Declaración del PTC sobre la pandemia en Colombia. Hay que rectificar la política del gobierno sobre el coronavirus

El 25 de marzo la más extendida y popular forma de resistencia social resonará en toda Colombia, los cacerolazos. La exigencia de una adecuada política frente al coronavirus, hoy el mayor problema nacional, y el pliego de peticiones sin resolver y sin siquiera responder, del paro del 21 de noviembre, son sus motivaciones fundamentales. El extendido y muy intenso descontento social, recrudecido con la reciente tanda de escándalos, arrojó al gobierno Uribe-Duque a su peor momento de descrédito y repudio, pero para infortunio del país, sobrevino la llegada de la pandemia global para acentuar los males de los colombianos y en auxilio de la minoría gobernante en apuros.

No es cierto que todo esté preparado para enfrentar el contagio del coronavirus y sus efectos, como dice el gobierno. La pandemia tomó al país sin preparación. Ni la red pública hospitalaria ni las EPS privadas tienen capacidad real para tamaña tarea. La causa de ello son las casi 3 décadas de privatización de la salud, de la que se queja todo el país excepto los super ricos que se benefician del negocio y convirtieron el vital servicio en triste sinónimo de “paseo de la muerte”. El país ha presenciado la inadmisible negativa y morosidad del gobierno a tomar desde los primeros momentos las indispensables medidas que demanda la emergencia nacional. Sólo las certeras críticas de Gustavo Petro, instando al temprano confinamiento de la población en sus hogares, y la de las agrupaciones alternativas y sectores de varios otros partidos, y en especial, la iniciativa sobre la cuarentena de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y de alcaldes y gobernadores de numerosas ciudades y departamentos del país, terminaron obligando a recular al Ejecutivo nacional.

Las medidas paliativas que ha tomado Duque también obedecen a su intento de apaciguar las visibles muestras de inconformidad popular, las presiones de distintos sectores políticos y en particular por la actitud erguida de la alcaldesa dela capital. Pero incluso en tales medidas persiste la servil obsequiosidad hacia el capital financiero y las grandes empresas: son muchas las protestas generadas por el decreto 444, que so pretexto de proveer recursos para la emergencia del coronavirus, abre otro chorro de recursos públicos hacia el interés privado de la plutocracia de los grandes negocios. La emergencia que padece Colombia no permite soslayar la cuestión de fondo, es decir, si el peso de la emergencia recaerá sobre los hombros del pueblo o por fin cesará el regalo de los recursos públicos al capital financiero y se gravarán en serio las arcas repletas de la bancocracia. La acertada respuesta que diera en un programa de televisión un docente de la Universidad Nacional, el doctor Orlando Acosta, “prima la protección de la vida sobre la economía”, en relación con la política a seguir frente al coronavirus, sintetiza el fundamental interés de la abrumadora mayoría de los colombianos.

En la cuestión crucial de lo que hay qué hacer para enfrentar y superar el peligro de la pandemia, lo primero a asimilar son las conclusiones, positivas y negativas, que arroja la experiencia tanto de los países que lograron contrarrestar la expansión del contagio del coronavirus como de aquellos que se debaten con el mismo en medio de un derrotero de desastres o se aproximan a ello. Mientras China comienza a salir airosa de la dura prueba, y otros países asiáticos logran el control de la propagación del contagio del virus, el sistema de salud de Italia se sume en el colapso, el de España se bate bajo asedio, en tanto que crecen las dificultades en Gran Bretaña y Estados Unidos. Mientras China envía personal médico y equipos a Italia, Estados Unidos fracasa en su intento de comprar sigilosamente una vacuna temprana producida por empresa alemana contra el Covid-19. El gobierno colombiano debería asimilar y poner en práctica las exitosas estrategias que emergieron, principalmente en China, y también en Corea del Sur, Singapur y Taiwan y Japón. En su orden: la preparación y reacción rápida frente al coronavirus, la detección temprana de los casos mediante pruebas de diagnóstico, el rastreo de potenciales contagios, el confinamiento o distanciamiento social de la población en sus hogares, y la promoción de medidas de higiene. Con excepción del confinamiento, adoptada con retraso, ninguna de estas estrategias ha sido adoptada por el gobierno en Colombia. Y aún no está claro si esta estrategia de confinamiento estará acompañada de las necesarias garantías y del suficiente respaldo de recursos públicos para los trabajadores tanto formales como informales, así como para quienes carecen de medios de subsistencia en todo el país.

Asegurar el cumplimiento de tales estrategias exige la reducción de pagos de la deuda externa, una nueva distribución del gasto público y la reforma del régimen impositivo. Y el resuelto fortalecimiento del sistema de salud pública, concentrado en camas ucis, respiradores y oxigenoterapia, personal de salud suficiente, y equipo de protección para el mismo. El confinamiento exige que los trabajadores formales sigan recibiendo sus salarios, sin autorización de despidos colectivos ni individuales solicitados por empleadores. Suministro de un ingreso básico a los trabajadores informales durante el confinamiento. Moratoria por 1 año de las deudas de los pequeños y medianos productores y negocios. Impuesto extraordinario de emergencia al sector financiero con destino a la batalla contra el coronavirus. Establecimiento del control oficial de precios, especialmente sobre los artículos de primera necesidad. Convenio con Cuba para adquirir el interferón 2 Alfa B, que contribuyó a salvar más de 3 mil vidas en China. Y acuerdo fronterizo con Venezuela y los demás países limítrofes, para implementar medidas de interés muto frente a la pandemia.

La política oficial imperante es diametralmente opuesta a esta visión del problema, y el gobierno no accederá por voluntad propia a ponerla en práctica. En realidad, al persistir en esa actitud, los dueños del poder se exponen a jugar con fuego. Si el contagio se dispara y el sistema de salud empezara a colapsar, los deudos de los afectados no presenciarán pasivamente la suerte de sus seres queridos moribundos. Ni los que ganan el pan con el sudor de su frente, sea con empleos formales o en la informalidad, se resignarán sin más ni más a recluirse sin salario o sin un ingreso básico en sus lugares de vivienda. Las clínicas privadas de primera no escaparían al asedio ni estarían a salvo de la justificada toma por asalariados y menesterosos. Ni tampoco el actual gobierno de los banqueros, sobre el cual podría recaer de lleno la desatada ira del pueblo.

La izquierda, el centro y el conjunto de sectores democráticos, deben aunar esfuerzos para defender la vida y la salud de los colombianos. El PTC está dispuesto a marchar en la primera línea de esa batalla social. Este 25 de marzo desde andenes, puertas y ventanas trepidarán de nuevo las cacerolas desde toda Colombia, haciendo frente al coronavirus, por la vida y contra el mal gobierno.

Bogotá, 24 de marzo de 2020

Comité Ejecutivo Central PTC-Partido del Trabajo de Colombia

Yezid García

Secretario General (e)

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