Otra oleada de pánico
Recurriendo a la vieja táctica del miedo desarrollada por las huestes hitlerianas para ambientar la guerra y el holocausto, los dueños del poder económico en Colombia han desatado una feroz campaña de terror contra todas las reformas propuestas por el presidente Petro. En este artículo el autor analiza las bases sicológicas de la campaña y muestra que la oposición a la reforma no es por consideraciones sobre la situación del grueso de la población sino porque tocan sus intereses económicos.
Por Pascual Amézquita Zárate
Crear pánico para abrirle paso a una ideología es una de las enseñanzas normales en los manuales de guerra sicológica. Así lo ponen de presente autores como Dan Gregory y Kieran Flanagan (*). La técnica se refinó durante la Guerra Fría como lo muestran las formas feroces que adoptó la campaña anticomunista que se hizo en el mundo mientras Estados Unidos destruía inmisericordemente a Vietnam o instalaba regímenes de terror en Chile de la mano de Kissinger y en otros lugares del mundo. En el ánimo del común de las gentes era más peligroso el fantasma de un indefinible y ficticio comunismo que los reales cientos de miles de muertos causados con napalm y balas de fusiles.
En medio de la discusión de la reforma tributaria del año pasado mientras el gobierno del presidente Petro mostraba que el alza tarifaria iba dirigida a los grandes propietarios, como en efecto sucedió, los medios de mayor difusión en el país, los gremios económicos, las agencias calificadoras internacionales y los viudos del poder del uribismo y del duquismo se unieron en un solo coro para asustar al grueso de la población con toda clase de amenazas y predicciones que caerían sobre el país en caso de aprobarse la reforma. El moderado ministro de hacienda Ocampo tuvo que salir con toda su fuerza a gritarles “dejen de crear pánico económico”. En algo amainó la andanada de los billonarios contra el gobierno.
Entre los muchos experimentos para medir la reacción ante el miedo imaginario está la siguiente descrita por el premio nobel de economía Kahneman (**):
“En un experimento se expuso sistemáticamente a unas ratas a una secuencia en la que el encendido de una luz indicaba que pronto se iba a producir una descarga eléctrica. Las ratas aprendieron enseguida a temer esa luz, y la intensidad de su miedo podía medirse a través de varias respuestas fisiológicas. La principal conclusión fue que la duración de la descarga tenía poco o ningún efecto sobre el miedo, lo único que contaba era la intensidad dolorosa del estímulo”.
Así que los billonarios de Colombia a través de sus plumíferos aumentan los decibeles de sus gritos en la misma proporción en que ven afectadas sus ganancias para intentar poner el común de la gente a defender los intereses del capital.
Ahora que se está discutiendo un nuevo paquete de reformas, la táctica terrorista se vuelve a exhibir como se muestra en las siguientes líneas en las cuales se sintetizan algunas de las discusiones y las respuestas irracionales de los voceros del gran capital.
La fuga de capitales
En reciente artículo de la revista Nueva Gaceta se mostró con cifras en mano cómo la inversión extranjera –que se presenta como la tabla de salvación para los problemas de Colombia– en verdad es la vena rota de la economía pues a través de los préstamos y la inversión es como el capital monopolista drena el ahorro nacional para atesorarlo en la banca estadounidense. El resultado es que la suma de lo que entra al país por inversión año por año es menor a lo que sale por ganancias y pagos de intereses. Con razón se anota en ese artículo que la inversión extranjera es una especie de clavo caliente al cual se agarran los gobiernos de América Latina.
Pues bien, ahora en medio de la crisis económica mundial desatada por la guerra por Ucrania y para contener la inflación, se adoptó una desmesurada alza en las tasas de interés por parte de los bancos centrales de las potencias. El gran ganador es Estados Unidos, país que se convirtió en especie de aspiradora de los capitales en particular de los que especulan en países pobres como los Latinoamericanos.
Ahora es más rentable guardar las ingentes masas de capitales sobrantes en el planeta en las arcas de los bancos gringos y suizos así estén expuestos a derrumbarse como empezó a ocurrir en estas semanas con la caída del Silicon Valley Bank, fulgurante estrella de los negocios de las nuevas tecnologías.
