Editorial. Gran pulso decisivo: las 3 grandes reformas, la paz total y la transición energética
El gobierno del presidente Petro libra en este momento una tenaz lucha por la adopción de tres grandes reformas: La paz total, la transición energética y reformas sociales. Tocan a la médula del neoliberalismo y por eso la feroz oposición que han desatado. Solo la confrontación en las calles ayudará al buen suceso de la tarea.
Con ocasión de la convocatoria del Presidente Petro a la masiva movilización callejera en defensa del grandioso proceso de cambio en marcha en Colombia.
Salta a la vista la cuestión central del tramo que transitamos. Consiste, como avances en el actual proceso de cambio, en los 3 grandes proyectos de reforma ─la de salud, la laboral y la pensional─, en la política de Paz Total, en la de transición energética, y en la serie de otras propuestas de transformación.
La que ejecutará modificaciones de fondo en el actual sistema de servicios sanitarios privatizado, que ronda casi las 3 décadas en Colombia y ha sido padecido por nuestro pueblo durante tan prolongado período. Para que su móvil principal no sea más la ganancia de los grandes intermediarios capitalistas sino la salud humana. Para suprimir del todo, como debiera ser, la parasitaria intermediación financiera de las EPS de salud de salud vigente, o por lo menos para cercenar sus aspectos más aberrantes y ponerlas bajo estricto control público.
La reforma pensional que se propone alcanzar una cobertura universal a la población de adultos mayores en materia de pensiones; una reforma no sólo justa sino sostenible, sobre pilares factibles y sólidos.
Y la reforma laboral, que se propone cambios sustanciales en defensa de la masa de los trabajadores colombianos, y por ende de su nivel de vida, devolviéndole y mejorando los derechos que le fueron arrebatados en materia de una de las relaciones sociales fundamentales del país: la existente entre el gran capital y el trabajo.
Las 3 reformas están dirigidas contra sendas alteraciones regresivas, profundamente lesivas para la vida nacional, su medio ambiente, su desarrollo y el nivel de vida de sus gentes. Tres regresiones que forman parte de las que a nivel mundial generalizó el modelo neoliberal, y en cuya superación se cifra todo progreso para los pueblos tanto en el Norte como en el Sur global.
Amén de tales reformas, está sobre la mesa una política que pone en movimiento la transición energética del país, partiendo del cálculo de las reservas de petróleo y gas, de su duración y del margen de tiempo y recursos disponibles estimables para avanzar en la sustitución de los combustibles fósiles, o descarbonización, por fuentes limpias de energía, sobre lo cual, además de sus resonantes intervenciones en la ONU y Davos, el presidente Petro ha propuesto un Tratado de las Américas sobre Energías Limpias.
No menos importante para la vida del pueblo, como la campaña pública del Gobierno Petro contra el hambre entre los sectores más pobres del país, es la directa intervención presidencial para rescatar de las manos de la antigua Creg el sentido social y ponerle coto al de rentabilidad capitalista actualmente al mando, con el cual deben regularse estrechamente las tarifas de energía, como el resto de las tarifas de todos los servicios públicos, fundamentales para preservar y no vulnerar el nivel de vida de la gran masa popular de la población colombiana. Medida progresiva convertida farisaicamente en piedra de escándalo por los medios neoliberales y sus “sabios”, para los cuales lo único válido es la absoluta primacía del mercado en todos los terrenos y el anatema sobre todo rastro de control y regulación estatal sobre precios y tarifas.
Se libra así un gran pulso decisivo bajo el Gobierno Petro. Tanto los proyectos de reforma como los anuncios de la política de transición energética han provocado un ataque en regla de las minorías, colombianas y extranjeras, beneficiarias de la economía de los combustibles fósiles, la privatización de la salud y en especial de los supermagnates dueños de los grupos dominantes de capital, dueños de los fondos privados de pensiones y de las más poderosas empresas y bancos, que se lucran del despojo de los derechos laborales y del bajo índice de sindicalización del país.
No es inesperado, por tanto, que contra las 3 reformas, la Paz Total y la transición energética, esté en marcha una furiosa campaña opositora por parte de estos intereses minoritarios. A través de los principales medios masivos de comunicación de los que son dueños o de los que se sirven como altavoces, subordinados a su servicio por medio de la pauta publicitaria. Cuyos bien estipendiados lobbys parlamentarios y jefaturas partidistas pro statu quo, voceros de gremios económicos, expresidentes, ex ministros y ex funcionarios de gobiernos neoliberales, incluidos sus “expertos”, realizan una ruidosa cruzada contra cada una de las reformas.
Punto de suprema importancia en el actual proceso de cambio es la política de Paz Total del gobierno, dirigida al desarme y abandono de la violencia y actividades ilegales de guerrillas supérstites, disidencias de los acuerdos de La Habana, narcotraficantes y bandas criminales. Sin la aclimatación de esta política, no será posible llevar a efecto y consolidar las reformas de fondo, ni por tanto, lograr avances sustanciales en el plano del desarrollo nacional y de la elevación del nivel de vida de las mayorías nacionales.
