Crisis climática: ¿La responsabilidad es de todos?

Edición #80

El gran poder de los responsables de la crisis climática no se ha visto mermado con la llegada de la tercera y cuarta revolución industrial, y esto se hace evidente en la mayor potencia económica mundial, los Estados Unidos, que en el siglo XXI ha tenido dos presidentes que representan los intereses directos del sector minero-energético, George Bush y Donald Trump. La medida tributaria que se está implementando para combatir la crisis es el llamado impuesto al carbono, pero se ha demostrado que dicho impuesto no disminuye la tasa de ganancia del negocio, pero sí castiga a los consumidores de gasolina y de energía eléctrica, con más altos precios.

Por Higinio Pérez Negrete

Economista. Profesor universitario

Uno de los problemas que más preocupa hoy a la población mundial es la crisis climática y sus consecuencias nefastas (sequías, incendios, inundaciones, huracanes, etc.). La causa de esta crisis son los gases de efecto invernadero y, entre estos se destaca como el de mayor impacto el dióxido de carbono (CO2). Una pregunta que obligatoriamente debemos hacer es: ¿Quién o quiénes son los responsables de las emisiones de carbono que tanto daño le han hecho y le siguen haciendo al planeta?

La Organización de las Naciones Unidas, en su más reciente informe titulado “Cambio climático 2021: la base de la ciencia física”, concluye que: “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra”. Llama la atención que dicho informe, en lugar de precisar quién o quiénes son los verdaderos responsables, atribuye la culpabilidad a todas las personas que habitan el planeta. Por el contrario, el Papa Francisco, en su Encíclica ‘Laudato si’, publicada el 18 de junio de 2015, en el capítulo 5, señala que: “El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente”.

Con más precisión aún en la asignación de la responsabilidad, el Papa exige que “los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones”. Aunque en la Encíclica no aparece literalmente la palabra capitalismo, queda claro que se está refiriendo a los capitalistas (empresarios) que explotan el carbón, el petróleo y el gas, y a los capitalistas que utilizan estos recursos como energía o como materia prima, sin importarles los daños que producen a la naturaleza y a la humanidad.

Desde la primera revolución industrial, en los siglos XVIII y XIX, con el uso del carbón como fuente de energía, el capitalismo comenzó a poner en riesgo la naturaleza, y la situación empeoró con el uso y la explotación del petróleo en la segunda revolución industrial, combustible que sirvió para mover los carros de la Ford Motor Company y otras empresas del sector, y todavía hoy, después de un poco más de un siglo de su aparición, este medio de transporte sigue contaminando el planeta. A estos combustibles se sumó el gas, que contamina un poco menos.

Las grandes empresas del carbón, del petróleo y del sector automotriz, aportaron las fortunas de quienes durante gran parte del siglo XX ocuparon los primeros lugares en la lista de las personas más ricas del mundo, Nelson Rockefeller y Henry Ford. Pero esta situación cambió en la segunda mitad del siglo. Gracias a las tecnologías de la tercera y cuarta revolución industrial, encabezadas por el Internet, desde antes de comenzar el siglo XXI se abrió la posibilidad de aumentar significativamente la producción y distribución de energía solar, de muy bajo costo, por parte de pequeños productores. Esta misma posibilidad se abrió para la energía eólica, aunque en este caso el Estado es quien debe asumir directamente la producción. Sin embargo, el aprovechamiento de estas nuevas energías, con un nivel de contaminación atmosférica cercano a cero, avanza muy lentamente.

El gran poder de los responsables de la crisis climática no se ha visto mermado con la llegada de la tercera y cuarta revolución industrial, y esto se hace evidente en la mayor potencia económica mundial, los Estados Unidos, que en el siglo XXI ha tenido dos presidentes que representan los intereses directos del sector minero-energético, George Bush y Donald Trump. La medida tributaria que se está implementando para combatir la crisis es el llamado impuesto al carbono, pero se ha demostrado que dicho impuesto no disminuye la tasa de ganancia del negocio, pero sí castiga a los consumidores de gasolina y de energía eléctrica, con más altos precios. Los Estados en las economías más ricas podrían acelerar la producción y distribución de energías limpias y renovables, directamente o brindando condiciones favorables a pequeños productores. Pero, han decidido esperar que las grandes empresas privadas exploten totalmente el carbón, el petróleo y el gas que aún queda en el planeta.

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