Homenaje a un imprescindible

Edición #80

Conocí a Omar desde hace varias décadas en todo este trayecto vital. Pero durante los últimos 4 años, cuando me vinculé al trabajo comunitario y político en la localidad de San Cristóbal, tuve la oportunidad de conocerlo mejor, de aprender de su trabajo y su trato con la comunidad, en particular con los y las vendedoras y sus familias. Omar se ganó el corazón de todas las personas dedicadas al oficio en estas décadas de trabajo. Acompañar a Omar en sus recorridos era seguirlo en un camino lento, interminable, en que los escuchaba sin cansancio. Omar fue candidato a edil de la localidad y, aunque no logró su cometido, si evidenció el respaldo inmenso que le brindaron los y las vendedoras.

Por Consuelo Ahumada Beltrán

PhD en Ciencias Politicas en New York University. Miembro CEC del PTC

A Omar Puerto, fallecido como consecuencia de un grave accidente, hay que recordarlo como lo que fue: un grande, un luchador de toda la vida, una persona inolvidable para quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo, compartir y trabajar con él.

Nació en el seno de una familia campesina en la vereda de Puerta Chiquita, en Pesca, Boyacá, y vivió y trabajó en el campo hasta poco antes de los veinte años. Después se trasladó a Bogotá, en donde empezó su relación con los trabajadores informales, una relación que iba a ser prioritaria el resto de su vida.

Desde entonces se vinculó a la lucha revolucionaria e ingresó a las filas del Partido de Trabajo de Colombia, PTC. Como parte de la política de “pies descalzos”, estuvo a finales de los años setenta en Cachipay, Anapoima y La Mesa, en la provincia del Tequendama, Cundinamarca.

Años después, se instaló en Santa María, Boyacá, en donde se vinculó a la empresa Proinar y al movimiento obrero que se fortalecía en torno a la construcción de la central hidroeléctrica del Guavio, a cargo de la multinacional italiana Impregilo. Allí estuvieron también Luz Marina Alfonso, Ciro Jiménez, Orlando Ardila, Alfonso Espinosa, Alirio Valero, Otoniel Moreno y nuestra líder comunitaria de la región, Josefina Bonilla, entre muchos otros. Trabajó arduamente en la defensa de los intereses y de las condiciones materiales de trabajadores y comunidades.

En los años 90, ya desde Bogotá lideró junto con el abogado Jaime Moreno, una batalla jurídica ante la Corte Suprema de Justicia para reclamar el pago justo y la indemnización por el despido sin justa causa de los trabajadores de Proinar.

Pero antes de su regreso a la capital estuvo un tiempo en Yopal, Casanare, al lado de José Daniel Rodríguez y de otros, siempre cumpliendo con el trabajo orientado por el partido de vincularse a los sectores populares en las regiones.

En Bogotá se dedicó de lleno a la organización de los trabajadores informales, en particular, los vendedores ambulantes, en la localidad de San Cristóbal de Bogotá. Desde allí se proyectó como uno de los dirigentes más importante del sector. Años después participó en la conformación de la UGI-CUT y se convirtió en su secretario general, lo que permitió viajar a Chile a un congreso, establecer contactos con trabajadores y trabajadoras de diversas partes del mundo, lo cual lo llenaba de entusiasmo y orgullo.

Conocí a Omar desde hace varias décadas en todo este trayecto vital. Pero durante los últimos 4 años, cuando me vinculé al trabajo comunitario y político en la localidad de San Cristóbal, tuve la oportunidad de conocerlo mejor, de aprender de su trabajo y su trato con la comunidad, en particular con los y las vendedoras y sus familias.

Omar se ganó el corazón de todas las personas dedicadas al oficio en estas décadas de trabajo. Acompañar a Omar en sus recorridos era seguirlo en un camino lento, interminable, en que los escuchaba sin cansancio. Omar fue candidato a edil de la localidad y, aunque no logró su cometido, si evidenció el respaldo inmenso que le brindaron los y las vendedoras.

Les explicaba la importancia de la organización política y de la lucha. Pero no solo orientaba sus peleas cotidianas por el derecho al trabajo, sino les expresaba su preocupación permanente por sus difíciles condiciones de supervivencia, que para él mismo ya eran suficientemente complicadas.

En las condiciones de precariedad social que vive el país desde hace décadas, sobrevivir en este sector de la informalidad y las ventas ambulantes ha sido siempre una odisea. Los ingresos son escasos, la inseguridad permanente, se vive el día a día, los atropellos de los distintos gobiernos, con el pretexto de “preservar el espacio público”. Como lo muestran incluso los datos del DANE, un sector en donde las mujeres resultan particularmente afectadas.

Pero con la pandemia y el confinamiento la situación se agravó. No obstante, Omar, aún con dificultades de salud y con una situación económica más que precaria, les abrió su casa a compañeras de trabajo que no tenían donde vivir. El accidente que le costó la vida se produjo precisamente cuando le ayudaba a la familia de una de las vendedoras.

Toda mi solidaridad en estos momentos de dolor para Florhelia, su compañera, para sus hijos e hijas y sus niet@s. La memoria de Omar vivirá para siempre entre sus compañer@s del PTC y entre los trabajadores y trabajadoras.

La memoria de Omar vivirá para siempre.

 

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