La situación en el Perú: Entrevista al historiador José Ragas
Para entender la conmoción reinante en Perú derivada del golpe de Estado contra el presidente Pedro Castillo no hay que perder de vista que su mandato marcaba una excepción dentro de los gobiernos de las últimas dos décadas. No solo porque Castillo era un presidente que no había nacido en Lima sino porque su gobierno venía apoyado por un partido de izquierda radical, Perú Libre.
Por Esteban Morales Estrada
Para entender un poco la situación que vive el Perú en la actualidad, hablamos con el profesor José Ragas, que actualmente trabaja en la Universidad Católica de Chile.
Esteban Morales: ¿Cómo podría describirse la actual crisis peruana, para individuos que no están familiarizados con la historia política reciente del país?
José Ragas: Se trata de una crisis de representatividad, que opera en una dimensión muy profunda de distanciamiento entre los ciudadanos, los partidos y el Gobierno actual. Si bien la crisis inició con el fallido intento de cerrar el Congreso por el ex-presidente Pedro Castillo y la toma de mando de su vice-presidenta Dina Boluarte, en realidad es una crisis que se extiende a 2018, cuando se interrumpió el mandato democrático con la renuncia del ex-presidente Pedro Pablo Kuczynski. Quizás lo que observadores externos encuentren difícil de comprender en el caso peruano, es cómo un país que había crecido de manera sorprendente en las primeras dos décadas del siglo XXI, tenga ahora una situación permanente de inestabilidad, con todos sus ex-presidentes presos o investigados (y uno que cometió suicidio para no ir a la cárcel).
Lo cierto es que el crecimiento económico del periodo 2000-2018 generó una suerte de espejismo, que llevó a posponer las necesarias reformas políticas e institucionales que acompañaran dicho crecimiento y garantizaran su redistribución adecuada. Algo se hizo, pero no fue suficiente, de modo que cuando la epidemia COVID-19 llegó al país, provocó una de las peores tasas de muertes a nivel mundial, con centros de salud sin espacios ni cuartos UCI adecuados, clínicas que cobraban lo que querían por balones de oxígeno y autoridades sacando provecho de su posición para vacunarse antes.
E.M: ¿Cómo encaja el problema “racial”, por llamarlo de alguna manera, en la crisis? y ¿Qué papel juega la dicotomía Lima vs. las provincias, tan importante en la historia del país, en lo que está sucediendo?
J.R: Hay definitivamente un componente étnico y de racismo en la crisis, que se manifiesta en cómo la región de la sierra sur (Ayacucho) y el Altiplano (Puno) han sido las que han soportado un número importante de víctimas y la represión del gobierno, en contraste con la protección que se ha dado a la capital, Lima. En el caso de Ayacucho, se trata además de una región que sufrió lo peor de la violencia política entre 1980 y 2000, siendo el ciudadano andino el perfil mayoritario de víctima en esos años y ahora. De igual modo, el racismo se hace presente en otros aspectos, como negar autonomía a los ciudadanos de la región sur andina, señalando que no saben por qué protestan o que deben haber sido pagados por mafias locales para manifestarse contra el Gobierno. Y esto solo continúa y acentúa la distancia entre la capital y el resto del país, especialmente con esta región.
E.M: En la actualidad América Latina está girando políticamente a la centro-izquierda (AMLO, Boric, Petro, Lula), pero con la presencia permanente de una derecha que se opone, con métodos agresivos, violentos y conflictivos a dicha realidad. ¿Cómo encaja el Perú en este contexto regional?
J.R: En realidad el gobierno de Pedro Castillo marcaba una excepción dentro de los gobiernos de las últimas dos décadas. No solo porque Castillo era un presidente que no había nacido en Lima sino porque su gobierno venía apoyado por un partido de izquierda radical, Perú Libre, fundado por Vladimir Cerrón, quien se había formado profesionalmente como cirujano en Cuba y también políticamente ahí. No obstante, desde el momento en que pasó a segunda vuelta y ganó, se produjo una coalición entre fuerzas del orden, partidos de derecha y medios de comunicación para buscar deslegitimar su mandato con un supuesto fraude electoral que nunca llegó a comprobarse y por medio de la vacancia en el Congreso. Lo que hay ahora, si bien la presidenta era la vice-presidenta de Castillo, es esta misma coalición que intenta mantenerse lo más posible en el poder, incluso con un costo de casi sesenta personas muertas.
E.M: ¿Cómo ve el panorama político venidero en el Perú? ¿Qué salidas le ve a esta situación?
J.R: No hay una salida sencilla pero para mantener la institucionalidad, se espera que la presidenta renuncie y con ello forzar la convocatoria inmediata a elecciones generales, de modo que se puedan elegir a un nuevo Ejecutivo y Congreso, ambas instituciones con una alta desaprobación según las últimas encuestas. Aún sucediendo esto, que implicaría un gran desprendimiento de dichos actores políticos, quedaría pendiente una reforma necesaria para devolver legitimidad a los partidos y evitar que pase lo ocurrido en los últimos años, donde congresistas han sido elegidos con una cantidad mínima de votos y los partidos son cascarones de lobbies de poder económico.