A los que opinan en Colombia no se les escapa que tal atracción de capitales es la verdadera causa de su salida del país, no el gobierno Petro, pero siguen gritando que es por culpa del gobierno. Es más, el recaudo de la reforma tributaria sirvió de paso para darle mayor garantía a los inversionistas extranjeros al asegurar el cumplimiento de la neoliberal Regla fiscal y disminuir el déficit de cuenta corriente y el fiscal. Pero aun así sigue siendo más rentable para los especuladores irse para Nueva York. Por lo demás, los bancos gringos cuando quiebran son salvados por el gobierno como acaba de hacerlo Biden aunque la medida está expresamente prohibida por las leyes de ese país.
Algo similar ocurre con la devaluación del peso. La reforma tributaria debía haberle restado velocidad a la tendencia de caída, pero nuestra moneda inevitablemente se enfrenta a la devastadora fuerza de la economía estadounidense. La única solución, como señala la teoría y la práctica de cien años es establecer un control de cambios, que de seguir la cosa como está no sería raro que el FMI le diera vía libre en el mundo.
Otro efecto de la guerra por Ucrania y de la subida en las tasas de interés en el mundo es la desaceleración en el crecimiento de las economías. Se ha desatado una fuerte controversia sobre el nivel al que caerá en Colombia, y como era de esperarse los terroristas antipetristas han lanzado sus misiles contra el gobierno. Sintomático de su comportamiento es que uno de los medios financieros especializados ante el hecho de que la economía colombiana creció en enero –al contrario de lo que los agoreros anunciaban–, puso por titular: “economía en Colombia repuntó en enero, pero riesgos persisten”.
Caída en la venta de casas de interés social
A través del alza de las tasas de interés el Banco de la República pretende enfrentar la inflación. Como se ha analizado en diversos medios incluida La Bagatela, el único resultado cierto de esa alocada carrera para garantizar las ganancias de los prestamistas será paralizar la economía. Como se anota coloquialmente, es matar al paciente antes de que se enferme. Pues bien, la agonía no se ha hecho esperar.
En el caso de la vivienda de interés social hay varias aristas por analizar. En primer lugar, es evidente que los préstamos hipotecarios nuevos estarán atados a las altas tasas de intereses actuales hecho suficiente para explicar la caída en las ventas. Los préstamos viejos sufrirán alzas si no están atados a cuotas fijas sino a UVT. Pero no sería de extrañar que aún en los casos de cuotas fijas los banqueros se dieran sus mañas de elevar los pagos de alguna manera.
Otro aspecto del problema es que el encarecimiento de las tasas de interés acarrea aumento en el precio final de las viviendas.
De otra parte hay que tener en cuenta que cuando el Estado subsidia la vivienda (por ejemplo, asumiendo parte de la cuota inicial o parte de los intereses en el préstamo) no solo está beneficiando al comprador sino en igual monto al vendedor, es decir al sector financiero que tiene intereses tanto en la construcción como en la venta y financiamiento de las viviendas. El subsidio ayuda a aumentar las ventas y por eso en los peores momentos de crisis la venta de casas de interés social sigue creciendo.
De esta manera cuando los grandes medios lanzan sus gemidos por las caídas en las ventas y culpan al gobierno Petro por lo que está ocurriendo, ocultan que buena parte de la causa está en el Banco de la República, y aparentan solidarizarse con los pobres que no pueden comprar su vivienda cuando realmente están es mirando cómo ganan más a costa del presupuesto nacional. Por eso exigen que programas como Mi casa Ya tengan más subsidios.
De paso, toda la crítica que estos constructores neoliberales hacen contra los subsidios se cubre con una cortina de humo cuando ven afectados sus intereses. Ahí sí no es paternalismo, dicen, sino apoyo a la industria.
Cerrada oposición a las reformas sociales
Tres de las reformas sociales se han convertido en verdadero campo de batalla: La de salud, la pensional y la laboral. Para enfrentarlas los dueños del capital están apelando a otro comportamiento anidado en lo más profundo del comportamiento humano, el temor a perder.
Es decir, junto al miedo está la percepción de un riesgo también imaginario que se puede sintetizar en la frase “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Desde el punto de vista de la neurociencia el adagio se traduce en que las personas prefieren mantener lo poco que tienen cuando hay la creencia, por ilógica o irracional que sea, de perderlo al tomar una decisión. O, lo que es lo mismo, se prefiere tener hoy algo que esperar un tiempo para tener mayor cantidad de lo mismo sin otra condición que el transcurso del tiempo, es decir sin arriesgar nada, apenas esperando (**).
