La alcaldía de Marcelo Torres en Magangué: Una reñida batalla por la democracia
Arturo Villarreal Echeon [1]
Periodista y escritor
Preámbulo
La lucha de los pueblos en todo el mundo por la soberanía, por la profundización de la democracia y por la resistencia civil contra los gobiernos ejecutores del modelo neoliberal y la dominación extranjera, casi invariablemente norteamericana, que ha tenido importantes capítulos en América Latina en estos comienzos del tercer milenio, se ha reflejado en Colombia de manera sobresaliente en la pugna por el establecimiento de gobiernos alternativos distintos a los partidos tradicionales en los municipios y en las entidades territoriales por medio de la vía electoral, a pesar de la guerra y la violencia política más irracional y desaforada.
Ha sido este un rasgo muy peculiar de la historia política contemporánea de Colombia, donde a pesar de que durante cerca de 60 años continuos los militares se han mantenido a la vera del poder, resignados al cogobierno desde los cuarteles, la democracia ha caminado todo el tiempo sobre el filo de las armas, secuestrada y constreñida en medio de una guerra sin límites del Estado y de facciones extremistas de izquierda y derecha, que ha arrojado a las fosas comunes más de 200 mil muertos, ha arruinado el agro y ha despojado de sus tierras a siete millones de campesinos, condenándolos a un éxodo más multitudinario, doloroso y humillante que todas las guerras del Medio Oriente.
La contienda electoral, cuya intensidad y antagonismo sólo ha sido sobrepasada por el encarnizamiento de la violencia política que flagela al país, ha tenido en los tiempos recientes unos pocos escenarios resonantes. El primero en Bogotá, con la victoria de Gustavo Petro, donde las fuerzas de la derecha de consuno con la aristocracia más torcida de las finanzas y de la política, recuperaron finalmente el Potosí de la administración capitalina, cuya bolsa presupuestal aspira a llegar, en el cuatrienio, a los 89 billones de pesos, asalto que se hizo en medio de una retreta mediática, pérfida y eficaz que comenzó al día siguiente de la posesión del alcalde de la Bogotá Humana.
Magangué, con el triunfo electoral de Marcelo Torres en la alcaldía hace cuatro años, fue el otro tinglado singular donde nuestra democracia, guardadas las proporciones, de manera similar a la capital, comenzaron a respirarse nuevos aires, en medio de los estertores de violencia, corrupción y desgobierno que vive Colombia. Corazón y atalaya de la arteria principal de la patria, el río Magdalena, Magangué se había convertido bajo el imperio de Enilce López, ‘la Gata’, en extenso vecindario de amordazados, tierra del nunca jamás, donde el progreso y la democracia habían naufragado sin remisión.
En ese contexto, la elección de Marcelo constituyó un capítulo notable en la gesta por la conquista de la paz en nuestra convulsionada historia. Curtido dirigente la izquierda colombiana; líder del legendario movimiento estudiantil de la década de los 70; cofundador, junto a Francisco Mosquera y un puñado de valientes obreros y universitarios, del Partido del Trabajo de Colombia; caracterizado vocero de esta corriente que desde los inicios de esta nunca cejó en la defensa de la tesis mosquerista de que en Colombia, desde las postrimerías de la Violencia liberal conservadora hasta hoy, nunca volvieron a cuajar condiciones para la lucha armada; senador, que junto con Jorge Santos, el reconocido líder de la USO, se opuso tanto a la desaforada intervención gringa en el país durante la crisis desencadenada en el gobierno Samper como a sus ejecutorias neoliberales; investigador profundo y escritor brillante, Marcelo, ante la demanda de ayuda de su tierra natal, no rehusó enfrentar aquel desafío que a más de uno pareció temeridad y hasta falta de juicio.
Respaldado por el PTC, contando en las pujas iniciales con la valiosa ayuda de Gustavo Petro, con el esfuerzo directo de un contingente de paisanos, con el concurso de fuerzas políticas diversas, munido de su prestigio personal, sorteando todos los riesgos, pero sobre todo convencido de que las chispas de la sofrenada inconformidad podrían desembocar en una rebeldía generalizada contra la opresión, como finalmente sucedió, Marcelo pudo encabezar, en el tercer intento, la memorable reconquista popular de Magangué para la democracia.
