Nadie estará a salvo mientras no lo estén todos
Lo que ocurre hoy con las vacunas contra el covid-19, las cuales no llegarán a una gran parte de la población mundial porque están sometidas a condiciones del mercado, significa ello que no existe una seguridad sanitaria universal y el virus seguirá haciendo daño. La forma en que se está tratando de combatir el covid-19 significa que el mercado impone las condiciones, lo que se refleja en el hecho de que los contratos entre gobiernos y empresas farmacéuticas se manejan en un nivel de confidencialidad que preocupa a la opinión pública en todos los países.
Por Higinio Pérez Negrete
Economista. Profesor universitario / higinio50@yahoo.com
El título de este artículo es una frase de dos ganadores del Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz y Michael Spence, y Jayati Ghost, en “Cómo evitar una recuperación global con forma de k”, (El Espectador, Bogotá, 28 de marzo de 2021). Dicha frase, independientemente del contexto en que es usada en el mencionado artículo, es de gran importancia para expresar las características que tienen los bienes públicos relacionados con la seguridad sanitaria. A diferencia de los bienes privados, los bienes públicos no deben ser sometidos a las condiciones del mercado, esto es, a las condiciones de precio que impone la relación entre la oferta y la demanda y, por consiguiente, no deben excluir de su beneficio a ninguna persona.
Lo que ocurre hoy con las vacunas contra el covid-19, las cuales no llegarán a una gran parte de la población mundial porque están sometidas a condiciones del mercado, significa ello que no existe una seguridad sanitaria universal y el virus seguirá haciendo daño. Sobre el tema de los bienes públicos relacionados con la seguridad sanitaria se manifestó otro Nobel de Economía: “La lógica del mecanismo del mercado se aplica a los bienes privados (como las manzanas y las camisas), no a los bienes públicos (como un entorno libre de malaria)”, Amartya Sen, “Desarrollo como libertad”, (Editorial Planeta, Tercera edición, pág. 162). Contrario al planteamiento de Sen, la forma en que se está tratando de combatir el covid-19 significa que el mercado impone las condiciones, lo que se refleja en el hecho de que los contratos entre gobiernos y empresas farmacéuticas se manejan en un nivel de confidencialidad que preocupa a la opinión pública en todos los países.
Muchas son las críticas al poder que ejercen las empresas farmacéuticas sobre los gobiernos, manifestado en la imposición de condiciones en la contratación de las vacunas. Se comenta que dichas compañías nunca han visto como una atractiva inversión la producción de vacunas contra enfermedades que azotan a la población más pobre del planeta. Su interés ha estado centrado en atender la demanda de medicamentos para el corazón, tranquilizantes adictivos y tratamientos para la impotencia masculina, que les generan una alta tasa de ganancia. Sin embargo, con la actual pandemia lograron aprovechar las debilidades de los gobiernos para hacer su gran negocio con un bien público.
Una de las críticas con mayor rigor ha sido la de la economista Mariana Mazzucato. Frente a la desconfianza que generó en la opinión pública mundial la rapidez de la producción, prueba y salida al mercado de las vacunas, Mazzucato afirmó: “Por supuesto que hay que elogiar todo lo que se ha hecho para crear vacunas en apenas unos pocos meses. Ha sido un enorme salto tecnológico para la humanidad. Pero ese salto se hizo desde un trampolín de décadas de inversión pública a gran escala en investigación y desarrollo” (¿Vacunas para la salud de la gente o del capital? Project Sindicate, diciembre 20 de 2020). En otras palabras, ha sido la tarea científica de universidades durante muchos años, con recursos de los gobiernos de las economías más avanzadas, lo que ha permitido que las empresas farmacéuticas rápidamente hagan su negocio.
En el mismo artículo, agrega: “Ningún país podrá resolver esta crisis actuando solo. Por eso necesitamos vacunas al alcance gratuito de todos. Pero el sistema de innovación actual antepone los intereses de los países de altos ingresos a los del resto, y las ganancias a la salud pública”. Y luego advierte: “Antes de la próxima pandemia, tenemos que entender que las vacunas son bienes públicos globales y empezar a reorientar el sistema de innovaciones hacia un modelo simbiótico de colaboración entre el Estado y la empresa privada que se rija por el interés público”. Llama la atención el optimismo de Mazzucato en su llamado a que las empresas farmacéuticas renuncien a su búsqueda de ganancia.
Aunque han abundado las críticas al jugoso negocio que han encontrado las empresas farmacéuticas en esta pandemia del covid-19, y al pésimo papel que han jugado los gobiernos frente al poder del capital, no se ha reconocido que si el Estado ha sido quien ha puesto los recursos para la investigación básica (científica) también ha debido tener bajo control (propiedad) la producción de la vacuna. Es iluso, como lo hace Mariana Mazzucato, tratar de lograr una colaboración (asociación) entre el Estado y las empresas farmacéuticas que signifique para éstas el sacrificio de sus ganancias.