La rajada económica de Standar & Poor's al gobierno Duque
El miércoles 20 de mayo el país fue notificado de que una de las calificadoras de riesgo, Standard & Poor's (S&P), había etiquetado de bonos basura los papeles emitidos por el Estado colombiano, por ejemplo los TES. Los efectos de la puesta en terreno negativo de la calificación del país, cuyo último episodio había ocurrido en 1999 y del cual el país –con el mejor manejo económico de Latinoamérica según el autobombo de los neoliberales criollos– duró once años en salir. Las otras dos calificadoras que tienen en la mira al país también pasarán a Colombia al nada honroso puesto de “papeles basura”, el dólar llegará más rápido de lo pronosticado a $4.000 pesos y el FMI aparecerá con un nuevo mamotreto de “recomendaciones” como lo hiciera, por ejemplo, con la Misión Alesina después de la caída de 1999.
Por la redacción de La Bagatela
El miércoles 20 de mayo el país fue notificado de que una de las calificadoras de riesgo, Standard & Poor's (S&P), había etiquetado de bonos basura los papeles emitidos por el Estado colombiano, por ejemplo los TES.
El gobierno mostró su aparente sorpresa, al igual que quienes se informan a través de El Tiempo, RCN y los demás medios de comunicación para los cuales todo marcha de maravillas en Colombia, el gobierno tiene todo bajo control y el tal paro –si es que existe– no es más que un desorden de grupos de vándalos dirigidos por Petro.
Pero algunos analistas tienen una percepción un poco menos miope y por eso veían venir el golpe, pues los datos básicos del desempeño económico están mostrando crecientes resultados en rojo desde antes de la pandemia. En efecto, dos cuentas básicas que suelen mirarse, el déficit en cuenta corriente y el déficit fiscal han agrandado sus números negativos, a la par que el crecimiento del PIB da grima. Para enredar más la situación, el gobierno del que hasta Ángela Patricia Janiot de CNN osa llamar títere, hizo un regalo tributario a los multimillonarios del país por 14 billones de pesos en la reforma tributaria de 2019. Billones que hoy se echan de menos en todos sus centavos. Esos resultados traen como una de sus consecuencias que el peso de la deuda externa sea más gravoso comparativamente.
La pandemia complicó la situación, pero no en la magnitud que el gobierno quiere hacer creer pues, por ejemplo, el aumento en el gasto público para paliar los efectos del cóvid-19 es de los más bajos de la región y por tanto del mundo, con el agravante de que la plata llegó a los sectores más ricos del país y una parte significativa está aún en los bancos, que no la han prestado a los potenciales beneficiarios. Es decir, no sirvió para reactivar la economía, que era de lo que se trataba. De igual manera, el crecimiento de la deuda pública está asociado al mismo roto creado con la reforma tributaria del 2019 y a la fuerte devaluación del peso –consecuencia del mismo lío, que actúa como inatajable círculo vicioso– que encarece más el servicio de esa deuda.
Los efectos de la puesta en terreno negativo de la calificación del país, cuyo último episodio había ocurrido en 1999 y del cual el país –con el mejor manejo económico de Latinoamérica según el autobombo de los neoliberales criollos– duró once años en salir, será materia de análisis en la próxima edición de La Bagatela. De momento mencionamos tres: Las otras dos calificadoras que tienen en la mira al país también pasarán a Colombia al nada honroso puesto de “papeles basura”, el dólar llegará más rápido de lo pronosticado a $4.000 pesos y el FMI aparecerá con un nuevo mamotreto de “recomendaciones” como lo hiciera, por ejemplo, con la Misión Alesina después de la caída de 1999.
Aunque siempre nos quedamos con las ganas de saber qué es lo que el jibarito de Borinquen querido dejó de vender, lo cierto es que hoy podemos cantar con Portabales y Daniel Santos: “qué será de Borinquen mi Dios querido, qué será de mis hijos y de mi hogar”. Afortunadamente ahí está el país en las calles.