El que ni en la capital del país ni en Magangué pudiera proseguirse de inmediato la labor transformadora emprendida, no desdice de los líderes que presidieron los procesos ni puede dar pábulo al desánimo. Por el contrario, en Bogotá, ya la sucesión de yerros de Peñalosa, y de actos lesivos de su administración contra el patrimonio público, el medio ambiente, la salud de los bogotanos, la educación pública, la movilidad, la mujer, los vendedores ambulantes, los maestros, los trabajadores oficiales, los estudiantes, etcétera, empiezan a desatar no solo un encendido debate público contra el obtuso y reaccionario burgomaestre, sino una avalancha de protestas y movilizaciones públicas. Y en Magangué, tras las ruidosas cortinas de humo emergen los contornos de la realidad: una acusada oleada de inseguridad con un aumento de los homicidios, amenaza a comunicadores que se atreven a opinar libremente, circulación de amenazantes listas de la siniestra “limpieza social”.
Los obstáculos encontrados al iniciarse la nueva administración
La importancia de los logros alcanzados en la gestión del Verdadero Cambio, como Marcelo bautizó justicieramente a su administración, no podría dimensionarse sin un conocimiento mínimo del estado en que el nuevo alcalde recibió el Municipio. Una rápida revista de esa situación, al comenzar el año 2012, no podría pasar por alto los aspectos negativos más protuberantes, que se enumeran a continuación:
1. Una precaria estructura presupuestaria y financiera derivada del nefasto endeudamiento a que fue sometido el municipio por anteriores administraciones, agravado por el hecho de que Magangué, a diferencia de los centros urbanos de mediano y gran tamaño, cuenta con un nivel muy bajo de captación de los recursos propios, por lo demás comprometidos en altos porcentajes para el pago de la deuda. Es así como del presupuesto del año 2012, el primero de la gestión, por un valor de 112 mil millones de pesos, lo disponible en definitiva para inversión se redujo a $800 millones, equivalentes a menos del 1% del total. Una suma insignificante frente a las necesidades del municipio en materia de obras civiles y en especial, ante las grandes expectativas de la población.
2. El lastre de una interminable deuda por causa del Acuerdo de Reestructuración de Pasivos ordenado por la Ley 550, que en lugar de constituir como se piensa comúnmente, un alivio en el manejo de las finanzas municipales, no había sido para Magangué más que una fuente de corruptelas y de desangre de recursos. El pago de acreencias afectaba en algunos rubros casi hasta en un 100% los recursos propios del municipio que ingresaban, por ejemplo, por concepto de la sobretasa a la gasolina, el transporte de combustible de Ecopetrol, la asignación especial como municipio ribereño, la recuperación de títulos judiciales, el recaudo por la recuperación de cartera e intereses del impuesto predial e industria y comercio, o los recursos de libre inversión provenientes del Sistema General de Participaciones, entre otros recursos que se encuentran pignorados y comprometidos para el pago del Acuerdo de Pasivos.
3. Descertificación en agua potable y saneamiento básico por parte de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, cuyo efecto práctico consistía en que el municipio había perdido el manejo de esos recursos que pasaban a la gobernación del departamento. La sanción venía desde el año 2009 por el incumplimiento de algunos requerimientos que la ley impone a los entes territoriales en el manejo de información y de requisitos concernientes a la estratificación para efectos de la asignación tarifaria.
4. Suspensión de los giros de regalías y compensaciones expedida por el DNP desde el año 2010 por la ejecución de los recursos de regalías y compensaciones con destinación diferente a la permitida por la ley.
5. Deterioro del status legal e institucional. Marcelo encontró el municipio de Magangué en el sótano de la sexta categoría, en razón a que el monto de sus ingresos corrientes de libre destinación (Icld), no superaba los quince mil salarios mínimos mensuales vigentes (unos $8.700 millones) pese a tener cerca de 200 mil habitantes, cuarenta y dos corregimientos y una extensión de 119.700 hectáreas, de las cuales aproximadamente un 60% configura uno de los ecosistemas de humedales más importantes y estratégicos del país, integrante de la subregión de La Mojana.
