CON EL NUEVO ACUERDO SE SUPERA LA INCERTIDUMBRE Y AVANZAMOS HACIA LA PAZ

Declaración del PTC

CON EL NUEVO ACUERDO SE SUPERA LA INCERTIDUMBRE
Y AVANZAMOS HACIA LA PAZ

Gran noticia para Colombia constituyó el anuncio, después de 45 días transcurridos desde el 2 de octubre, de que por fin se llegó a un nuevo y definitivo acuerdo Gobierno-Farc. En año tan convulsionado como el que va terminando, sorteados en buena parte los obstáculos nada desdeñables erizados ante el avance del proceso de paz, la trascendente buena nueva reconforta, fortalece el ánimo y permite divisar en el futuro inmediato, con fundadas posibilidades, una Colombia sin violencia.

El nuevo acuerdo alcanzado tiene el mérito de haber preservado los puntos fundamentales del original, y precisados y ampliados tales asuntos neurálgicos, también otros derivados o complementarios de innegable importancia. No obstante que el resultado del plebiscito propinó un duro revés al proceso de paz, al interrumpir abruptamente el desarrollo de la terminación de la parte principal del conflicto armado, la confrontación con las Farc, felizmente tan crítica situación de incertidumbre y riesgo está en camino de superarse de modo airoso. En el nuevo tramo, el gobierno partió, justamente, de reconocer la obligatoriedad de realizar ajustes pero tomando como base los acuerdos iniciales. Recogió más de 500 propuestas del No y otros sectores y tras otra maratónica tanda de intercambios en La Habana con la dirección de las Farc, tan imprescindible como fructífera, incorporó la mayoría de ellas en el texto resultante.

El nuevo acuerdo logrado representa un acierto del gobierno y sus negociadores, como de las Farc y sus voceros, pero sobre todo constituye un triunfo de la desbordante marea multitudinaria de la Colombia trabajadora y democrática, especialmente de sus voces juveniles, que atestó calles y plazas en todo el país y en el exterior, en la cual se hicieron oír y se movilizaron universitarios, sindicatos obreros, asociaciones campesinas, minorías étnicas, intelectuales, artistas, deportistas, ongs, y nuevas ciudadanías –mujeres, LGBTI, ambientalistas y animalistas–. Victoria de la que es partícipe la opinión progresista internacional, los colombianos que respaldaron el Sí desde el extranjero, y los gobiernos y organizaciones internacionales que acompañaron y respaldaron el proceso.

En materia de penas para los responsables de crímenes de lesa humanidad, punto de los acuerdos de La Habana que ya antes del plebiscito había recibido el aval de la Corte Penal Internacional, estas fueron precisadas en cuanto a sus circunstancias de tiempo y lugar. En lo tocante a la representación política de las Farc, una vez hayan hecho dejación de las armas, se mantuvo –como corresponde a un genuino acuerdo de paz– aunque sus negociadores hubieron de aceptar limitantes y equiparaciones razonables. Para garantizar la seguridad jurídica de los acuerdos, se incorporarán al bloque de constitucionalidad los aspectos de estos referentes al derecho internacional humanitario y a los derechos fundamentales.

La actualización del catastro rural no incidirá en el valor de los predios, con lo cual, uno de los progresivos propósitos de los acuerdos iniciales, aumentar los impuestos a la gran propiedad territorial improductiva, no se cumplirá. La modificación obedece a la empecinada presión del expresidente Uribe y sus seguidores, aceptada por el gobierno, y constituye un claro retroceso. En la renegociación de los acuerdos, el Centro Democrático salió en defensa de los intereses de los grandes latifundios, del gran capital invertido en el agro, proclamando, sin tapujos, sus pretensiones por el facilitamiento de la apropiación de baldíos por la cúpula de los grandes propietarios de la tierra y las finanzas, por la legalización de las tierras del despojo, contra la distribución de tierras al campesinado, por la supresión de la Ley de Restitución de Tierras y por otras tantas alteraciones regresivas de la legislación agraria, así tales asuntos no figurasen en los originales acuerdos de paz. Son realidades de la correlación de fuerzas políticas y económico-sociales del país, que hay que modificar a través de la lucha democrática venidera.

Debe reiterarse que, en las actuales circunstancias del país, no existen condiciones para que, a la par con la gran realización de la paz, simultáneamente puedan coronarse los anhelados vuelcos estructurales. Pero la paz abrirá las puertas a las victorias de la liza por cambiar el mundo actual. En sentido estricto, las partes imprescindibles del acuerdo de paz por el cual pugna hoy lo más avanzado de Colombia, se circunscriben a la dejación de armas de los rebeldes, las garantías para su reincorporación a la vida civil, y el resarcimiento de las víctimas acorde a los principios de verdad, justicia y reparación. Lo cual nos indica a las claras que la lucha por las grandes transformaciones democráticas sigue plenamente vigente, al orden del día, sin haberse realizado y por conquistarse, como nuestras fundamentales tareas, sin que este reconocimiento y perspectiva sean óbices para el resuelto respaldo de los colombianos al nuevo acuerdo de paz. Porque la pura y simple paz, a la cual nos acercaremos extraordinariamente con el nuevo acuerdo, nos permitirá librar en el futuro inmediato, en condiciones sustancialmente mejores, la batalla por los cambios de fondo.

El haber recogido la abrumadora mayoría de las propuestas del No ha servido no sólo para posibilitar el nuevo acuerdo que al fin enrute la terminación de la violencia. También para revelar que, mientras el grueso de los sectores del No han visto expresadas sus reclamaciones en el nuevo texto acordado, el uribismo persiste en pretender dilatar una renegociación que ya concluyó hasta las próximas elecciones presidenciales, con lo cual la paz colombiana se postergaría de manera indefinida. Como lo corrobora el desafortunado incidente en que fueron muertos varios efectivos de las Farc en el sur de Bolívar y el asesinato de defensores de derechos humanos, líderes agrarios y dirigentes políticos, Colombia no puede aplazar más la salida institucional al actual estado de incertidumbre del posplebiscito, que corre el riesgo de deteriorarse y desembocar en un nuevo y fatídico recrudecimiento de la violencia. En efecto, la vía del Congreso como procedimiento refrendatorio de los acuerdos es la que más procede por razones de tiempo. El interés general del país exige que el actual momento azaroso e incierto sea conjurado con una definición lo más pronta y eficaz posible. Apoyémosla sin vacilaciones.

Partido del Trabajo de Colombia - Comité Ejecutivo Central

Yezid García

Secretario general (e)

Bogotá D. C., 22 de noviembre de 2016.

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