Ahora todos somos refugiados climáticos
La humanidad ha sido completamente imprudente al haber pasado corriendo por el límite del Holoceno, ignorando, como un personaje en una película de terror, todas las señales de advertencia obvias. Esta es una problemática que se venía advirtiendo desde hace años. En 1972, los gobiernos se reunieron en Estocolmo para abordar las crecientes amenazas ambientales. En el período previo a la conferencia, el Club de Roma publicó ‘The Limits to Growth’, que presentó por primera vez la idea de una trayectoria de crecimiento “sostenible” y los riesgos de una sobreexplotación ambiental. En este artículo del profesor de la Universidad de Columbia Jeffrey D. Sachsconcluye que mientras una élite estrecha e ignorante condene a los estadounidenses y al resto de la humanidad a vagar sin rumbo fijo en el desierto político, es más probable que terminemos en un páramo del que no habrá escapatoria.
Por Jeffrey D. Sachs
Profesor de la Universidad de Columbia y experto en desarrollo sostenible © Project Syndicate Nueva York
Los humanos modernos, nacidos en la era del clima llamada el Holoceno, han cruzado la frontera hacia otra, el Antropoceno. Pero en lugar de que Moisés guíe a la humanidad en este nuevo y peligroso desierto, una pandilla de negadores de la ciencia y contaminadores guían a la humanidad hacia un peligro cada vez mayor. Ahora todos somos refugiados climáticos y debemos trazar un camino hacia la seguridad.
El Holoceno fue la era geológica que comenzó hace más de 10.000 años, con condiciones climáticas favorables que respaldaron a la civilización humana tal como la conocemos. Mientras que el Antropoceno es una nueva era geológica con condiciones ambientales que la humanidad nunca antes había experimentado. Siniestramente, la temperatura de la Tierra es ahora más alta que durante el Holoceno debido al dióxido de carbono que la humanidad ha emitido en la atmósfera quemando carbón, petróleo y gas, y convirtiendo los bosques del mundo en granjas y pastizales.
La gente está sufriendo y muriendo en el nuevo entorno, y todavía faltan muchas cosas peores por venir. Se estima que el huracán María se llevó más de 4.000 vidas en Puerto Rico en septiembre del año pasado. Huracanes de alta intensidad son cada vez más frecuentes, y las grandes tormentas causan más inundaciones debido a la mayor transferencia de calor jamás registrada por el calentamiento de los océanos, mayor humedad en aire más caliente y por la subida del nivel del mar: todos cambios extremos por causa del hombre.
En julio, más de 90 personas murieron en los suburbios de Atenas debido a un devastador incendio forestal alimentado por la sequía y las altas temperaturas. Enormes incendios forestales también se desataron en otros lugares cálidos y recientemente secos, como California, Suecia, Australia e incluso Gran Bretaña. El año pasado, Portugal fue devastado. Muchas temperaturas récord se alcanzaron en todo el mundo durante este verano.
La humanidad ha sido completamente imprudente al haber pasado corriendo por el límite del Holoceno, ignorando, como un personaje en una película de terror, todas las señales de advertencia obvias. Esta es una problemática que se venía advirtiendo desde hace años. En 1972, los gobiernos se reunieron en Estocolmo para abordar las crecientes amenazas ambientales. En el período previo a la conferencia, el Club de Roma publicó ‘The Limits to Growth’, que presentó por primera vez la idea de una trayectoria de crecimiento “sostenible” y los riesgos de una sobreexplotación ambiental.
Veinte años después, las señales de advertencia brillaron intensamente en Río de Janeiro, donde los Estados miembros de Naciones Unidas se reunieron en la Cumbre de la Tierra para adoptar el concepto de desarrollo sostenible y firmar tres tratados ambientales importantes para detener el calentamiento, la degradación de la tierra y la desertificación.
