Pandemia en Colombia: ¿Prevenir o lamentar?
Por Sergio Isaza Villa
Presidente de la Federación Médica Colombiana
El Coronavirus-Sars 2 llegó a Colombia para quedarse. Produce la enfermedad conocida como covid-19. Parece que coronavirus y covid-19, son las palabras mas mentadas el último semestre en el mundo. De ellas hablan los doctos, los políticos no tan doctos, los administradores, los economistas, los aficionados, los ignorantes, los curiosos y los sabihondos. Pero poco preguntan a los que saben algo de ellas: qué son, qué significan, cómo se comporta el virus, qué produce a las personas que infecta, cómo evoluciona la enfermedad y cuál es su desenlace. En redes sociales, programas radiales, campañas publicitarias, en el “voz a voz”, se oye la “última novedad para matar el bicho ese”, lo maravillosos que son esos remedios, que quien los toma se cura de inmediato… hasta que muere. Casos hay muchos. Otros dicen que los médicos y las enfermeras asesinan a la gente para cobrar una millonada por cada caso y los entregan al crematorio sin decir nada; hasta el ministro de Salud en desafortunada alocución habló del cartel del covid; se le pidió que se retractara, no se retractó porque dijo que él no lo había dicho pero las grabaciones de su intervención lo pusieron en evidencia, entonces volvió a decir que no se retractaba sino que aclaraba lo que había querido decir… pero que no lo había dicho. En fin, hasta hay un individuo que posa de periodista y desde Miami y hasta por redes sociales a la turba enardecida a que linchen a los médicos “mafiosos y ladrones”, según sus propias palabras. Y dicen que es profesor universitario. Bueno, las SS, las camisas negras y las camisas pardas también tuvieron profesores universitarios que propagaban el fascismo.
Todo eso recuerda la forma de pensar en la Edad Media, cuando la máxima autoridad, la Santa Madre Iglesia Católica, y el pensar de la mayoría de las gentes, afortunadamente de no todas las gentes, decía que la Tierra era plana y que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Y el que dijera que era la Tierra la que se movía, o que el mundo era una bolita, a la hoguera iba a dar. Afortunadamente Galileo, para escapar a su propio asado, se retractó y cuando los santos inquisidores le revocaron la sentencia de muerte él, muy marrullero, dijo en voz baja: “pero se mueve”.
Así pasa con covid-19. Hasta el pasado 13 de julio, nadie llamaba a los médicos que están al frente de la tarea y conocen su trabajo; todo el mundo hablaba de respiradores y de UCI sin que a nadie se le ocurriera pensar que para que esas cosas, y recalco: cosas, funcionen eficazmente y sin hacer daño al paciente, se necesita del pensamiento, conocimiento, formación, entrenamiento, experiencia y criterio de los intensivistas y sus equipos humanos de enfermeras, terapistas respiratorias y demás disciplinas de la medicina. A nadie se le ocurrió preguntar qué es el cuidado intensivo, cuántos intensivistas hay en el país, cuantos turnos se deben hacer en cada unidad de cuidado intensivo para que los pacientes salgan bien, se compliquen lo menos posible y puedan superarlo cuando les ocurra. Todos ignoraron las advertencias de los médicos conocedores de ese y otros problemas como los de salud pública y las acciones preventivas hasta que estos, representados en 15 organizaciones de carácter nacional, entregaron al gobierno una carta con su punto de vista sobre la crisis.
A lo largo de la emergencia el gobierno ha contado con un grupo de asesores (infectólogo, epidemióloga/o y salubrista) actuando bajo la presión de los grandes gremios económicos y financieros, que son quienes deciden en últimas qué pasos dar, pues consideran que la economía solamente es la de las grandes empresas comerciales, industriales y bancarias. Reducen economía a resultados financieros. La economía de micro, pequeñas y medianas empresas poco importa, al igual que la economía de los trabajadores informales o “independientes”, “emprendedores”, mejor dicho, de la gente económicamente más pobre. Esa ni siquiera la mencionan; pareciera que para ellos eso no es economía porque no afecta sus bolsillos. Con hipocresía, los más poderosos hablan de los empleos perdidos al tiempo que buscan la manera de evadir impuestos y mantener estables sus cuentas bancarias. Más esfuerzo hacen algunas medianas y pequeñas empresas que buscan permanecer en el mercado y mantener sus plantas de trabajadores con sus nóminas activas hasta donde les es posible. Y mientras tanto, los desembolsos bancarios prometidos por el gobierno a este sector, siguen sin verse.
