¿Obstrucción a la competencia o abuso de poder dominante?
La concentración y centralización del capital preocupa a académicos, gobiernos y opinión pública, porque ha representado un significativo aumento del desempleo y creciente desigualdad del ingreso, una obstrucción a la competencia y abuso de poder dominante. A los monopolios del sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones se les debe aplicar tarifas progresivas de impuestos, pero tratar de regularlos con el argumento de que obstruyen la competencia no tiene respaldo en un análisis de las leyes generales de la acumulación de capital.
Por Higinio Pérez Negrete
Economista. Profesor universitario / higinio50@yahoo.com
Hasta finales del siglo XX el capital, en todo el planeta, estaba disperso en muchos sectores de la producción industrial y de servicios. Bastan algunos ejemplos para mostrar la magnitud de dicha dispersión. El mundo de la música estaba movido por la industria del disco compacto, por la gran cadena de almacenes distribuidores del producto y por los productores de equipos de sonido. El mundo de la fotografía tenía una gran dinámica cuyo motor era la industria de las cámaras, los rollos y las casas fotográficas. La industria de casetes jalonaba a los compradores de videos y películas, y los ponía en las manos de productores de televisores y caseteras. Mención especial merece la industria de los medios de comunicación, destacándose el caso de los periódicos impresos, que movían el interés de los lectores de noticias y artículos de opinión.
Como consecuencia del invento de internet y la competencia en el sector de la información y las comunicaciones, en el siglo XXI el capital se ha concentrado en muy pocas empresas (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) que, en pequeños equipos (el computador y el teléfono celular), ofrecen toda esa variedad de productos y servicios. La competencia también ha conllevado un proceso de centralización del capital en muy pocas manos, de tal manera que los fundadores y propietarios de dichas empresas han pasado a encabezar la lista de las personas más ricas del mundo. Bill Gates (de Microsoft) ocupó ese primer lugar desde los años 90 hasta 2017 y lo sucedió Jeff Bezos (de Amazon). Pero este último, en apenas 4 años fue desplazado por Elon Musk (de Tesla).
La concentración y centralización del capital preocupa a académicos, gobiernos y opinión pública, porque ha representado un significativo aumento del desempleo y creciente desigualdad del ingreso, una obstrucción a la competencia y abuso de poder dominante. Frente al primero de estos problemas, han propuesto como solución un ingreso básico universal, pensando en los trabajadores desplazados por estas nuevas tecnologías, que debería estar garantizado mediante una tributación extraordinaria y progresiva sobre el patrimonio y las ganancias de las mencionadas empresas. Cabe resaltar que Zuckerberg de Facebook, Gates, Bezos y Musk, han manifestado estar de acuerdo con dicha propuesta.
Zuckerberg, por ejemplo, en un discurso de ceremonia de graduación en la Universidad de Harvard en 2017, donde obtuvo un título honorífico, dijo: “Debemos tener una sociedad que mida el progreso no por las métricas económicas como el PIB, sino por otras formas en las que muchos de nosotros tengamos un papel importante en la vida. Debemos explorar ideas como la renta básica universal para que todo el mundo tuviese un colchón con el que intentar cosas nuevas”. Por su parte, Bill Gates ha repetido en muchas entrevistas que los robots deben ser gravados, con el argumento de que deben aportar recursos para los trabajadores que desplacen. Sin embargo, tanto el ingreso básico universal como el gravamen a los robots no han pasado de ser temas de discusión.
Respecto al segundo problema, no es cierto que la concentración y centralización del capital sea un fenómeno anormal y obstáculo a la competencia, sino su resultado. La propuesta de establecer medidas de regulación para debilitar los monopolios y promover la competencia, como la desintegración de Facebook, a través de la obligación de vender WhatsApp e Instagram y como la de prohibir que Google preinstale en los celulares, junto con su sistema operativo Android, sus aplicaciones, en lugar de beneficiar a los consumidores, que es el objetivo central de la competencia, les crearía dificultades para continuar compartiendo información, mensajes, audio, música, videos, fotos, etcétera.
El problema del abuso de poder dominante sí es cierto. Sin embargo, generalmente se comete el error de confundir dicho abuso con la obstrucción a la competencia, como acaba de ocurrir con el desconocimiento de pagos por parte de Facebook y Google a los medios de prensa en Australia, por el uso de sus contenidos (noticias y artículos) que les generan abultadas ganancias por publicidad a dichas empresas. Algunos medios de comunicación llegaron a hablar de obstrucción a la competencia. Los periódicos australianos son proveedores, y como tales no representan una competencia para Facebook y Google. El abuso está en no pagar la parte de las ganancias por publicidad que les corresponde a los periódicos. Bajo la presión reguladora del gobierno, se llegó a un acuerdo de reconocimiento de pagos.
En conclusión, a los monopolios del sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones se les debe aplicar tarifas progresivas de impuestos, lo que corresponde al terreno de la política económica y al cumplimiento de lo que se ha llamado responsabilidad social de empresas, y se les debe regular en lo que corresponde a sus compromisos de pago a los proveedores de contenido y en cualquier otro caso de abuso de poder dominante, pero tratar de regularlos con el argumento de que obstruyen la competencia no tiene respaldo en un análisis de las leyes generales de la acumulación de capital.