La rebelión de los Ciompi. Lecciones de historia de la lucha social que no podemos olvidar
En medio de la gran agitación social en Colombia en los últimos meses, es muy curioso encontrar en la historia medieval ejemplos de estallidos sociales similares a los que ha vivido el país desde finales del 2019. Como Ciompi se conocía a los trabajadores laneros que no tenían vínculo laboral con los talleres artesanales de la ciudad de Florencia. Estos trabajadores podían ser contratados y despedidos a voluntad de los dueños de los talleres; y además, al no ser reconocidos como parte del gremio lanero, no tenían representación política en el gobierno de la ciudad.
Por Juan Orlando Bonilla Peñaloza
En medio de la gran agitación social en Colombia en los últimos meses, es muy curioso encontrar en la historia medieval ejemplos de estallidos sociales similares a los que ha vivido el país desde finales del 2019. Ser un movimiento de protesta con buen apoyo popular, surgido en medio de una pandemia, una crisis de hambre, una guerra, con carestías y alza de impuestos, un gobierno impopular sostenido por la fuerza de las armas y el gran empresariado, fuerzas mercenarias sosteniendo dicho gobierno y una represión brutal son sólo algunas de las características que el Paro Nacional Colombiano comparte con la Rebelión de los Ciompi, acontecida en la ciudad de Florencia (Italia) en 1378. A continuación detallaré de manera rápida este proceso
Primero debemos hablar sobre la época. La Florencia del siglo XIV, al igual que todas las grandes ciudades europeas, enfrentaba los efectos de la crisis de la Baja Edad Media.
El sostenido crecimiento de la población fue interrumpido por la Peste Negra, pandemia mortal que golpeó fuertemente el norte de Italia hasta 1370. Debido a la peste no sólo murió el 40% de la población; gran cantidad campesinos y trabajadores laneros murieron por la enfermedad, los alimentos escasearon y aumentaron su valor generando una sostenida crisis de hambre. Por otra parte, el dramático descenso de la población en Italia y el resto de Europa como consecuencia de la pandemia, las ciudades artesanales como Florencia enfrentaron una aguda crisis económica acompañada de un enorme desempleo; pues las pírricas ventas no justificaban el trabajo e inversión monetaria en los talleres artesanales. En el caso particular de la ciudad de Florencia, la respuesta que se le dio a la crisis fue pagar a mercenarios que hostigaron a los artesanos para mantener abiertos sus talleres, y obligarlos a continuar con la producción a pesar de las pérdidas económicas.
El otro factor fue la guerra. En la segunda mitad del siglo XIV Florencia fue uno de los escenarios de la confrontación entre Güelfos (seguidores del Papa y defensores de los Estados Pontificios) y Gibelinos (seguidores del emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico que ponían en duda los privilegios papales). Dentro del gobierno florentino, la cámara en donde tenían representación los grandes gremios económicos de la ciudad (incluidos los terratenientes, pertenecientes a la nobleza) el apoyo a los güelfos era mayoritario, lo que significó la aplicación de una política de proscripción y destierro contra los seguidores Gibelinos; los cuales estaban representados en algunos artesanos y dueños de talleres.
Con estos ingredientes fue inevitable el estallido de la tormenta social. El 22 de junio de 1378, y luego de que fuera rechazada por el gobierno de la ciudad una ley que proponía el cese de la persecución contra los Gibelinos; el funcionario encargado de la administración de justicia de la ciudad, Salvestro de Medici, convocó a los ciudadanos a manifestarse contra el consejo gobernante invocando como motivo la libertad y la lucha contra la tiranía. El movimiento de Salvestro fue secundado por los Ciompi, los cuales tomaron rápidamente el liderazgo de este, atrayendo a otros sectores sociales como los campesinos, los trabajadores de los talleres laneros y dueños de los talleres, los mendigos y los pobres marginados, esta mescolanza sería llamada por la aristocracia florentina como el popolo minuto (pueblo insignificante).
Pero ¿Quiénes eran los Ciompi? Como Ciompi se conocía a los trabajadores laneros que no tenían vínculo laboral con los talleres artesanales de la ciudad de Florencia. Estos trabajadores podían ser contratados y despedidos a voluntad de los dueños de los talleres; y además, al no ser reconocidos como parte del gremio lanero, no tenían representación política en el gobierno de la ciudad[1]. Pero además de todo esto y los motivos descritos al inicio del texto, los Ciompi estaban inconformes por la reciente aprobación de una ley que cuadruplicaba el valor de la cuota que debían pagar para ser reconocidos como aprendices laneros.
La revuelta fue un éxito y los Ciompi lograron imponer como regente de la ciudad a Michele di Lando, un reconocido artesano lanero. Pero en julio del mismo año (un par de semanas después de la victoria ciompi), ante la continuación de la persecución política por parte de los Güelfos, y la captura y tortura de uno de los instigadores del movimiento de junio; los Ciompi se volvieron a movilizar.
Para esa ocasión el movimiento popular se presentó con propuestas concretas que incluían reparación a las víctimas de persecución política y amnistía para los participantes del movimiento; además de la inclusión de 3 escaños adicionales en el consejo gremial que gobernaba la ciudad: uno para los Ciompi y otros dos para los trabajadores de los pequeños talleres. Claramente la motivación del movimiento fue la consecución de derechos políticos. Las propuestas de los Ciompi fueron aceptadas por di Lando y el consejo de la ciudad.