El rechazo de los sectores más agresivos y enemigos de la paz de la ultraderecha no se ha hecho esperar; utilizan todo contratiempo o escollo surgido en ese escarpado camino para magnificar las dificultades, acusar falazmente al gobierno de “complicidad” con la criminalidad y repetir su consabido estribillo sobre la “impunidad”. El incidente sobre el cuestionamiento del Eln a la declaración del cese del fuego bilateral por el gobierno del 31 de diciembre pasado, ejemplifica la complejidad de dicho proceso. El Gobierno Petro ha explicado que se trató de una interpretación de contexto acerca de acuerdos en curso y que hay elementos no revelados que se conocerán oportunamente.
Además de las planteadas, otras importantes reformas esperan su turno luego de las 3 en curso; hay 17 proyectos de iniciativa gubernamental radicados en el Congreso.
Son claros los objetivos de la ruidosa campaña opositora de la ultraderecha, como portavoz de los minoritarios intereses a los que afectan las reformas y políticas del gobierno. Se trata de sembrar la incredulidad, la desconfianza y el descrédito entre la población sobre las ejecutorias del Gobierno Petro. Sobre todo, con el deliberado propósito de provocar el repudio, la protesta y en general una acción que secunde la verdadera finalidad de los sectores más reaccionarios del país: deponer el gobierno elegido por el pueblo, sea por medios institucionales o de hecho, por la fuerza. La onda fascistoide, abiertamente contrarrevolucionaria, que en los últimos años ha intentado sofocar, por medios legales e ilegales y cruentos, el irresistible nuevo ascenso de los Vientos del Sur en América Latina, en Brasil, Bolivia, Honduras, Argentina y Perú, es la misma que ahora prepara siniestras intentonas en nuestros lares.
La ultraderecha utiliza en provecho de sus fines mayúsculas y adversas condiciones que pesan sobre Colombia, de las cuales el Gobierno Petro no es responsable ni se originaron en su curso. Trátase de la inflación mundial desatada con la escasez de combustibles, cereales y agroquímicos, que provocó la guerra de Ucrania y contribuyen a acentuar y prolongar tanto el alza de las tasas de interés de la Fed de Estados Unidos como las serviles réplicas de las mismas tomadas por el Banco de la República de nuestro país. Trátase también de los desastrosos efectos de la política antinacional del Gobierno Duque, con su desbordada deuda externa, con las ingentes pérdidas por la gran corrupción, por la extrema desindustrialización inducida y la ruina del agro, por sus escandalosos nexos con el narco, por su derroche de recursos públicos regalados a los superricos, por su cicatería hacia los pobres de Colombia, por la cruenta represión contra la protesta popular y su permisividad a los atentados de líderes sociales y reincorporados a la vida civil.
Desde luego, factores inconvenientes, como las publicitadas disensiones en el seno del gobierno, y la aguda parlamentarización del Pacto Histórico y su abulia frente a las cruciales tareas de masas como la jornada de movilización en defensa del gobierno, convocada por el propio presidente, claman por una pronta rectificación. Por suerte para el proceso democrático colombiano, las centrales obreras, con la CUT y Fecode al frente, han concretado el llamado del presidente Petro en la convocatoria a la invasión de calles y espacios públicos este 14 de febrero y con las arduas tareas de organización necesarias para volver realidad los llamamientos. Que la ultrareacción, los partidarios del neoliberalismo perpetuo y la prolongación de la violencia, con la masiva presencia del pueblo en la calle, sepan que los nadies, los de bajo, siguen dispuestos a seguir luchando sin desamayo para abrir paso a las grandes reformas.
Los escenarios donde se libra y está entablada esta prueba de fuerza, se ubican en el Congreso, los medios de comunicación, las redes sociales, todos los sitios de debate y foros de organizaciones de masas, universidades, y barrios populares. Pero el escenario decisivo y principal será la calle; donde se ha expresado con fuerza concluyente la voluntad de las muchedumbres colombianas por el cambio, fuente y caudal primigenio de la nueva democracia en marcha.
Procede, en consecuencia, impulsar organizar y poner en movimiento una gran movilización en todo el país, desplegar una intensa y masiva campaña educativa entre el pueblo, de modo que se logre una grandiosa demostración de fuerza de masas, un inmenso respaldo popular en la calle al Gobierno Petro.
Objetivo inmediato ha de ser contrarrestar y refutar los medios masivos de comunicación de radio, TV y prensa escrita, desplegar una propaganda de redes sociales, callejera y masiva, certera y ágil, que sintetice la apremiante necesidad de las reformas. Acompañada de numerosos artículos, debates y foros de divulgación en amplios sectores, y desde luego, de textos y estudios que vayan a la raíz de los asuntos en discusión. En suma, la tarea del día es librar la batalla en la calle, en el Congreso, en las redes sociales y en todos los foros abiertos, por la consolidación de la favorabilidad de la opinión pública en pos del verdadero cambio.
El primer paso es la gran tarea es la movilización callejera del 14 de febrero. Masiva, arrolladora, irresistible, que barra del camino todos los monstruos y espectros del pasado. ¡A la calle, compañeras, compañeros!
11 de febrero de 2023