6. Descertificación en proyectos de vivienda de interés social. El municipio de Magangué también se encontró sancionado por el Ministerio de Vivienda, como consecuencia del incumplimiento en la ejecución de los dos proyectos de vivienda de interés social, Nuevo Amanecer y La Esperanza de un pueblo, iniciados de vieja data e interrumpidos en administraciones anteriores. Tal condición le impedía al municipio el acceso a los planes de vivienda de interés social y de las viviendas gratuitas. Aquí vale la pena aclarar que, a pesar de este impedimento, la gestión de Marcelo permitió la construcción y entrega por el gobierno nacional de 730 viviendas palafíticas en las zonas del río y ciénagas aledañas, y una urbanización de 573 viviendas en el área urbana construidas por el Fondo de Adecuación para el Cambio Climático.
7. La pésima prestación de los servicios públicos domiciliarios. Los servicios públicos domiciliarios fundamentales, como alcantarillado, agua potable, aseo y energía y alumbrado público, al igual que el gas natural, se encontraron en manos de empresas privadas, mediante contratos de concesiones o de prestación de servicios públicos, que han venido lesionando el interés de la municipalidad y de los magangueleños, con mala o peor prestación de los servicios, tarifas y promedios de consumo ficticios, por encima de los estándares nacionales, incumplimientos de los objetos contractuales, cobros cuestionables e indebidos al municipio, en un claro perjuicio de los usuarios y detrimento del patrimonio público.
Los logros en la gestión
La restauración de la democracia. Tan inigualable y contundente fue su victoria en este aspecto, en realidad el logro de más hondo alcance, que el general Manuel Bonett Locarno, excomandante general de las Fuerzas Militares de Colombia, reconoció que, sin necesidad de más obras, la recuperación de la institucionalidad y del libre ejercicio democrático en Magangué, le otorgaba a Marcelo Torres Benavides, mérito suficiente para levantarle una estatua de bronce en el hemiciclo del Capitolio Nacional.
Para Marcelo lo más importante es que el pueblo de Magangué volvió a ejercer su derecho a criticar sin temor a lo divino y lo humano ─incluyendo al gobierno municipal que lo posibilitó─ y en su opinión ese es un hecho tremendamente positivo que debe mantenerse y consolidarse. En sus propias palabras “Se ha conformado una gran corriente democrática de gentes de todos los sectores sociales y políticos. En adelante, los atropellos y abusos, como la persecución política y la corrupción se las tendrán que ver con este avanzado sector de opinión”.
Ciertamente todos reconocen que con su llegada a la Alcaldía en Magangué no se volvió a intimidar a nadie por sus opiniones políticas. En esta ciudad ya no se asesinan periodistas en los parques ni se ordena la ejecución de opositores en las puertas de sus casas, como era de común ocurrencia. En el cuatrienio de Marcelo el pueblo volvió a estrenar sus libertades y las ejerció a lo magangueleño, a lo ribereño: bulliciosa y estruendosamente; principalmente la libertad de expresión.
El restablecimiento de la democracia también se concretó en el reconocimiento y la restitución de derechos vulnerados. Muchos ciudadanos, siempre que lo ordenaron jueces y tribunales, obtuvieron reintegros o recibieron del erario público las indemnizaciones por los despidos injustos o los atropellos que antes padecieron.
De igual manera, el restablecimiento de la democracia pudo palparse en que la protesta pacífica se reconoció y garantizó, y en el manejo prudente y eficaz de situaciones difíciles como en el caso de las invasiones de 24 predios públicos y privados urbanos por unas 5 mil familias en 2014, que demoraron varios meses, desde comienzos de junio hasta septiembre de ese año y tuvieron un desenlace sin hechos que lamentar, gracias al empleo del diálogo, la persuasión y los acuerdos. Otro caso fue el de los comerciantes minoristas y mayoristas que ocupaban el sector donde hoy se ubica el muelle fluvial de pasajeros, quienes despejaron esa área pública a través de un proceso de diálogo, discusiones y finalmente de un consenso laboriosamente gestado, que desembocó en compensaciones otorgadas por el municipio.
