Los Estados Unidos que recibe Joe Biden
La llegada de Biden a la presidencia bien podría ser un dique en la erosión que está padeciendo el imperio. De una parte cuenta con el suficiente espacio político para retomar varios aspectos del keynesianismo lo cual se traduciría en una especie de blindaje a favor de las empresas de su país. Ello no significará importante mejoramiento en el número y calidad de empleo pues el apoyo deberá dirigirse a aumentar la automatización y la inteligencia artificial. En el mismo sentido las ayudas obtenidas para enfrentar el covid-19 son un aliciente al aparato productivo.
Por Pascual Amézquita,
PhD en economía. Docente universitario.
El historiador Paul Kennedy publicó en 1989 una monumental obra, Auge y caída de los imperios, en la que identifica los puntos comunes en el ocaso de los más importantes imperios en la historia. Advirtiendo que el libro peca de economicismo, es decir, achaca lo fundamental del declive a los líos económicos sin tener en cuenta consideraciones de gran peso como las políticas y sociales, sirve bien para una mirada a lo que le está pasando hoy a Estados Unidos.
No hay duda de que frente a la competencia con China en varios aspectos, Estados Unidos está empezando a quedar rezagado. Así, por ejemplo, los grandes avances tecnológicos de manera creciente tienen como punto de origen al país asiático que está consolidando un sistema de ciencia y tecnología y un aparato educativo bastante sofisticados que compite con el de Estados Unidos. Además, los avances en el desarrollo de la infraestructura son evidentes, frente a la vetusta dotación gringa. Finalmente, el despliegue geopolítico de la potencia asiática es más agresivo dirigido a configurar una fuerte zona comercial con sus vecinos asiáticos.
Estos asuntos han permitido que China haya empezado a destacarse en el escenario mundial y que se prevea que se constituirá en la próxima potencia. Pero si se mira el asunto de manera más general se verá que a China aún le falta un largo trecho por recorrer para alcanzar a Estados Unidos. Por ejemplo, la productividad de los trabajadores chinos es mucho más baja en general que la de Estados Unidos, pudiendo ocurrir sí que en algunas ciudades como Shenzhen se goce de mejores niveles frente a su competidor pero eso está lejos de ser lo predominante. El resultado es que al ritmo actual de crecimiento del PIB ‒siendo bastante alto en China‒ igualará al PIB total de Estados Unidos hacia mediados del siglo, pero el asunto podría tardar más si se tiene en cuenta que las economías maduras tienden a crecer más lentamente, desaceleración relativa que ya se empezó a percibir en China a lo largo de la década pasada.
Otro asunto para tener en cuenta es el llamado exorbitante privilegio de la emisión que se traduce en que el dólar es de lejos la moneda de cambio en el planeta y que dada la estructura económica de China su moneda tardará varios lustros en desplazar al dólar.
Un factor determinante en la lucha de los imperios es el militar y en este campo también China tiene mucho trecho por recorrer dada la gran ventaja que tiene Estados Unidos en cuanto a armamento nuclear, tamaño de la flota naval, dotación de submarinos, despliegue de su fuerza aérea, cantidad de bases regadas por el mundo y al gran desarrollo tecnológico del sector. En lo único en lo que China descolla es en el número de efectivos con que cuenta cada ejército.
Pero, advertidos sobre los riesgos el economicismo, es necesario mirar lo que está ocurriendo en el campo social. La generación más joven de Estados Unidos vinculada al trabajo observa con desencanto que su situación es peor que la de sus padres pues, por ejemplo, ya no tienen casa propia (gráfica 1) y sí una deuda muy pesada debida al costo de la educación. De igual manera el sistema de salud que favoreció a la generación anterior ‒que se obtuvo gracias a la lucha sindical‒, también es apenas un recuerdo. Pero quizá lo más preocupante en el ideario gringo es el hecho de que los blancos ya empiezan a ser una minoría frente a la población hispana, negra y asiática.
En la historia de los países y de las revoluciones pareciera ser mayor detonante de las turbulencias sociales el hecho de perder algo que ya se tiene que el hecho de no alcanzar algo que no se tiene, y ese es el escenario en Estados Unidos. Los seguidores del expresidente Trump, como lo puso de presente el asalto del 6 de enero, son un grupo de jóvenes, hombres, en su gran mayoría blancos, que son víctimas de esta cambiante situación. Como subraya el notable escritor Gay Talese, Trump refleja al gringo promedio, más que ningún otro personaje político nacional. Asimismo la mayor cantidad de votantes de Trump provenían de los pueblos más pequeños del país y de las áreas rurales (ver gráfica 2) los más duramente golpeados por la situación económica.
Debe anotarse incidentalmente que en China la situación social tampoco es la mejor: los procesos de modernización de los países siempre han estado acompañados de turbulencia social y lo que se vio el año 2019 en Hong Kong más los movimientos en la región occidental de China son expresiones de esa creciente inconformidad.
La llegada de Biden a la presidencia bien podría ser un dique en la erosión que está padeciendo el imperio. De una parte cuenta con el suficiente espacio político para retomar varios aspectos del keynesianismo lo cual se traduciría en una especie de blindaje a favor de las empresas de su país. Ello no significará importante mejoramiento en el número y calidad de empleo pues el apoyo deberá dirigirse a aumentar la automatización y la inteligencia artificial. En el mismo sentido las ayudas obtenidas para enfrentar el covid-19 son un aliciente al aparato productivo. En el campo social las órdenes ejecutivas que ha expedido para extender el servicio de salud a los sectores más pobres y excluidos de la seguridad social, será una forma de enfrentar la creciente inconformidad. También lo son el anuncio del alza salarial y de la rebaja de la deuda originada en préstamos educativos.
Estas y otras medidas implican un astronómico aumento del gasto y del endeudamiento público (gráfica 3), el cual deberá absorberse a través del alza de impuestos ‒que se ha calculado hasta en un 50% respecto a las tasas actuales‒ pero la resistencia de los millonarios no se hará esperar, de manera que Biden deberá recurrir al exorbitante privilegio de la emisión, transmitiéndole el costo de la recuperación a los tenedores de dólares en todo el planeta. En esa jugada quedan incluidos los chinos que por el momento no podrían rebelarse dada la gran inversión que tienen en bonos del Tesoro estadounidense y que en caso de confrontarlo se traduciría en pérdida de sus inversiones.
Por último, otra de las soluciones a mano es incrementar las exportaciones de Estados Unidos a sus cotos de caza ‒en particular a América Latina‒ como ya se hizo cuando impuso para la región el Consenso de Washington que le permitió recuperarse de los costos de la confrontación de la guerra contra el socialimperialismo soviético.
Gráfica 1. Porcentaje de jóvenes (18 a 29 años) que viven con uno de sus padres.
Gráfica 2. Sondeo de distribución del voto por partidos, un mes antes de elecciones.
Gráfica 3. Deuda pública del gobierno estadounidense como porcentaje del PIB.