Fútbol femenino en Colombia. Breve reseña de una reivindicación

No podemos esperar que otros nos den poder. Debemos reclamarlo y usarlo para enriquecer nuestras vidas y nuestras comunidades
Audre Lorde

El tejido cultural de Colombia está atravesado por el fútbol; entre gustos, rechazos y apatía ahí está el balón puesto en la cancha a rodar por noventa o más minutos. Pero no todo se explica desde un retrato pintoresco, porque en el plano del negocio esa pasión representa grandes cantidades de dinero e inversiones para el gran capital. Cuando se cruza el fútbol como manifestación cultural (impregnado de estereotipos machistas y patriarcales y por apuestas de configuración de identidad en el proyecto de nación) con el fútbol como actividad rentable, se ubica el fútbol femenino como uno de los escenarios de permanente tensión y lucha en la reivindicación de las mujeres; en este artículo, se citan momentos que confirman dicha reivindicación.

1.    La segunda mitad del siglo XX. Movimientos sociales como entrada a la visibilización del fútbol femenino en Colombia

Pese a que el fútbol femenino merece un lugar diferente en la historia, solamente hasta 1960 se cita el origen “formal” en el país. Esa “formalidad” es por cuenta de algunos campeonatos barriales que se articulan con la organización comunitaria en muchos territorios del país, en particular, en las ciudades que por entonces experimentaban aumento de la población en su territorio urbano, producto del desplazamiento en una de las fases más sangrientas del conflicto armado en Colombia. El fútbol femenino es una expresión del espíritu de la sociedad de la segunda mitad del siglo XX que, en el contexto global, abre espacios de lucha para identidades históricamente marginadas y excluidas; y allí las mujeres, por medio del fútbol, desafían la tradición y cuentan con un dispositivo de emancipación, toda vez que la práctica de un deporte de estas características remite a espacios públicos, juntanza con otras mujeres y desafíos sobre los roles tradicionalmente impuestos para las mujeres y más con la práctica de un deporte tradicionalmente para hombres.

De manera particular, “en 1968 más exactamente se creó la Liga de Fútbol Femenino de Bogotá, una de las pioneras del país y podría decirse que la cuna de lo que hoy conocemos como la profesionalidad de este deporte” (https://www.senalcolombia.tv/deportes/historia-evolucion-futbol-femenin…). Este hito mantuvo su ímpetu hasta bien entrada la década del ochenta con el objetivo de avanzar en la profesionalización. No obstante, el fútbol femenino no pasaba de un espectáculo exótico que, dentro de la cultura futbolera, no podía asumirse con condiciones similares a la liga masculina, ya muy consolidada. Los años noventa, con los aires de la Carta Política de 1991 aportaron en el empeño de cuestionar las razones por las cuales, hasta en el deporte, los estereotipos de género estaban naturalizados, pero ya era hora de cambiar esa situación. Esto coincide con un nuevo orden mundial ambientado por la globalización, donde se confirma que en muchos lugares del mundo el fútbol también es una actividad deportiva de las mujeres; para el caso particular de Colombia, ligas como la de Bogotá ya están constituidas y permiten la proyección de jugadoras con miras a la participación en torneos internacionales. En 1998, por primera vez, la selección Colombia femenina de fútbol, participa en un campeonato suramericano.

2.    Siglo XXI: La liga femenina es realidad, pero este apenas es el comienzo

Aunque las ligas regionales ya venían en proceso de ascenso, la liga profesional se creará hacia el año 2016 y un año más tarde, en 2017, se juega el primer torneo femenino oficial con aval de la Dimayor; 16 equipos del Fútbol Profesional Colombiano participaron en el certamen. Entre 2018 y 2019 el nivel de participación de los equipos se mantuvo, pero el aumento progresivo no fue posible, principalmente por factores asociados al presupuesto y para el año 2020, por cuenta de la pandemia del COVID 19, el fútbol femenino experimentó una crisis mucho más profunda que el masculino y, tal y como sucedió en muchos otros espacios de reivindicación para las mujeres, los históricos esfuerzos por abrir caminos de participación, se vieron no sólo obstaculizados, sino en un franco retroceso; la liga femenina para ese año, apenas tuvo una duración de un mes y en los años sucesivos, 2021 y particularmente el año 2022, de seis meses. Para 2023, fue apenas de cuatro meses.

Tal y como lo reseña el portal de Señal Colombia, “a pesar de los logros, el fútbol femenino en Colombia no ha estado exento de desafíos. Las disparidades de inversión, la falta de visibilidad mediática y la resistencia cultural han sido obstáculos persistentes” (https://www.senalcolombia.tv/deportes/historia-evolucion-futbol-femenin…); muchas mujeres de todas las edades contando con talentos excepcionales todavía se encuentran con expresiones como “marimachas”; enormes brechas salariales entre sus pagos y aquellos de los jugadores de fútbol masculino; un mercadeo con bastante tufo machista que hasta se inspira en las historias de vida, imagen y potencia de jugadoras de talla internacional como Linda Caicedo, Catalina Usme o Leicy Santos. Y otras que han sido vetadas de las convocatorias a la selección nacional por denunciar este y muchos otros abusos y desigualdades, como es el caso de Yoreli Rincón. Mucho por reconocer, pero mucho más está en el camino de reivindicaciones que falta por transitar.