Sobre la leyenda de “la puñalada por la espalda” y la política colombiana hoy…
De la lectura del libro Hitler y las teorías de la conspiración se extrae ante todo una conclusión: para justificar las peores atrocidades se recurre a tergiversar los hechos de la historia, como lo pone de presente el cúmulo de mentiras que se erigieron al terminar la Primer Guerra Mundial para explicar la derrota de sus connacionales por parte de la derecha deseosa de retomar el poder. Otro tanto está ocurriendo con la rediviva consigna “Antioquia Federal” en tiempos electorales
Por Esteban Morales Estrada
I
Hace poco tiempo apareció un libro muy interesante del historiador inglés Richard Evans. El texto, llamado Hitler y las teorías de la conspiración (Planeta, 2021), aborda varias leyendas que se tejieron en torno al nacionalsocialismo, su proceso de formación, consolidación y declive. El capítulo 2 es particularmente llamativo, ya que analiza la idea de la “puñalada por la espalda”, que el historiador inglés explica profundamente desde sus orígenes. Dicha leyenda consistió a grandes rasgos en la creencia de que Alemania había sido derrotada en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), debido a una traición (la puñalada) que se desarrolló al interior del país, lo que debilitó a sus fuerzas armadas y desencadenó la derrota.
En primer lugar, el autor destaca que en la Alemania de postguerra no se pudo superar el hecho de la derrota en la guerra. En el ambiente político dicho resultado “siguió suponiendo una llaga abierta” (pág. 62), un peso muerto que la sociedad alemana no pudo ni logró aceptar o digerir. La negación se puede explicar desde diversos factores, entre los que podemos destacar las penosas condiciones del Tratado de Versalles, que entró en vigor en 1919; las ilusiones que existían en la opinión pública respecto a la posibilidad de una victoria en el campo de batalla hasta el último momento de la guerra; y las falsas expectativas que algunos líderes militares difundieron, negándose a aceptar la realidad de la guerra.
En segundo lugar, el autor señala que en medio de la guerra y todos los esfuerzos para sostenerla, la sociedad alemana estaba fuertemente fragmentada y dividida. Dicha polarización entre “una derecha cada vez más radicalmente nacionalista, autoritaria y anti socialista” enfrentada a “una izquierda cada vez más crítica, menos cooperadora y en última instancia, revolucionaria” (pág. 72), dificultó el esfuerzo militar alemán y no permitió la consolidación de la unidad en medio de una situación extrema.
Los dos elementos anteriormente mencionados configuraron el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de la leyenda de la “puñalada por la espalda”. Tanto la polarización entre una izquierda poderosa y una derecha fuertemente reaccionaria durante la guerra, así como la no aceptación de la derrota militar en la contienda mundial, fueron elementos centrales para que se gestara la leyenda. Es allí, en el contexto descrito, donde aparecieron toda una serie de especulaciones que fueron creciendo en la opinión pública como un incendio en una carpintería.
Por solo mencionar un ejemplo, Josef von Kuhl, militar durante la Primera Guerra Mundial, creía que los culpables de la derrota alemana habían sido los “zánganos” y “desertores”, sumados a los pacifistas y socialistas, buscando claramente un chivo expiatorio. Von Kuhl argumentaba que era posible que “Alemania continuara la guerra” y acusaba a “la revolución que rompió la espada” y “subvirtió todo orden y disciplina en el ejército e hizo imposible la voluntad de seguir resistiendo” (pág. 79). Lo anterior se constituía en un intento por culpar al “otro” por la derrota alemana, lejos de asumir los errores militares de los mandos o las fallas en las operaciones de abastecimiento de tipo militar o alimentario. Desde esta perspectiva, la leyenda se concentraba en afirmar que la culpabilidad era de elementos internos y no se explicaba por la superioridad militar de los enemigos. Dichos elementos internos podían acomodarse según el interés del momento, las concepciones determinadas y los prejuicios específicos. Socialistas, comunistas, vagos o judíos eran culpables en el relato. Sin embargo, toda esta construcción discursiva ocultaba lo que el autor resume de la siguiente forma:
(...) cuatro años de guerra masiva y mecanizada habían socavado la autoridad del cuerpo de oficiales frente a la tropa, mientras que la merma de efectivos, la escasez de suministros y la ofensiva continua y desesperada estaban arruinando el ánimo desde julio de 1918 (pág. 84).