Pero respecto al manejo administrativo propiamente dicho, el que se define mediante el factor económico, Marcelo tuvo un comienzo desapacible en su gestión. Porque una cosa es matar el tigre y otra muy distinta curtir el cuero. El día siguiente de su posesión, que se efectuó sin empalme ni rendición de cuentas de la administración anterior como lo ordena la ley, el nuevo alcalde de Magangué se encontró con que era el regente de un municipio quebrado: Magangué se hallaba cautiva por la Ley 550, que como un fatuminapelable del Estado obliga a los municipios insolventes a darle prioridad al pago de las acreencias, antes que a las exigencias más apremiantes. Debido a ello la nueva administración quedaba impedida no solo para satisfacer las necesidades más ordinarias de la administración, sino que tampoco podía realizar la más modesta inversión social, en cumplimiento de los buenos propósitos expuestos a la gente en la campaña electoral.
Sentado en un pupitre que le facilitó una escuela amiga, porque las oficinas de la Alcaldía fueron desvalijadas y convertidas en un pelero de gatos y carecían hasta de una elemental silla, Marcelo Torres se dio a la urgente tarea de poner la casa en orden, que resultó todo un desafío. En realidad, revisar las cuentas municipales, organizar la hacienda pública y gestionar recursos para atender las impostergables necesidades de su pueblo, le tomó la mitad de su mandato. Sin tener la experticia suficiente en los complicados manejos de la administración pública, como él mismo lo reconoce, ni profesionales en la localidad para armar un gabinete de trabajo con el perfil idóneo, y sin los recursos para contratar expertos foráneos, contó por fortuna con el respaldo incondicional del magangueleño Ubaldo Enrique Meza Ricardo, exrector de la Universidad del Atlántico, quien puso en juego su ardor democrático y su prestigio, para convocar a un importante grupo de profesionales radicados en diferentes ciudades del Caribe y del país, muchos de los cuales sin ser oriundos de Magangué, mostraron su total apoyo para la construcción del nuevo proyecto de ciudad que se estaba gestando. Mediante la conformación de la Sociedad de Amigos del Nuevo Magangué, que contó con el activo respaldo de magangueleños ilustres como Luis Arrieta Meza y Rafael Osorio, y personalidades de amplia trayectoria social como Elcy Peña Bula, se logró concitar la solidaridad nacional en torno a la egregia ciudad ribereña. Entre otras realizaciones, se logró recopilar una destacada donación de cientos de libros, con los cuales se dotó la Biblioteca Pública Piloto.
Así mismo, se gestionó ante la Directora Nacional de la Escuela Superior de Administración Pública la asesoría técnica y académica que facilitó la capacitación del equipo de trabajo, logrando finalmente que el municipio avanzara en el Índice Integral del Desempeño Municipal, pasando del puesto 1.065 al puesto 329 a nivel nacional y del puesto 38 al puesto 2 a nivel departamental.
Posteriormente y gracias a la gestión realizada, se logró la suscripción de un convenio con el Ministerio del Interior, para el fortalecimiento institucional y la defensa legal del municipio de Magangué, a través del cual se contrató un equipo de profesionales especializados en el área de la Ingeniería, el Derecho, la Economía y la Administración.
La Labor infatigable de Enrique Meza y del equipo de apoyo no solo se tradujo en logros innegables de amplio alcance social, sino que le brindó una sombrilla protectora a Marcelo Torres, cuya seguridad personal y la de su familia se hallaba constantemente amenazada por las fuerzas oscuras que medraban en el municipio.
La modernización administrativa. Con la crucial ayuda del equipo de apoyo, la modernización administrativa puede citarse como el segundo logro importante de la gestión de Marcelo en Magangué. Algunos aspectos destacados en este ámbito, fueron: la implementación del Modelo Estándar de Control Interno (Meci), el Gobierno en línea, la actualización de la página web, la digitalización de archivos y documentos, la actualización catastral, el estudio de los activos del municipio, la rendición periódica de cuentas y el monitoreo constante en la aplicación del Plan de Desarrollo del municipio.
El saneamiento de las finanzas. Con esas armas y con las cuentas más claras, la administración pudo concentrarse en un empeño que constituye su tercer logro: el ordenamiento financiero del municipio. Pagar aunque fuera una parte de la abultada deuda pública que sobrepasaba los 50 mil millones de pesos, parecía un objetivo inalcanzable; sin embargo se logró reducir a un poco menos de la mitad. Pero no solamente eso, sino que la renegociación de las condiciones de pago de la deuda permitió liberar unos recursos que antes iban al bolsillo de los acreedores, con los cuales en los dos últimos años se ejecutaron obras que están a la vista de todos en Magangué.