En el mes de agosto del mismo año (1378) se eligió el consejo con la participación de los Ciompi y los obreros de los pequeños talleres. Pero la victoria popular se vio opacada por las medidas tomadas por dicho consejo, que lejos de llenar las expectativas de los marchantes, favoreció a la nobleza y la alta burguesía. Los Ciompi decidieron movilizarse nuevamente para pedir respeto a los acuerdos logrados previamente, pero Michele di Lando, lejos de escucharlos, decidió enviar el ejército a reprimirlos; lo que llevó a un estallido de violencia que duró hasta final de año, cuando el movimiento fue totalmente disuelto.
Di Lando militarizó la ciudad y mandó a instalar horcas en el espacio público, para disuadir a cualquiera que tuviera intención de alzar su voz en contra de la represión. Muchos de los involucrados en la rebelión de los Ciompi fueron capturados, ejecutados o desterrados, entre ellos varios rivales políticos de Salvestro de Medici, quien acumuló un enorme poder y riqueza luego del final de la rebelión.
Un par de años después la familia Medici junto a los nobles (que no estaban dispuestos a seguir compartiendo el poder con el popolo minuto) y los jefes de los gremios económicos (que querían conservar sus plazas en el consejo de la ciudad) lograron derogar los 3 escaños adicionales asignados a los Ciompi y a los obreros de los pequeños talleres en el consejo luego del alzamiento de julio de 1378. De este modo el pueblo florentino perdió todo aquello que había logrado con su lucha.
La Historia está llena de eventos en que las pobres decisiones del pueblo movilizado en pie de lucha terminaron por favorecer a los sectores sociales y económicos que le oprimían. Del mismo modo que la elección de di Lando como regente de Florencia por parte de los Ciompi le dio poder político y económico a Salvestro de Medici (primer patriarca de una de las familias más corruptas y poderosas que ha existido en Italia) los patriotas revolucionarios y republicanos franceses terminaron coronando a Luis Felipe de Orleans como rey en 1830. Algo similar puede pasar en Colombia en el contexto del Paro Nacional.
Al igual que lo hicieron los Ciompi en su momento, en Colombia el Comité Nacional de Paro decidió realizar un cambio de estrategia. Para los Ciompi en la Italia del Siglo XIV se debió a las enormes dificultades que representaba tener al pueblo movilizado en medio de una crisis de hambre y un enorme desempleo. En Colombia fue debido a la desproporcionada presión social y política, atizada desde los medios de comunicación, y mezclada con los estragos económicos y sociales que ha dejado la pandemia de coronavirus. En ambos casos se decidió llevar los movimientos de forma escalonada.
Es fundamental señalar que mientras los Ciompi italianos creían contar con Michelle di Lando como un puente para hacer escuchar sus peticiones al gobierno de Florencia, gran cantidad de organizaciones sociales colombianas movilizadas en el contexto del Paro Nacional ven necesario y urgente un cambio en la orientación política del gobierno nacional ante los reiterados ataques y la intransigencia de Iván Duque. En ese contexto las elecciones de 2022 se muestran como la gran esperanza, pues muchos colectivos ven como algo fundamental para su supervivencia no la elección de personas que gobiernen en su nombre, sino la llegada a los espacios de representación nacional de personas que estén dispuestas a escuchar las demandas del pueblo movilizado. Esto último, en lugar de presentarse como algo esperanzador, ha revelado una nueva amenaza.
De modo casi inmediato al anuncio de cambio de estrategia por parte del Comité Nacional de Paro, los medios de comunicación tradicionales (RCN, Caracol, Revista Semana, etc.) se han encargado de inflar la imagen de una de las coaliciones que desde ahora se disputan la presidencia. Coalición que si bien se ha presentado como de “centro” y “sin extremos” se ha distinguido por la histórica cercanía de algunos de sus miembros distinguidos con el uribismo. De modo curioso, mientras las figuras más distinguidas de esta coalición modifican su discurso en redes sociales para mostrarse como simpatizantes del Paro Nacional, en Medellín el concejal elegido por este sector político ha terminado por ser un miembro más de la bancada uribista, apoyando a esta en iniciativas como la revocatoria del alcalde Quintero y el encubrimiento de los desfalcos de Hidroituango; y en Bogotá, la alcaldesa, elegida con la indisimulable ayuda de los personajes de esta coalición, colabora con el uribismo en la represión violenta y la estigmatización de la protesta social.
Ante esos actos de apoyo al uribismo disfrazados de discurso alternativo queda en el aire la duda: ¿Aquel sector será realmente la “Esperanza”? ¿Será, a modo de Luis Felipe de Orleans en Francia, el continuismo disfrazado de renovación? ¿O, del mismo modo que lo fue Michelle di Lando en Italia, algo más oscuro que amenazará los pocos logros del movimiento popular colombiano? De todas formas, vale la pena recordar aquellas palabras de Saint Just, el ángel de la revolución:
“Quién hace una revolución a medias lo único que ha hecho es cavar su propia tumba”.
Julio 2021
[1] Una situación similar a la del precariado tercerizado del siglo XXI, el cual además de no contar con las garantías que brinda un contrato laboral, carecen de derechos políticos como el de libre asociación, por lo cual no pueden formar sindicatos.