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Pero esta farsa se cae por su propio peso al leer los documentos sobre tráfico de drogas en América Latina elaborados por agencias gubernamentales norteamericanas. La DEA publicó en diciembre de 2019 su informe anual sobre el tema del tráfico de drogas ilícitas y es muy precisa cuando afirma que 90% de la cocaína que llega a Estados Unidos proviene de Colombia, 6% de Perú y 4% de otros países entre los cuales no se menciona a Venezuela. Estas afirmaciones coinciden con el informe sobre el tema elaborado por la Agencia Antidrogas de las Naciones Unidas (UNODC).

Por Yezid García Abello

Secretario general (e) del PTC

Aunque la propaganda uribista ha insistido en todos los escenarios nacionales e internacionales que es como consecuencia de los acuerdos de paz y el poco compromiso con la erradicación de cultivos ilícitos de la administración anterior que ha crecido el área cultivada, los informes de las agencias especializadas dicen otra cosa. La Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de la Casa Blanca (ONDCP), dependiente directamente del presidente Trump, en su informe presentado el 5 de marzo, hace apenas un mes, afirmó categóricamente que en el Gobierno de Iván Duque se han batido todos los récords del crecimiento del área sembrada de coca y la producción derivada de toneladas de cocaína. En efecto, entre 2018 y 2019 se pasó de 208.000 hectáreas a 212.000 y de 879 toneladas a 951.

El país, con la excepción del Fiscal Barbosa que ha hecho todo lo posible por echarle tierra al asunto, se escandalizó al conocer las grabaciones de las conversaciones entre el Ñeñe Hernández, asesores del expresidente Uribe y dirigentes de la campaña electoral de Duque, donde se hablaba de compra de votos en la Guajira y el Cesar a favor del candidato del Centro Democrático. Al Ñeñe Hernández la justicia colombiana lo acusa de ser parte de la estructura criminal de alias Marquitos y que estaba encargado del área financiera de ese clan mafioso. Circularon en las redes sociales, además, fotos y videos que mostraban la relación de amistad existente entre el Presidente de la República y el Ñeñe, tanto así que fue invitado con su señora a la posesión de Duque. Se supo hace pocos días que para fortalecer la campaña presidencial el expresidente Uribe le había solicitado a Lucas Gnecco, dirigente político del Cesar condenado por paramilitarismo, su decidida colaboración.

En el mes de febrero, en Suesca, Cundinamarca, se encontró un laboratorio para la producción de cocaína en una finca de propiedad del embajador en Uruguay, Fernando Sanclemente. Sanclemente tendrá que dar ante la justicia las explicaciones que prueben el desconocimiento y la inocencia que alega, pero, ¿Por qué hasta hace pocos días permaneció en su cargo y no pidió licencia ni presentó renuncia para no favorecerse de su investidura de embajador en la investigación? ¿Y por qué, como era lo lógico, ni el presidente ni la ministra de Relaciones Exteriores tomaron medidas respecto a impedir la continuidad de Sanclemente en el cargo diplomático?

El mentor político de Duque, Álvaro Uribe, tiene numerosas investigaciones que curiosamente no avanzan en la Comisión de Acusaciones del Congreso ni en la Corte Suprema de Justicia. Son investigaciones sobre relaciones cómplices con militares confesos de violar derechos humanos, paramilitares y mafiosos. Las acusaciones sobre sobornos de Uribe a falsos testigos para buscar testimonios a su favor y contra sus rivales políticos las conoce de sobra el país.

En la prensa nacional se informa que una empresa de construcción, de nombre Hitos Urbanos, propiedad de la vicepresidente Marta Lucia Ramírez, su esposo y su hija, construyó en compañía de un narcotraficante con vínculos con paramilitares de nombre Guillermo León Acevedo Giraldo, apodado “Memo Fantasma”, un edificio en la calle 85 de Bogotá, llamado Torre 85. Ante las evidencias que destapa la investigación del centro de investigaciones Insight Crime y su codirector Jeremy Dermott, la Vicepresidente dice que ella consultó en su momento con el general Naranjo sobre los antecedentes del fulano pero esa petición no aparece por escrito, ni mucho menos la respuesta que, según ella, fue contundente en el sentido que “Memo” no tenía antecedentes penales. Airadamente, la funcionaria pública ha denunciado, sin señalar quién, que la “quieren ensuciar” y deliberadamente se le olvida que la opinión pública, como ella lo ha exigido en casos similares, tiene derecho a explicaciones convincentes más allá de las lágrimas ante las cámaras de los noticieros.

El mundo está al revés y el orate que preside a los Estado Unidos, más desquiciado que nunca. Para él y el gobierno gringo, por pura conveniencia política y económica (la reelección presidencial y el control de país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo) el gobierno “narcotraficante y corrupto” es el gobierno venezolano que preside Nicolás Maduro y, por tanto procedió a un feroz bloqueo económico sobre el hermano país. Y ahora, aprovechando las dificultades que causa la pandemia del coronavirus en los países de América Latina ofreció cuantiosas recompensas por la “captura” de Maduro y catorce altos funcionarios de ese gobierno e inició una amenazante movilización de barcos de guerra y tropas sobre Venezuela con el pretexto de intensificar el combate al narcotráfico. Maniobras que, según Trump, cuentan con el respaldo del secretario de la OEA y los gobiernos de veinte países latinoamericanos.

Pero esta farsa se cae por su propio peso al leer los documentos sobre tráfico de drogas en América Latina elaborados por agencias gubernamentales norteamericanas. La DEA publicó en diciembre de 2019 su informe anual sobre el tema del tráfico de drogas ilícitas y es muy precisa cuando afirma que 90% de la cocaína que llega a Estados Unidos proviene de Colombia, 6% de Perú y 4% de otros países entre los cuales no se menciona a Venezuela. Estas afirmaciones coinciden con el informe sobre el tema elaborado por la Agencia Antidrogas de las Naciones Unidas (UNODC).

No obstante, el mundo está al revés, y estará así en el futuro hasta que la resistencia de los demócratas del mundo impida que el imperio norteamericano, presidido por un lunático, decida quien es bueno y quien malo, quien es narcotraficante y quien no, quien es corrupto y quién no. A juzgar por los hechos resumidos en estas líneas, es el gobierno de Duque el que mejor encaja en el rótulo de “narcotraficante y corrupto”. A los colombianos nos toca dejar de mirar un poco la pajilla en el ojo ajeno y asombrarnos con la viga que tenemos en el propio.

Bogotá D.C., 9 de abril de 2020

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