Después de 1992, Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, ignoró ostensiblemente los tres nuevos tratados, induciendo a otros países a que también se esforzaran poco. El Senado estadounidense ratificó los tratados de clima y desertificación, pero no hizo nada para implementarlos. Y se negó incluso a ratificar el tratado para proteger la diversidad biológica, en parte porque los republicanos insistieron en que los terratenientes tienen el derecho de hacer lo que quieran con sus bienes sin interferencia internacional.
Más recientemente, el mundo adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en septiembre de 2015 y el Acuerdo climático de París en diciembre del mismo año. Sin embargo, una vez más, el Gobierno de EE.UU. ignoró intencionalmente los ODS, ocupando el último lugar entre los países del G20 en términos de esfuerzos de implementación gubernamental. Y el presidente Donald Trump anunció su decisión de sacar a Estados Unidos del Acuerdo climático de París lo más pronto posible, en el 2020, cuatro años después de que el acuerdo entrara en vigor.
Lo peor está por venir. El aumento del CO2 causado por el hombre aún no ha alcanzado su efecto de calentamiento total debido a la considerable demora en su impacto sobre las temperaturas oceánicas. Aún faltan, aproximadamente, otros 0,5 ºC más de calentamiento en las próximas décadas según la concentración actual de CO2 en la atmósfera, y habrá mucho más calentamiento si las concentraciones continúan aumentando por la quema de combustibles fósiles.
Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de delimitar el calentamiento a “muy por debajo de 2 ºC” en relación con el nivel preindustrial, el mundo necesita cambiar decisivamente de carbón, petróleo y gas a energías renovables, y pasar de la deforestación a la reforestación y restauración de tierras degradadas.
Entonces, ¿por qué la humanidad sigue cayendo en el vacío hacia esta tragedia?
La razón principal es que nuestras instituciones políticas y grandes corporaciones ignoran deliberadamente los crecientes peligros y daños. La política está más pendiente de obtener y mantener el poder, y las ventajas del mismo que de resolver problemas ambientales, así sean de vida o muerte. Y una empresa normalmente trata de maximizar el valor para los accionistas, no de evitar grandes daños al planeta. Además, los grandes inversores o son dueños de los principales medios, o influyen en ellos a través de la publicidad. Por lo tanto, un grupo pequeño, pero muy poderoso mantiene el sistema de energía basado en combustibles fósiles poniendo en creciente peligro al resto de la humanidad.
De hecho, Trump es el último tonto útil en la oferta de los contaminadores instigado por los republicanos del Congreso que financian sus campañas electorales con contribuciones de culpables medioambientales como Koch Industries. Trump ha llenado al Gobierno de Estados Unidos con grupos de presión de la industria que están desmantelando sistemáticamente cada regulación ambiental que puedan. Más recientemente, Trump nominó a un exabogado del megacontaminante Dow Chemical para dirigir el programa de limpieza tóxica de la Agencia de Protección Ambiental.
Necesitamos un nuevo tipo de política que comience con un objetivo global claro: la seguridad ambiental para las personas del planeta mediante el cumplimiento del Acuerdo climático de París, la protección de la biodiversidad y la reducción de la contaminación, que mata a millones cada año. La nueva política escuchará a los expertos científicos y tecnológicos, no a los egoístas líderes empresariales ni a los políticos narcisistas. Los climatólogos nos permiten medir los peligros crecientes. Los ingenieros nos informan cómo hacer la transición rápida a la energía de cero carbono. Los ecologistas y agrónomos nos muestran cómo cultivar más y mejor en menos tierra, al tiempo que se pone fin a la deforestación y se restaura la tierra previamente degradada.
Tal política es posible. De hecho, la gente la anhela. Una gran mayoría de la población estadounidense, por ejemplo, desea combatir el calentamiento global, volver al Acuerdo climático de París y adoptar la energía renovable. Sin embargo, mientras una élite estrecha e ignorante condene a los estadounidenses y al resto de la humanidad a vagar sin rumbo fijo en el desierto político, es más probable que terminemos en un páramo del que no habrá escapatoria.