En resumen, en el orden financiero se redujo la deuda, se evitó la caída del Acuerdo de Pasivos, y se regularizaron los pagos, no solo a los acreedores, sino a los servidores del Municipio. Como complemento se lograron aumentar los recaudos, que pasaron de 3.793 millones de pesos en el 2011 a 8.761 millones en el 2015, es decir, un crecimiento del 130 % Lo anterior constituye una muestra irrefutable de la recuperación de la confianza del público en la Administración Municipal, que no cualquier burgomaestre puede ofrecer, y que se considera un factor importantísimo para la legitimidad institucional y para el mejoramiento de lo que ahora llaman la gobernanza. Dos ejemplos claros del efecto positivo que tuvo el clima de transparencia, de orden y de paz introducido por la nueva administración, fueron la apertura de grandes almacenes, y el aumento considerable de la construcción en el municipio, que registró un crecimiento de más de 600 mil metros cuadrados tan solo en el año 2015.
Los logros que someramente hemos apuntado, aunque quizás no son los más visibles para los ciudadanos corrientes, tienen una importancia mayúscula porque permitieron la reconstrucción de un municipio cuyo andamiaje administrativo e institucional había sido completamente desmantelado. El pleno ejercicio de la democracia, la funcionalidad administrativa y la salud financiera constituyen los cimientos básicos sin los cuales no podrán rendir frutos las administraciones futuras. Sin embargo, esos logros no podían por sí solos satisfacer a una comunidad agobiada por las carencias de toda una vida, por el hambre, el desempleo, la falta de un techo y la insatisfacción de las necesidades más básicas. Sobre todo tratándose de un pueblo con la conciencia enrarecida por el código de conducta de una matrona política que antes de decidirse por el terror como estrategia predilecta de dominio y sujeción, y siguiendo la tradición de los grandes capos y gamonales de la Costa, había acostumbrado el corazón de la gente al servilismo, la tramposería y el contentillo de las obras de caridad.
Consciente de esa enorme limitación, y acuciado por el deseo de hacer algo más por el progreso y bienestar de su pueblo, Marcelo identificó tres objetivos estratégicos a los cuales se consagró con todas las fuerzas de su alma en los dos años restantes de su mandato: la educación, el agua potable y la atención de los sectores marginales de la población más afectados por la segregación social.
De entrada, la principal dificultad para hacer algo en estas materias era la falta de plata. Es bien sabido que las asignaciones presupuestales de la Nación a los municipios para educación, lo mismo que para la salud, no solo no se pueden desviar hacia otros sectores, sino que apenas alcanza para el servicio de la nómina administrativa y el pago de los salarios; cualquier otra inversión tiene que hacerla el municipio con los recursos propios, que se derivan del recaudo tributario. Y en este sentido en Magangué no estaban los paños para manteles; sencilla y llanamente no había recursos.
Los avances en la educación y la cultura. Pese a las limitaciones presupuestales, se dieron avances en este campo gracias al apoyo externo, a través de la puesta en marcha de una gran movilización pedagógica y social sin precedentes en la historia del municipio, que puede destacarse como el cuarto logro importante de la administración de Marcelo.
La movilización social en el campo educativo se expresó en la realización, durante tres años seguidos, del Encuentro por una Educación de Calidad, convocando a líderes académicos de primer orden, como Julián de Zubiría Samper, Francisco Cajiao Restrepo, Julio Alandete Arroyo, Cecilia Correa de Molina, Pablo Romero Ibáñez, Francisco Escobar Delgado, Diana Rúa Patiño, Alfonso Brijaldo, quienes acompañaron el proceso de capacitación y actualización de docentes y directivos de las instituciones educativas del municipio, así como la asesoría para el desarrollo de un proyecto de calidad educativa, tendiente a la transformación de la educación en todos sus niveles. Estos importantes esfuerzos no requirieron grandes inversiones, pero dejaron excelentes dividendos, como la implementación de programas para elevar la calidad educativa. Un indicador de su éxito fue que, entre los 94 municipios certificados en educación, en el 2013 Magangué obtuvo el octavo lugar en las cruciales asignaturas de matemáticas y comprensión de lectura.