El escándalo por el creciente desempleo, que preocupa al gobierno y a los grandes hombres de negocios, es porque genere baja rentabilidad, pero no los escandaliza el desempleo creciente por la quiebra de pequeñas empresas y de los demás sectores pobres y empobrecidos, entre ellos, los trabajadores y profesionales de la salud que, trabajando sin pago de sus honorarios (no salario porque no tienen contrato laboral) durante 2 hasta 17 meses, les son cancelados sus contratos comerciales por prestación de servicios o trabajo a destajo cuando se incapacitan por enfermedad, adquirida al cuidar a sus pacientes, o cuando son amenazados o despedidos por reclamar medidas de protección personal contra el coronavirus. Esa economía no es necesario rescatarla.
Al día de hoy, cuatro meses después de declararse la emergencia sanitaria y haberse llevado a cabo la primera cuarentena en Bogotá, estamos ante un avance vertiginoso de la pandemia, que enferma cada vez ms personas, rompe más familias y cobra más vidas. Lo que se logró en atenuación del avance de covid-19 en ese tiempo, se borró con medidas erradas para reactivar la economía, sin prever la fuerza del contragolpe infectante al no garantizar a la población más vulnerable formas de subsistencia mediante renta básica, auxilio alimentario, servicios públicos básicos gratuitos y protección suficiente al personal de salud.
Erróneas al no tener en cuenta las propuestas tempranas de los profesionales y trabajadores de la salud y por no actuar desde el principio con firmeza y decisión para promover entre los industriales la fabricación de productos necesarios para el manejo de la pandemia, como los elementos de protección personal, el alcohol medicinal y el gel antiséptico, y comprarlos luego de manera centralizada, bajo control directo del gobierno. Este solo renglón sería un valioso aporte a la reactivación de la economía y una oportunidad de superar la crisis, pues podría desarrollar su producción en gran escala para garantizar la creciente demanda. Igual ocurre con los respiradores para tratar la insuficiencia respiratoria; hay tres organizaciones que, juntas, tienen capacidad de producir más de 200 semanales, pero aún no tienen registro sanitario. En las UCI es imprescindible la presencia y acción del talento humano competente e idóneo para enfrentar la enorme y creciente cantidad de pacientes críticamente enfermos que requieren respiradores, monitoreo continuo de sus funciones vitales, suministro de medicamentos especiales, pruebas frecuentes de laboratorio e imágenes diagnósticas, procedimientos de emergencia, reanimación, en fin, todo lo que aleje del riesgo inminente de muerte en que se mantiene alguien cuando ingresa a una UCI.
Ya las cosas han avanzado hacia lo peor. Por eso, en la comunicación del 13 de julio pasado, las 15 organizaciones médicas que se dirigieron al presidente Iván Duque y a la alcaldesa Claudia López solicitándole la declaración de cuarentena total de dos semanas en toda Bogotá y en las demás ciudades del país que cursen con un aumento muy rápido de enfermos covid-19, lo hicieron con el fin de frenar su aumento y aliviar la necesidad de camas hospitalarias y UCI a sabiendas de que el pico de máxima presencia de la enfermedad es inevitable, dadas las características del virus.
El objetivo de esta iniciativa es disminuir más enfermos y más muertes evitables. Ya la situación de Bogotá es más que crítica; hay pacientes que necesitan atención en UCI y no hay; se empiezan a ver asomos de desabastecimiento de medicamentos necesarios en las UCI, y el personal médico, de enfermería y de terapistas respiratorios está fatigado y asustado. De ellos ha habido renuncias, enfermos y muertes. Ante la aplastante realidad, las organizaciones médicas mantienen su punto de vista, la alcaldesa dice que no descarta la propuesta, pero continúa la política actual, al igual que el presidente. En la comunicación a ellos hay soluciones de salud pública y fórmulas para optimizar el talento humano de cuidado intensivo disponible y entrenable, pero enfatizando: cuarentena total en toda la ciudad y en las del resto del país que tengan similar comportamiento. La solución y toda la responsabilidad están en manos del gobierno. Hay que evitar la mayor cantidad posible de muertos. Es mejor prevenir que lamentar.