Pues bien, los millones de tutelas contra las EPS por cuanta causa exista, los billones de pesos saqueados al sistema de salud, el nunca cuantificado número de muertos por falta de atención oportuna son pruebas irrefutables de que la ley 100 en el aspecto de salud es un completo desastre para los usuarios. Pero ante el anuncio del gobierno Petro de reformar tan caótico estado de cosas los dueños de las EPS han logrado convencer a parte de la opinión pública de que el sistema con todo lo malo que es podría empeorar con la reforma.
No hay ningún estudio serio, razonado y documentado que explique por qué podría empeorar la situación pero están alcanzando su objetivo de parar la reforma al lograr por ejemplo que Petro haya tenido que aceptar que las EPS sigan existiendo, ofreciendo sus dueños ahora sí hacer la tarea que han incumplido desde su creación.
La oposición a la reforma de la otra parte de la ley 100, la pensional, tiene la misma lógica. Para más del 90% de la población no tiene importancia que existan los fondos privados de pensión pues aunque coticen en uno de ellos el monto acumulado es tan bajo que el Estado tiene que poner un excedente para que el pensionado reciba al menos un salario mínimo. El monto transferido es el mejor secreto guardado por los fondos privados pero un cálculo aproximado indica que de los 247.236 pensionados en esos fondos solo el 33% tiene renta vitalicia, es decir no requiere aporte del presupuesto del gobierno nacional.
Este dato es ampliamente desconocido por los cotizantes pero muy conocido por los dueños de los fondos pues ahí está su negocio: usan la plata del ahorro pensional, lo devuelven con cuentagotas y el Estado paga una parte de la mesada. Por eso el sector financiero se opone por todos los medios a acabar con los fondos pensionales.
Y acá vuelven a aparecer las artimañas de la propaganda del terror y el miedo a lo desconocido: Se anuncia por parte de los dueños de los fondos que es posible que el Estado malbarate la plata y no pague la pensión a los viejos. Hay que recalcar de nuevo que no hay ningún estudio serio y desinteresado que muestre por qué podría ocurrir eso, cuando más bien está el precedente de que el Estado colombiano ha pagado lo que mensualmente le corresponde, tanto antes de la ley 100 como ahora bajo los fondos privados.
Ni qué decir respecto a la reforma laboral. Se ha insistido hasta el cansancio que el alza salarial (directamente a través del mejoramiento del salario básico o indirectamente a través del mejor pago en las horas extras y dominicales) no causa aumento del desempleo, al punto de que ya hay hasta premios nobel por esa confirmación. Por otra parte, ni el más acendrado obrero antipetrista puede afirmar que sus condiciones laborales son las mejores y los recortes hechos en este siglo a los pagos por extras y dominicales no se han traducido en la creación de puestos de trabajo.
Ante tan irrefutable realidad, los neoliberales recurren de nuevo a la táctica que se está analizando: Suscitar un miedo infundado, irracional, no demostrado, de que la reforma podría aumentar el desempleo pues los buenazos de los patronos no tendrían forma de pagar el aumento salarial. La fórmula, como en los casos anteriores, recurre al uso de formas condicionales (podría, es de esperarse, eventualmente) para sacarle el cuerpo a cualquier explicación. En el atafago del día y en la predisposición neurológica descrita, el común de las gentes acepta como hecho indiscutible que habrá desempleo.
A manera de conclusión
La neurociencia ha venido demostrando que el comportamiento diario, común, de las personas está anclado en las más antiguas partes del cerebro y que si no hay oportunidad de reflexionar (es decir, tener tiempo y los conocimientos adecuados), las respuestas usuales están dadas por el miedo tanto a las amenazas presentes como a las imaginarias. Es decir huir de lo que produce miedo y agarrar lo que se tiene a mano. Sobre esta base se ha edificado la propaganda. En un principio tampoco era muy claro para los propagandistas qué es lo que ocurre en el cerebro humano, pero aun así los asesores de Hitler usaron estos comportamientos para su beneficio.
Luego a raíz de la Guerra Fría los centros de investigación de Estados Unidos se dieron a la tarea de encontrar las bases científicas de estos comportamientos, y es evidente que han hecho, ahí sí, amenazantes avances contra la libertad. La neurociencia con variantes como el neuro márquetin muestran sus resultados para dirigir el comportamiento de los consumidores, sean compradores de detergentes o de partidos políticos.
(*) Entre otros: Dan Gregory y Kieran Flanagan (2014). Egoísta, miedoso y estúpido. Deje de luchar contra la naturaleza humana y aumente su rendimiento, compromiso e influencia.
(**) Kahneman, D. (2015). Pensar rápido pensar despacio.