La educación superior y la pandemia del Covid-19
Las décadas de abandono financiero en que se ha puesto a la educación superior pública y a la intensificación de las grandes inequidades a que se ha condenado a amplios sectores de la población colombiana como consecuencia de las políticas neoliberales que arrojaron la educación y la salud a las inclementes fuerzas del mercado, es momento para que la crisis pandémica nos convoque a reflexionar y a exigir que es momento de empezar a resarcir a quienes con su trabajo y estudio crean la riqueza de la nación.
Por Orlando Acosta
Bioquímico y virólogo, profesor en la Universidad Nacional de Colombia
La educación superior es reconocida por los beneficios privados que genera para quien transita por ella y por los inconmensurables beneficios públicos para el conjunto de la sociedad. Los beneficios públicos sirvieron de soporte a las políticas dirigidas a garantizar la gratuidad o el alto subsidio público para asegurar el acceso, la permanencia y la calidad de la educación superior para los jóvenes, como característica distintivita de los países hoy clasificados como desarrollados.
Sin embargo, desde los años 1970, frente a la creciente demanda por este nivel educativo, muchos países empezaron a responder descargando de manera creciente sobre hombros de los estudiantes o sus familias los costos de su educación. Esta tendencia de privatización se vio intensificada por la ola neoliberal exacerbada desde los años 1980 y caracterizada por el decreciente gasto público en educación superior. Sobra destacar, que en el caso de Colombia, la creciente privatización de la educación superior se dio mucho antes de esta ola neoliberal.
Ahora, la crisis asociada al coronavirus causante de la enfermedad conocida como covid-19 pone en evidencia las escandalosas inequidades causadas por esta política de privatización de la educación superior en la que una substancial proporción de los ingresos de muchas familias de estratos socioeconómicos bajos se encuentra comprometida en deudas impagables frente a la institución financiera oficial, Icetex, que sirve de intermediaria para que recursos públicos transiten a las arcas de las universidades privadas, pero que finalmente terminan siendo pagados por los usuarios.
El movimiento universitario de 2018 expuso a la luz pública que las universidades estatales desde 1992 han permanecido esencialmente con la misma financiación pública, no obstante que han incrementado su cobertura en número de estudiantes en más de 130%, lo que las ha conducido a captar recursos propios a través del valor de las matrículas y los contratos de servicios, representando hoy estos recursos propios alrededor del 50% de sus presupuestos. Hoy el déficit de funcionamiento de las universidades públicas supera los $3.2 billones, mientras que el de inversión los $18 billones.
La crisis pandémica del covid-19, que ha conducido a través del mundo a que las universidades cumplan sus obligaciones de enseñanza por medio de la virtualidad, ha suscitado ya las expresiones de tecnócratas e ideólogos neoliberales quienes consideran que esta crisis pandémica es la oportunidad para que las universidades publicas corrijan supuestos gastos burocráticos inflados, reduzcan su personal académico y administrativo e intensifiquen sus cursos masivos virtuales.
Pero la percepción de los estudiantes de universidades colombianas, tanto públicas como privadas, es que la virtualidad, improvisada o no, compromete severamente la calidad de las carreras en general, aunque mucho más la de aquellas que requieren actividades presenciales ineludibles para asegurar su calidad. Tal razonamiento, además de las calamidades económicas de los hogares, está conduciendo a que muchos estudiantes hayan anunciado su retiro o aplazamiento de sus carreras, implicando, según algunos estimativos, que en el segundo semestre de 2020, el número de matriculados se pueda ver reducido entre 30% y 50%.
En el caso de las universidades privadas, que ya venían sintiendo la crisis financiera, en alguna medida debido a los incrementos descarados en el valor de sus matrículas y a la consecuencial reducción en la demanda, la actual pandemia del coronavirus ha precipitado su crisis, a pesar del desvergonzado programa Ser Pilo Paga que les permitió captar importantes recursos que hubieran podido incrementar nueva cobertura en casi 5 veces más si se hubieran dirigido a la universidad pública. Pero las universidades públicas, especialmente aquellas que obtienen importantes ingresos de las matriculas de sus programas de postgrado y de contratos de servicio, también están viendo seriamente amenazadas su finanzas como consecuencia de la pandemia. Esto se añade a su previa condición financiera deficitaria.
La solución ofrecida por el Gobierno nacional a la crisis que afecta a las universidades públicas y a sus estudiantes, no ha sido otra que ofrecer mayor endeudamiento ante el sector financiero. Es decir, aprovechar la crisis pandémica para engrosar las ganancias de este sector y empobrecer aún más a las familias de los estratos socioeconómicos 1, 2 y 3.
Lo más justo y razonable es que del recientemente creado Fondo de Mitigación de Emergencias, se destinen al Ministerio de Educación los recursos necesarios para atender y satisfacer las necesidades físicas y de bienestar de la Instituciones de Educación Superior, que se proceda a pagar el valor de las matrículas de los estudiantes de estratos 1, 2 y 3 y a condonar todas las deudas que los estudiantes de universidades públicas y privadas han contraído con el Icetex. De manera urgente se requiere que con cargo a ese mismo Fondo se alivien las inequidades causadas por el aislamiento de la educación que están teniendo los estudiantes de los estratos 1, 2 y 3 debido a la ausencia de conexión a internet y a la carencia de quipos electrónicos.
Las décadas de abandono financiero en que se ha puesto a la educación superior pública y a la intensificación de las grandes inequidades a que se ha condenado a amplios sectores de la población colombiana como consecuencia de las políticas neoliberales que arrojaron la educación y la salud a las inclementes fuerzas del mercado, es momento para que la crisis pandémica nos convoque a reflexionar y a exigir que es momento de empezar a resarcir a quienes con su trabajo y estudio crean la riqueza de la nación.