¿Quién paga la cuenta?
Según cifras publicadas por la Cepal -Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas- el nuevo coronavirus dejará en la región, al finalizar el año, 52 millones de nuevos pobres, se perderán 40 millones de empleos, y el PIB, cuando menos, caerá en 9,4%. No obstante, según Oxfam, “los milmillonarios de esta parte del mundo permanecen inmunes a la crisis económica provocada por la pandemia en una de las regiones más desiguales del planeta”.
Por Yezid García Abello
Bogotá D.C., 30 de julio de 2020
Con este sugestivo título, Oxfam Internacional, la confederación de 19 ONG que es tradicionalmente invitada como asesora al Foro de Davos en Suiza y que ha producido los más serios y sustentados documentos sobre la desigualdad, la pobreza, la concentración de la riqueza y la falta de equidad de género en el mundo, presentó el pasado 27 de julio un extraordinario texto, fruto del trabajo de un calificado equipo de profesionales dirigido por la doctora Susana Ruiz, sobre las consecuencias económicas de la pandemia en América Latina y el Caribe, y algunas propuestas encaminadas a que “la cuenta” no la paguen los pobres, como ha sido siempre, sino los milmillonarios, los dueños del sector financiero y de las multinacionales cuyos ingresos, utilidades y el valor de sus acciones en bolsa, han crecido considerablemente como consecuencia de la tragedia que el covid-19 ha ocasionado sobre la humanidad.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), América Latina y el Caribe se han convertido en el nuevo epicentro de la crisis sanitaria del covid-19. Los contagios diarios, los fallecimientos y la velocidad de expansión superan, en proporción a la población, a los de Estados Unidos y a los de Europa, con un devastador efecto social. La región se ha transformado también en centro de la crisis económica y los indicadores económicos han disparado las alertas. Los elevados niveles de desigualdad y de pobreza, preexistentes a la crisis, junto con la alta informalidad, desempleo y unos gobiernos indolentes, que se niegan a hacer inversiones de urgencia en el sistema de salud y a otorgar a la población más vulnerable una renta básica, explican la vulnerabilidad de la región y limitan su capacidad de contener la pandemia.
Según cifras publicadas por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas) el nuevo coronavirus dejará en la región, al finalizar el año, 52 millones de nuevos pobres, se perderán 40 millones de empleos y el PIB, cuando menos, caerá en 9,4%. No obstante, según Oxfam, “los milmillonarios de esta parte del mundo permanecen inmunes a la crisis económica provocada por la pandemia en una de las regiones más desiguales del planeta. Entre marzo y junio de 2020, aparecieron ocho nuevos milmillonarios en América Latina y los 73 que encabezan la lista vieron crecer su riqueza en 48.000 millones de dólares”. Las utilidades del sector financiero son muy similares a las que tuvieron en 2019. Los sectores farmacéuticos, de grandes cadenas de distribución de productos, de telecomunicaciones y de la llamada “economía digitalizada” han incrementado sustancialmente sus utilidades y el precio de sus acciones en bolsa.
Colombia no es una excepción en este panorama regional. Se calcula que al finalizar 2020 habrá 18,5 millones de pobres (37,5% de pobreza multidimensional), 20% de tasa de desempleo (Sólo hasta junio se han perdido 4,2 millones de empleos) y el PIB caerá, cuando menos, entre 5,4% y 7,85%. No obstante, los balances de los principales bancos y conglomerados financieros arrojan resultados muy favorables para sus dueños. En el primer trimestre, los bancos redujeron apenas sus utilidades en 16%, ya que pasaron de 2,7 billones de pesos en 2019 a 2,29 billones en 2020. Diez de los 25 bancos privados que operan en el país aumentaron sus ganancias, y el Banco de Bogotá, banco líder del poderoso grupo Aval, incrementó sus utilidades en 6, 44%. La explicación de este fenómeno tiene que ver, claro está, con las enormes ventajas dadas por el Gobierno Nacional al sector financiero: garantía con fondos públicos a los montos de los nuevos créditos que se otorguen, reducción de los encajes bancarios, masiva bancarización para poder aspirar a subsidios estatales o regionales, intermediación de los auxilios que se destinan a la población más vulnerable. Y las multinacionales Visa, Microsoft, Pfizer, Intel, Facebook, Apple, Merck, Google, Johnson y Johnson, para poner algunos ejemplos, en toda la región, incluida Colombia, han visto crecer sus ganancias por encima del 20% a raíz de la pandemia.
