Editorial: De la necesaria alianza con el liberalismo
Los recientes sucesos salientes de la campaña presidencial del Pacto Histórico han sido la proclamación de la candidatura de Francia Márquez como vicepresidenta de Petro y la ruptura declarada por César Gaviria de las conversaciones entre esta coalición y el Partido Liberal, como su casi inmediata reanudación alrededor de asuntos programáticos de fondo. Es mucho lo que está en juego. Sobre la base del gran terreno ganado por el Pacto Histórico, como del resultado de estas negociaciones con el liberalismo y de lo que parece una aproximación del santismo a lo que podría ser un frente político y social progresista y liberal sin precedentes, podría darse la clave de la victoria en primera vuelta.
“Nosotros profesamos la idea de que
la transformación de Colombia
no puede ser la obra exclusiva
de un solo partido o de una sola clase.”
Francisco Mosquera
“Avanzamos en la política unitaria”,
8 de febrero de 1986.
El 23 de marzo, el Pacto Histórico anunció al país la candidatura a la vicepresidencia de Francia Márquez, como fórmula de Gustavo Petro. En la misma fecha, el expresidente César Gaviria, jefe del partido liberal, declaró que mientras él fuese presidente de esa colectividad no habría más conversaciones con el Pacto Histórico; el motivo que adujo fue la “ofensa inaceptable” de la lideresa Francia Márquez en su contra, expresado en el acto de proclamación de su candidatura como vicepresidenta. Sin embargo, la nueva reunión lograda por Roy Barreras con César Gaviria al finalizar marzo, versó, según trascendió, sobre preparativos para abordar cuestiones de carácter programático. Enseguida, aunque se conoció que el jefe liberal había puesto condiciones para ello, se anunció una próxima nueva reunión entre Gustavo Petro y el jefe del liberalismo.
La proclamación de la candidatura de Francia Márquez como fórmula vicepresidencial de Petro, generó una generalizada y entusiasta celebración en el Pacto Histórico, incluidas verdaderas expresiones de júbilo. Bien mirado el asunto, no era para menos. Francia representa lo más genuino de las vocerías populares y de los sectores sociales secularmente oprimidos y excluidos del país. El reconocimiento de su trayectoria de esclarecida mujer luchadora y valiente en defensa del medio ambiente, y de vocera de las víctimas de las fuerzas enemigas de la paz, expresa las reivindicaciones y reclamos no sólo de la mujer negra y de los afrodescendientes, sino de las mujeres y del conjunto de colombianos comúnmente denominados de abajo. Reiteradas amenazas paramilitares en su contra ─van 3 en un mes─ han sido denunciadas, al igual que sobre Gustavo Petro y los dirigentes del Pacto Histórico. La oleada de simpatía que suscita Francia a su alrededor obedece y encaja de modo completo en los últimos y grandiosos avances del movimiento social y político democrático que estremecen la vieja república oligárquica. La proyección de su figura en la opinión pública ha revigorizado el debate contra el racismo heredado del período colonial, y contribuido felizmente a colocar aún más a la defensiva los arcaicos prejuicios y discriminaciones que lo alimentan. Y refuerza la lucha de las mujeres de Colombia por la igualdad social y política, y más allá, cuyo movimiento nacional y global resuena hoy claro y fuerte. Se reafirmó así el gran potencial del liderazgo de la candidata a la vicepresidencia, tal como quedó de manifiesto con la considerable votación ─más de 780 mil votos─ que obtuvo en la consulta del Pacto Histórico.
Todo lo cual engrosa el gran caudal que se moviliza por ganar la presidencia de la república e instaurar un nuevo gobierno de cambio democrático. Sin duda, reafirma y galvaniza la enorme votación de los sectores que ya se decidieron por el magno objetivo y aún puede ganar algunos más.
Obligado resulta agregar que al empeño de Gustavo Petro en lograr la alianza con el liberalismo le asiste toda la razón. Se logre o no, es la línea de acción que más se ajusta a las necesidades del momento. En ese contexto, por más que las declaraciones de Francia sobre César Gaviria tuviesen el peso de enormes e irrefutables verdades, el momento de expresarlas no estaba en consonancia con la necesidad de tal alianza. Trátese de avances u ofensivas a fondo, de necesarias negociaciones como en el caso actual, o de obligado repliegue, las manifestaciones de una política han de servir siempre los objetivos propuestos.
A menudo, incluso con la extraordinaria hazaña de la votación ya lograda hasta ahora por el Pacto Histórico liderado por Petro, las exactas condiciones sociales y políticas vigentes no permiten asegurar con certeza la realización de los mejores y más deseados resultados. La fuerza del uribismo ha sufrido una merma muy apreciable y su retroceso quedó en evidencia con las elecciones de Congreso, mas la proporción del pueblo que aún continua bajo su influjo retardatario continúa siendo considerable, en especial entre los estratos superior e intermedio de las capas de pequeña y mediana propiedad e ingresos. Se precisa una fuerza con abrumadora ventaja sobre el uribismo y el resto de la derecha, que corte toda posibilidad de un resultado de escasa diferencia y no corra el riesgo de naufragar en medio de las maniobras fraudulentas de una Registraduría gobiernista. Esa mayúscula ventaja indispensable, a obtener por la votación de la candidatura presidencial de Petro, puede suministrarla un acuerdo con el partido liberal. Objetivo que implica una compleja negociación basada en puntos de carácter programático cuyo acuerdo resultante, de lograrse, incidirá en el mayor o menor filo y alcance que tengan los compromisos de gobierno contraídos pero cuyo valor se torna decisivo: asegurar la votación adicional necesaria para ganar la presidencia en primera vuelta el 29 de mayo. El apoyo unánime del liberalismo del Tolima es excelente augurio en esa dirección; también lo es el arribo a la candidatura de Petro el de reconocidos elementos santistas como Alfonso Prada, el ex director del Sena.
La disposición a negociar del director del liberalismo con el Pacto Histórico no es gratuita. Deriva de su clara percepción de que la ultraderecha uribista ha perdido considerable terreno en la lucha entablada, al punto de agrietar al tradicional establecimiento mismo, en tanto que la coalición progresista y de izquierda lo ha ganado. La búsqueda del acuerdo con los liberales por Petro manifiesta el más saludable pragmatismo. Este no es atributo exclusivo de las clases dominantes. Su práctica resulta obligada para todas las jefaturas políticas que aspiren a conquistar el poder y a conservarlo; y su premisa básica absoluta es la real correlación de fuerzas.
Es preferible que las fuerzas que han ostentado el poder opten por la negociación ante la realidad cambiante de las fuerzas en presencia, en lugar de la recalcitrante voluntad de eternizarlo −como hace el uribismo y el resto de la ultraderecha− por la vía y al costo que sea.
Grandes y trascendentes avances ya logrados pudieran celebrarse hasta ahora. Pero no basta: emplearnos a fondo es lo imprescindible para alcanzar la gran victoria del 29 de mayo.
5 de abril de 2022