yanis Varoufakis, fundador y líder de DiEM25, el movimiento progresista de Europa, muy importante, y Bernie Sanders hicieron una declaración en la que solicitaban la creación de una internacional progresista para combatir y, esperemos, vencer a la internacional reaccionaria ubicada en la Casa Blanca.

Ahora bien, a nivel estatal, parece existir una competencia extremadamente desigual. Pero no solo existen los Estados. A nivel de las personas no es imposible. Es posible construir una internacional progresista fundamentada en la gente, desde los grupos políticos organizados que se han multiplicado, que han recibido un balón de oxígeno enorme con la campaña de Sanders, hasta las organizaciones de asistencia personal y de asistencia mutua que están aumentando en todo el mundo, en las zonas más empobrecidas de Brasil, por ejemplo, e incluso el llamativo hecho que mencioné anteriormente, que las bandas criminales y asesinas están asumiendo la responsabilidad de llevar cierto tipo de protección contra la pandemia a las favelas, los barrios pobres deprimidos, de Río. Todo esto ocurre a nivel popular. Si se expande y evoluciona, si la gente no se rinde a la desesperación, sino que trabaja para cambiar el mundo, como han hecho en el pasado en condiciones mucho peores, si no se da por vencida, existe la posibilidad de crear una internacional progresista.

Y hay que tener en cuenta, no hay que perder de vista, que también hay asombrosos casos de internacionalismo, internacionalismo progresista, a nivel estatal. Echémosle un vistazo a la Unión Europea. Los países ricos de Europa, como Alemania, recientemente nos han dado una lección sobre lo que significa la unión. ¿Verdad? Alemania lo está gestionando bastante bien. Probablemente tengan la tasa de mortalidad más baja del mundo en una sociedad organizada. Justo al lado, el norte de Italia está sufriendo estrepitosamente. ¿Alemania les está prestando ayuda? No. De hecho, Alemania incluso ha bloqueado los esfuerzos por emitir eurobonos, bonos en general, en Europa que se podrían haber utilizado para aliviar el sufrimiento de los países que están en las peores condiciones. Sin embargo, afortunadamente para Italia, puede buscar ayuda al otro lado del Atlántico, de la superpotencia del hemisferio oeste: Cuba. Una vez más, y como siempre, Cuba está demostrando un internacionalismo extraordinario al enviar médicos a Italia. Alemania no lo hará, pero Cuba sí. China está prestando ayuda material. Y estos son los pasos que hay que dar para lograr un internacionalismo progresista a nivel estatal.

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