Además de lo anterior, la administración también puede sacar pecho con otros dos logros en el área educativa: actualmente el municipio financia más de 180 estudiantes de estratos 1 y 2 en carreras técnicas, mediante un convenio con la Universidad de Cartagena. Así mismo, se adoptó por primera vez el programa Jóvenes en Acción, que hoy beneficia a más de 400 bachilleres de estratos 1 y 2 con subsidios del Estado para su educación superior.
En materia de infraestructura se invirtieron más de $10 mil millones en construcción y reparación de instituciones educativas. La cifra parece pequeña, pero es comparativamente grande en un municipio como Magangué, sin mayores posibilidades financieras en el presente y sin voluntad política en el pasado para suplir las necesidades existentes en este aspecto.
La salvación de dos instituciones educativas públicas claves del municipio: el Liceo Joaquín Fernando Vélez y el Manuel Atencia Ordóñez, y la donación del lote para construir la sede del Sena en Magangué, junto con la presentación al Ocad del proyecto correspondiente a los diseños de la obra, son otros logros protuberantes en la educación. Así mismo, fue un brillante desarrollo de la gestión el fortalecimiento de la cultura popular y autóctona a través del apoyo a las festividades de La Candelaria, del Festival Novembrino de los Ríos, y del patrimonio arqueológico precolombino con el rescate de cerca de mil piezas zenúes y chimilas.
Las soluciones en el campo del agua potable. Con toda la importancia que tienen los logros ya señalados, la realización de mayor impacto social de la gestión de Marcelo Torres en la Alcaldía de Magangué, que puede incluso señalarse como un hito histórico, fueron las soluciones al problema del agua potable. La deficiencia o total carencia en el suministro de este servicio esencial, está considerada hoy en día como el principal obstáculo al desarrollo y al mejoramiento la calidad de vida de los habitantes de la Costa Atlántica colombiana. Se trata incluso de un problema de orden planetario que se ve agravado por la crisis del cambio climático y la explotación inmisericorde de los recursos. La certificación de Magangué en agua y saneamiento básico obtenida durante la administración de Marcelo se tradujo en la recuperación por el municipio de varios miles de millones de pesos destinados a la inversión en este vital renglón.
Por primera vez en toda su vida los pobladores de 17 corregimientos de Magangué vieron fluir el agua en sus viviendas a través de tuberías mediante la excavación de pozos profundos y el bombeo realizado con tecnología de paneles solares. Además de lo anterior, se repararon los acueductos rurales existentes en los 25 corregimientos restantes y se aseguró la ampliación y optimización de las plantas de aducción del acueducto, obra que dotará al acueducto de la capacidad suficiente para abastecer a toda el área urbana. Debe citarse también la firma de un convenio con el ministerio de Vivienda por valor de más de $24 mil millones que asegura la construcción de las redes del acueducto de Magangué, que se hallan obsoletas por tener más de 40 años. Se completó así un total de $33 mil millones gestionados por la administración, con lo cual el problema del suministro de agua potable a toda el área urbana queda resuelto en lo relativo a los recursos.
La adopción de políticas públicas en lo social. Desde sus inicios la administración de Marcelo estructuró una serie de políticas públicas orientadas a mejorar el gasto social, cuya ejecución contó con el apoyo infatigable de la primera dama del Municipio. En este sentido se adelantó una campaña de reapertura de los centros de salud, los cuales se recibieron cerrados de la administración anterior. Se operó un notable mejoramiento en la alimentación escolar. Mientras que en los 2 primeros años del cuatrienio los cupos se limitaron a poco más de 5.000 estudiantes, en los dos últimos se alcanzó a cubrir un total de 18.546 beneficiarios. Se creó el Observatorio de Políticas Públicas para la infancia, la adolescencia, los jóvenes, la mujer, el adulto mayor y los discapacitados. Entre otros programas y actividades liderados por la primera dama, se destacaron los relativos a la resocialización de jóvenes en riesgo de derivar hacia el pandillismo juvenil, con el montaje de microempresas y talleres productivos; las jornadas del Día del Niño; las movilizaciones en repudio a la violencia contra la mujer, la celebración del Día Internacional de las Trabajadoras; las capacitaciones a centenares de mujeres en liderazgo y talleres de manualidades, y la actividad sin precedentes en Magangué por el reconocimiento social de las comunidades Lgtbi.
