El gobierno de Iván Duque podría caracterizarse como el de un sordo en una interminable carrera de desaciertos. Su casi inaguantable verborrea, sus pronunciamientos rimbombantes y sus propuestas puramente cosméticas y vacías, son el pan de cada día; esto tenemos que soportar millones de colombianos inconformes con una administración tan incompetente, que parece inverosímil. Como decía en un reciente ensayo Juan Carlos Orrego, refiriéndose al presidente actual, “aunque sea máster de Georgetown University, da la impresión de tener la cultura de un bachiller”[1].