Oxfam, en su informe, propone varias medidas encaminadas a hacer frente a esta crisis: “Reformas que recaigan sobre quienes más tienen y menos han sufrido con la pandemia”, como las define el texto. La primera es aplicar en todos los países de América Latina y el Caribe un impuesto sobre los patrimonios netos que superen un millón de dólares (3.800 millones de pesos) así: 2% para los patrimonios entre 1 y 50 millones de dólares, 3% para los patrimonios entre 50 y 100 millones de dólares y 3,5% para los superiores a esas cifras. Y refuerza la argumentación al señalar que con el sistema tributario actual, en toda la región, se puede recaudar un máximo de 281 millones de dólares en 2020 frente a 14.260 que se recaudarían con la nueva propuesta.
La segunda medida es aplicar a las empresas un impuesto a los “resultados extraordinarios” por efecto de la pandemia, que grave el 95% del exceso de utilidades que sean consecuencia exclusivamente de la crisis. Oxfam calcula que se podrían generar 80.000 millones de dólares de ingresos fiscales adicionales en la región, sólo sobre los resultados extraordinarios de 25 grandes corporaciones.
La tercera es adoptar el “impuesto digital” que tiene dos medidas principales. Una, crear un impuesto a las empresas que hacen ventas digitales dentro de los territorios nacionales pero que están radicadas en otros países o sin domicilio fiscal. Dos, recaudación automática del impuesto al valor agregado (IVA) a bienes y servicios comercializados por vía digital, por empresas radicadas en otros países o sin domicilio fiscal. Estas medidas resolverían el problema de evasión de impuestos de las plataformas digitales, como Netflix, que ha duplicado sus ingresos en la pandemia, o Amazon, que ha reportado un crecimiento de 27% en sus ventas.
La cuarta es la adopción de paquetes de rescate con fondos públicos a grandes empresas si se comprueba que su actividad está paralizada y sus pérdidas son considerables. Estos rescates tendrían condiciones como que ni las empresas matrices ni sus filiales tengan recursos e inversiones en paraísos fiscales, paguen sus impuestos en el país que le otorga los fondos para el rescate, que por tres años no se paguen dividendos a los accionistas y que se permita la fiscalización parlamentaria y social sobre ellas.
Y la quinta propuesta es la reducción de la carga tributaria para los hogares empobrecidos y, en especial, la reducción de los impuestos al consumo.
Es evidente que a las propuestas generales para la región que hace Oxfam deben sumarse la defensa del empleo con plenos derechos de los trabajadores; el otorgamiento de una renta básica de emergencia de un salario mínimo por seis meses para las personas en condición de pobreza, vulnerables y afectadas por la crisis; planes de ayuda a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes); defensa de la producción nacional industrial y agropecuaria, de la soberanía y la seguridad alimentaria; y conservación de las empresas de propiedad estatal amenazadas con la privatización. En general, son las propuestas presentadas el 19 de junio al presidente Duque por el Comité Nacional de Paro en el documento denominado “Pliego de Peticiones de Emergencia”.
Para atender estas propuestas, como lo dice el documento del Comité Nacional de Paro, el Gobierno cuenta con fuentes de recursos que se ha negado sistemáticamente a utilizar, como la emisión de moneda, el uso de las reservas internacionales, el cese del pago y la renegociación de la deuda pública, y la suspensión de exenciones tributarias a las grandes empresas, al capital financiero y a los dividendos.
En fin, que la cuenta la paguen los ricos y no los pobres del continente. Ese es el reto.