Así mismo, a través de los “Festivales de la Salud, Cultura y Deporte”, la Oficina de Gestión Social de la primera dama, llevó de manera regular a las comunidades de la zona rural las oficinas de los principales programas sociales como Más Familias en Acción, El Adulto Mayor, Sisben, cultura, deporte, y medicina preventiva a través de la Secretaría de Salud, y medicina general con entrega de medicamentos. Se amplió el programa de “Más Familias en Acción”, el más importante del municipio por su cobertura, que cobija a 14.300 hogares y 27.000 niños magangueleños de escasos recursos, a los cuales anteriormente no se le prestaba atención.
El nuevo impulso a las obras civiles. La gestión tuvo muchos otros logros cuya descripción detallada rebasaría el reducido marco de esta crónica, pero no podría dejar de señalarse este, que desvirtúa de manera palmaria las críticas mal intencionadas que, al no poder opacar el protuberante triunfo que constituye el rescate de la democracia en Magangué, pretenden descalificarlo por la vía de desconocer las realizaciones materiales de la administración. Sin duda alguna se trata de un logro muy visible respecto a las administraciones anteriores, tanto por el número de obras, como por el monto de la inversión, que no tiene precedentes; obras que fueron realizadas con recursos propios, del SGP o cofinanciadas por el municipio con diferentes entidades del Estado, o aquellas que no fueron realizadas con recursos del municipio sino de la nación o del departamento pero que fueron gestionadas por su Administración. La lista incluye construcciones o adecuaciones de infraestructura educativa, vías construidas o reparadas con recursos de regalías, edificaciones de importancia neurálgica para el municipio, arreglo de calles, centros de desarrollo infantil, maquinaria reparada o adquirida, así como también las obras de contención de inundaciones, limpieza de caños y adquisición y reparación de equipos de obras públicas, que se encontraban en proceso de deterioro por la incuria de las administraciones anteriores.
Del total de 150 obras civiles realizadas durante el periodo, con una inversión de 28.668 millones de pesos, aparte de las relativas al acueducto y vivienda ya mencionadas, vale la pena destacar las siguientes: la adecuación de centros de salud de Yatí y Camilo Torres; los Centros de Desarrollo Integral infantil de Yatí y ahora de San Martín, con cuarto frío para las vacunas; la nueva Casa de la Cultura; la adecuación del Punto de Atención a Víctimas; el muelle fluvial de pasajeros; la larga lista de obras de infraestructura educativa como la sede 2 de la IE de Yatí, con características de megacolegio, la sede de la IE de Piñalito, la sede de la IE de Santa Bárbara de Barbosa, la sede principal de la IE de Juan Arias; los cerramientos de las IE del Liceo Joaquín F. Vélez, Fátima, y Marcelo Duchemin; La construcción o adecuación de 8 comedores escolares en la zona rural; La dotación de miles de pupitres y sillas, de abanicos, y de pozos para las IE; las vías construidas o adecuadas, entre las cuales se encuentra la Avenida de La Candelaria, la Calle de La Tarima, la Calle 16, la vía de Mercayá hasta el centro histórico de la ciudad, la Calle del Diocesano, cuya construcción se inició y el Parque de las Américas.
Los detractores de la administración de Marcelo desataron una furiosa campaña en su contra para convertir el Parque de las Américas en piedra de escándalo sobre la base de mentiras que son fácilmente controvertibles. La única verdad es que bajo su administración no solo este lugar, sino el municipio entero fue rescatado del estado de abandono físico y social en que se hallaba, “herencia de la época oscura de ingrata recordación” como dice Marcelo, a quien no le gusta encarnizarse en señalamientos sobre el pasado. Sin embargo, a pesar del prudente recato conque suele enfrentar los exabruptos, todavía hoy a través de las redes sociales los difamadores continúan su inicua campaña de desprestigio, contra una administración que brilló por su sensibilidad social, su honestidad, su espíritu de concertación y su apego a la normatividad. Cuatro valores que brillan por su ausencia actualmente en la administración pública en la mayoría de los municipios colombianos, pero que en el caso de la administración de Marcelo en Magangué, constituyen un valioso legado de experiencias y de principios para el período histórico del posconflicto que está por iniciarse en Colombia.