Todo el proceso de agitación política anterior se transformó en una oposición férrea a la República de Weimar surgida a finales de 1918, por parte de sectores de derecha, que veían con tristeza la caída de la monarquía. Estos grupos no dejaban de culpar a los que apoyaban a la república de la derrota de Alemania, ya que asociaban el surgimiento de la naciente democracia con la debacle militar ocurrida antes. Es en la década posterior, la de 1920, donde la leyenda de la “puñalada por la espalda” se vuelve una “verdad incontestable” para “la derecha nacionalista” (pág. 86). Lo anterior puede verse reflejado en las afirmaciones radicales y extremas de Hans Blüher, un escritor que en 1922 afirmaba que:
“Hoy resulta inútil el intento de la prensa judía de refutar el mito de la puñalada por la espalda. Todo se puede probar y refutar. Pero se ha convertido en un hecho que todo alemán lleva en la sangre: el prusianismo y el heroísmo son una y la misma cosa, como lo son el judaísmo y el derrotismo. La conexión asociativa entre la esencia de la masculinidad y la esencia de ser alemán y entre los rasgos femeninos y serviles del judío, es un sentimiento intuitivo inmediato del pueblo alemán que cada vez resulta más evidente” (pág. 91).
El fragmento anterior, escrito por un representante de la extrema derecha del momento nos muestra, además de un explícito antisemitismo, elementos de la evolución de la leyenda que como se ve, va adquiriendo una morfología que depende de la intención del momento. Sin embargo, la asociación entre la cobardía y los judíos no concordaba con la realidad, y era a todas luces un discurso esquemático que atribuía todo lo “bueno” a los alemanes, y lo “negativo” a los judíos.
Si bien Evans señala que no toda la opinión pública del país creía en la leyenda que venimos abordando, un sector muy importante de la derecha la adoptó y la adaptó según sus necesidades y contextos. Fanáticos de todos los pelambres acogieron y distribuyeron este relato infundado, y le agregaron elementos de anti-comunismo, anti-republicanismo o anti-semitismo. En últimas, el fracaso de la República de Weimar se debió a que no tuvo legitimidad ya que existía la percepción generalizada de:
(...) que la democracia había llegado en compañía de la humillación nacional del acuerdo de paz y la cláusula de culpabilidad del Tratado de Versalles, una humillación de la que en última instancia era responsable la república” (pág. 101).
II
Después de analizar la “puñalada por la espalda”, ¿Cuál es la relación con la actualidad política de Colombia?
En primer lugar, considero que podemos establecer puentes en torno a las múltiples “leyendas” que grandes sectores de la sociedad colombiana dan por hechos comprobados. A los ejemplos de teorías delirantes y conspiraciones de todo tipo enunciadas por líderes políticos como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei, se suman los discursos de la derecha colombiana, que, con referentes “intelectuales” como Miguel Uribe Turbay o María Fernanda Cabal, han construido “leyendas” de todo tipo, que simplifican la complejidad de la realidad de nuestro país. Uno de los temas recurrentes es el de una “seguridad” perdida, que casi todos los candidatos uribistas venden con una gran nostalgia. Dentro de sus concepciones y discursos, hacen que el período 2002-2010 aparezca como idílico y añoran regresar a esos ocho años de mando del caudillo infalible. Sin embargo, después de los más de 6.000 falsos positivos, cabe preguntarse: ¿cuál seguridad? ¿seguridad para quién? ¿seguridad a qué costo? Dichas preguntas deberían ser indispensables a la hora de hacer una evaluación real, objetiva y coherente respecto a esa recurrente bandera política que usan sin parar estos sectores, en un marco electoral donde prometen recobrar la “seguridad”.
En segundo lugar, algunos candidatos en Antioquia hablan de la “Antioquia federal” retomando la ilusa y trillada idea de que los antioqueños son los que sostienen el país, que son lo mejor de lo mejor, que Antioquia es el centro del planeta, retomando un parroquialismo simplificador. Con estas ideas irresponsables y sin ningún sustento, se pretende atentar contra la unidad nacional de dos siglos y vender humo y concepciones esquemáticas para buscar mover sentimientos primarios en los votantes, apelando a una ficticia idea de preeminencia.
La invitación es a cuestionar las ideas de “seguridad” y de “Antioquia federal”, que no son más que expresiones llamativas que no resisten la crítica seria.