Magangué: laboratorio del posconflicto
En medio de la controversia nacional por la paz, los anatemas de los opositores a las negociaciones de La Habana, los actos temerarios de las guerrillas y las acciones violentas, los atentados y las amenazas a líderes populares, Magangué no fue ajeno al torbellino político de los días que corren. Con una población registrada de víctimas del desplazamiento del conflicto armado de cerca de 30.000 personas (más del 15% de la población total del municipio), que provenientes de otros municipios congestionaron desde años atrás la precaria infraestructura de servicios públicos domiciliarios, la red hospitalaria, la educación pública y aumentaron un déficit de vivienda ya de por sí abultado, puede decirse que una parte sustancial de la administración pública municipal en Magangué consiste en la atención de esta población vulnerable, bien a través de la Unidad Nacional de Víctimas, los programas sociales del gobierno nacional, el Sistema General de Participaciones (educación y salud) y con recursos propios del municipio. A ello deben añadirse los flagelos sociales presentes en el país: un alto desempleo (del 30%), una descomposición social acelerada por el microtráfico de estupefacientes, una considerable tasa de drogadicción y delincuencia juvenil, embarazos precoces de adolescentes y prostitución infantil. La administración de Marcelo Torres acometió el restablecimiento de la democracia y un esfuerzo por mejorar las condiciones del ochenta por ciento de la población compuesto por los estratos sociales 1 y 2 en distintos frentes de trabajo que incluyeron siempre a la población víctima del desplazamiento, hasta donde era posible con los recursos transferidos por la nación, los aportes del gobierno central y los magros recursos propios.
En la parte correspondiente a los logros de esta administración se reseñará lo pertinente. Baste por ahora con registrar que, por un proyecto de iniciativa de la administración municipal y recursos de la Unidad Nacional de Víctimas se adecuó, por primer vez en el Sur de Bolívar, un centro de atención de víctimas, cuyo funcionamiento y recursos humanos corren a cargo del municipio, en el área urbana de Magangué, que desde entonces atiende varios miles de ellas llegadas cada mes, suministrándoles alojamiento de paso, alimentación temporal, atención médica y sicológica especialmente para la niñez, adelantamiento de trámites y reclamos, y subsidios de transporte intermunicipal. Con toda justicia a Magangué se le reconoció por varios medios de comunicación como un ‘‘laboratorio del posconflicto’’.
La administración de Marcelo Torres no sólo cumplió la difícil misión de rescatar la democracia, salvar el municipio del desahucio y desarrollar obras materiales de significativo impacto social, sino que habiendo conjurado el cerco político y económico de la ilegalidad y la violencia en una de las regiones más conflictivas y rezagadas del país, inició la configuración de una forma de administración democrática, moderna y ética, ajena por completo a la exclusión, al soborno y a todo tipo de extremismos, que constituye un genuino ensayo de administración para la paz, en el período histórico que se abre con los acuerdos que están a punto de celebrarse entre el Gobierno y los grupos armados. Se requerirá en todo el territorio nacional por parte de todas las personas y partidos una buena dosis de tolerancia, de voluntad de concertación por encima de las diferencias, de respeto y afianzamiento de la institucionalidad vigente en favor de la convivencia democrática y la civilidad, para que las expectativas de paz que inflaman el corazón de la inmensa mayoría de los colombianos, cuajen por fin en un país enfilado hacia una nueva era de civilización política, en la cual sea factible luchar, sin riesgos mortales, por progreso y bienestar para todos. Con Marcelo, Magangué nos ha dado un ejemplo pequeño pero potente de que ello es posible.
Nota
[1] Arturo Villarreal Echeona, oriundo de El Banco en la región del Pocabuy, investigador social y veterano promotor de las causas populares en el río Magdalena desde los tiempos de la Política de Pies Descalzos del PTC. Es escritor, Premio Nacional de Literatura en Colombia, y periodista laureado en México en 1990.
Ver el video de Canal Capital en su espacio Hagamos Memoria / Publicado el 5 nov. 2014